Desde 2016 cada vez más gente asiste a esta misa, celebrada en la Capilla de San José de la Universidad Católica de Lille
Misa en la Capilla de San José, de la Universidad Católica de Lille. |
En la Universidad Católica de la ciudad del norte de
Francia casi mil estudiantes se reúnen cada semana, los martes a las
diez de la noche, para tener una misa con velas en la Capilla de San José.
Este proyecto ha ido aumentando progresivamente en aforo, incluyendo a nuevos
catecúmenos.
Fueron seis estudiantes los que, en 2016 y en una
pequeña capilla bajo la universidad, iniciaron esta idea. Llegando rápidamente
a los 300 asistentes, se trasladaron a un lugar más grande. En 2019 pasaron a
la restaurada la Capilla de San José, que llegó a servir como sala
de estudio, la cifra aumentó hasta los 600. En Cuaresma, la seguridad tuvo que
impedir el paso a cientos de personas porque superaban el aforo permitido de
900.
La estudiante de la universidad y jefa de comunicación
de la capellanía, Joséphine Auberger, ha comentado que, aparte de los
diferentes movimientos que actúan en la Iglesia, cree que «lo que más
probablemente atraerá a los jóvenes es la sencillez de
la belleza». Además, ha revelado que un amig o que solo asiste a
misa tradicional en latín ha encontrado allí su sitio «precisamente por su
búsqueda de la belleza».
Otro estudiante, que ejerce el cargo de vicepresidente
de la capellanía, Louis Tranié, agradece «el efecto JMJ de Lisboa», resaltando
la importancia que ha tenido el boca a boca «en este triunfo inesperado», así
como la oscuridad. La falta de luz acerca a «jóvenes alejados que no temen ser juzgados por sus
vecinos».
Quienes organizan esta celebración no pretenden
erigirse con ninguna identidad en concreto, sino que tratan de hacer resaltar
la belleza de la liturgia. Para ello, los sacerdotes ponen especial cuidado
en las predicaciones y en la música que acompaña la misa, cantada por un coro
polifónico, el cual han elogiado quienes participan por su profundidad.
El capellán de la universidad, el padre Charles Marie
Rigail ha apuntado la centralidad de la Palabra de Dios «que forma parte de una
larga historia y tradición, ofreciendo un ancla sólida para
todos», especialmente para aquellos que sienten un mundo de constante cambio y
lleno de inseguridades.
Para él, la manera de «tocar el corazón» de los
demás es «tratar de ofrecer algo lo más bueno y justo posible», acabando con
los prejuicios que sufre la Iglesia. Igualmente, piensa que la luz ayuda a
tener una experiencia «muy personal», imprescindible para vivir internamente
una misa debidamente.
El acompañamiento personalizado es
algo fundamental para poder crecer en la fe. Más aún para quienes tratan de
introducirse en ella. Por ello, el capellán trata de hablar con los
participantes tras la celebración. Esto le ha llevado a conocer que asisten
todo tipo de personas, «desde católicos practicantes hasta ateos», quienes,
impresionados, tratan de profundizar en el catolicismo.
El padre Rigail asegura que su intención no es que la
gente se convierta, sino redescubrir la liturgia. «No entenderíamos si estos jóvenes,
al llegar a sus parroquias locales, se desanimaran por celebraciones menos
atractivas. Al contrario, nuestro objetivo es aumentar su aprecio por la
liturgia y animarlos a implicarse más en sus parroquias para
realzar la belleza de las celebraciones», ha concluido.
Fuente: El Debate