Crear y mantener el orden es un testimonio de nuestro respeto por los dones del tiempo, la abundancia y el mundo físico que Dios nos ha confiado
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Kostikova Natalia | Shutterstock |
Numerosos
santos de la tradición católica destacan con frecuencia la importancia del
orden en sus escritos: Tomás de Aquino, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila.
Podríamos considerar que poner orden en nuestro mundo físico tiene un
significado espiritual.
Es
importante reconocer que la desorganización, aunque parezca un problema menor,
puede tener un impacto significativo en nuestra vida espiritual. Si no se
trata, la desorganización puede convertirse en una fuente de ansiedad de bajo
grado, lo que puede dificultar la concentración en la oración, el trabajo y
nuestras relaciones con los demás.
Las ventajas
de la organización
Ahora piensa en las ventajas de un espacio bien organizado.
Imagina un rincón de oración donde te espera tu
Biblia, ofreciéndote el consuelo que necesitas. Imagínate una entrada
meticulosamente ordenada, donde tus llaves están a la mano para facilitarte la
transición a tu jornada laboral; o piensa en el placer de un armario en el que
toda tu ropa esté visiblemente a mano para que no tengas que sumergirte en el
montón de ropa más o menos doblada que hay sobre esa silla (todos tenemos esa
silla, ¿no?).
De este modo, el orden se convierte en una especie de oración
silenciosa: es un testimonio de nuestro respeto por los dones del tiempo, la
abundancia y el mundo físico que Dios nos ha confiado.
El orden, como explica santo Tomás en su Suma
Teológica, se considera intrínseco a la bondad. Una vida bien
ordenada, como una composición musical armoniosa, permite que cada elemento
cumpla su propósito y contribuya al todo.
Al organizar nuestras posesiones y espacios vitales, podemos
mostrar nuestro respeto por los dones que hemos recibido.
Fomenta la
tranquilidad
Además,
el orden también puede fomentar una sensación de paz y tranquilidad. Un hogar
bien organizado puede convertirse en un santuario, un refugio del ruido y el
desorden del mundo exterior. Esa tranquilidad permite una reflexión y una
oración más profundas, lo que a su vez puede fomentar una conexión más estrecha
con la familia, los vecinos, uno mismo y Dios.
De
hecho, el orden puede proporcionar un marco para nuestra vida espiritual. Si
sabemos dónde están las cosas, podemos encontrar fácilmente lo que necesitamos,
lo que nos hace más eficientes y, en última instancia, nos permite dedicar el
tiempo y la atención adecuados a nuestra fe. Por cierto, ¡esto también se
aplica al escritorio de tu ordenador!
Mantener el
equilibrio
Sin
embargo, es importante asegurarse de que el orden no se convierta en un sistema
rígido que ahogue la creatividad o la generosidad. El propio Aquino entendía
que el equilibrio entre orden y flexibilidad era beneficioso. Como un jardinero
que cuida de un paisaje floreciente pero siempre cambiante, debemos estar
abiertos a adaptar nuestros sistemas organizativos a medida que evolucionan
nuestras necesidades.
En
última instancia, el orden sirve a un propósito mayor: vivir una vida alineada
con el amor de Dios. Así que ya lo sabes, de esta forma podrás tener una vida
más ordenada.
Daniel Esparza
Fuente: Aleteia