Xiaolong Wang es un seminarista de la archidiócesis de Pekín que lleva dos años estudiando en el seminario Bidasoa de Pamplona gracias a la Fundación CARF. «Ser sacerdote en China es muy difícil, pero no tengo miedo», afirma
Foto: CARF |
Tiene 24 años
y ya desde niño Dios le hizo ver su vocación al sacerdocio. El 19 de marzo, día
de san José, Xiaolong Wang recibió la admisión a las sagradas órdenes menores
en el seminario Bidasoa, en Pamplona, gracias a la ayuda de la
Fundación CARF.
A las puertas
de la celebración de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Nativas,
la institución da a conocer el testimonio de Wang, a quien todos en España
llaman Felipe. Procedente de Liuhe, un pueblo situado al norte de China con un
porcentaje muy alto de cristianos, en esa zona la situación para los católicos
es fácil, porque en otros lugares del país, como en el sur, todavía hay muchas
cosas que mejorar para la práctica de la religión católica y de los que creen
en Dios, a pesar del acercamiento de los últimos años entre el
Vaticano y el Gobierno de la República Popular China.
«En China los
católicos hemos sufrido mucho. En estos últimos años la relación va mejorando,
pero queda mucho por hacer. El Papa Francisco está propiciando un mayor
acercamiento, pero el Gobierno chino pone sus pegas. Algunas diócesis del sur
de China no tienen obispo y hay muy pocos sacerdotes, y todavía existen
prohibiciones», comenta Felipe.
Este
seminarista chino ha tenido la gran suerte de pertenecer a una
archidiócesis con un gran número de católicos. No obstante, es consciente de
que, para evangelizar, antes hay que interiorizar las costumbres de la cultura
de China, de las tradiciones particulares de cada provincia y sortear las
peculiaridades de la actual China comunista.
Tanto él como
sus dos hermanos fueron educados en la fe católica. A los 6 años, ya percibió
en su interior su vocación: «Recuerdo un día que asistí a Misa con mi mamá. Me
sentí con mucha paz interior, y desde aquel día quise ser sacerdote. Siempre ha
sido el sueño de Dios y el mío».
Así, un año
más tarde, antes de cumplir los ocho años, comenzó a servir en el altar
ayudando al cura de su parroquia. Sin embargo, en la adolescencia empezó a
plantearse otra forma de vida como profesor de música, una pasión que le
encanta, pero esta incertidumbre le duró poco tiempo. Otro hecho le marcó para
siempre en su vocación: «Asistí y ayudé como acólito en la primera Misa de un
sacerdote joven en la parroquia de mi pueblo. Aquello me impactó. Entonces me
di cuenta de que tenía que continuar con mi sueño, y entré en el seminario
menor a los 16 años».
En su opinión,
la llave de la evangelización en China es el buen ejemplo de los sacerdotes.
«Lo primero la oración a Dios. Después, el ejemplo de los presbíteros,
acompañar a los fieles y apoyarles. También la adoración ante el Santísimo y el
santo Rosario son dos prácticas imprescindibles para conseguir la conversión de
mi país», afirma.
Junto a ello,
Felipe admira enormemente a los mártires que han sembrado la semilla de la
evangelización en China. «Sé que ser sacerdote en China es muy difícil, pero no
tengo miedo. Dios me dará la gracia y el Espíritu Santo guiará a los fieles de
mi país», expresa mientras, enviado por su obispo, se prepara para ser un buen
sacerdote en las Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de
Navarra, donde recibe una formación integral.
Sobre su
experiencia en España, reconoce que el primer año fue duro por no saber
absolutamente nada del idioma, pero gracias a los formadores y al rector, junto
con los compañeros y los profesores, eso ya no es un obstáculo. «La formación
de Bidasoa es muy buena y la liturgia es impresionante. Ahora soy el organista
del seminario y estoy muy contento», sonríe. También está disfrutando de los
viajes por España: Torreciudad, Almería, Zaragoza, la Javierada… «Recen por mí
como yo lo hago por todos los benefactores de la Fundación CARF, para que Dios,
el Señor, siga suscitando más vocaciones a la vida sacerdotal, sobre todo en
China», concluye.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega