"En un mundo dominado por las apariencias, por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del mal, la antigua lección de la prudencia merece ser recuperada"
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Lo dijo el
Papa en su catequesis durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro
reflexionando sobre la prudencia y continuando la serie de catequesis dedicadas
a las virtudes
La prudencia, junto con la
justicia, la fortaleza y la templanza, constituyen las virtudes que se definen
"cardinales". Y a esta virtud ha estado dedicada la catequesis de la
audiencia general de hoy en la Plaza de San Pedro. El Papa saludó a los fieles
y peregrinos y dijo que también esta vez, debido a su dificultad con la voz,
será el padre rosminiano Pierluigi Giroli, de la Secretaría de Estado, quien dé
lectura al texto preparado.
Las virtudes cardinales, explicó el
Papa, no son "prerrogativa exclusiva" de los cristianos, porque ya
eran patrimonio de la sabiduría de los antiguos, en particular de los filósofos
griegos. Jesús en los Evangelios habla de prudencia y exhorta repetidamente a
sus seguidores a ser prudentes. "En un mundo dominado por las apariencias,
por los pensamientos superficiales, por la banalidad tanto del bien como del
mal -observó Francisco-, la antigua lección de la prudencia merece ser
recuperada".
Ser prudente
no significa ser temeroso
Es importante, sin embargo, aclarar
el significado de la prudencia, afirmó el Papa. Sería un error, por ejemplo,
creer que es la característica "de una persona temerosa", siempre
titubeante ante la acción que debe emprender. “No es tampoco solamente la
cautela". Y continuó:
Conceder la primacía a la prudencia
significa que la acción del ser humano está en manos de su inteligencia y de su
libertad. La persona prudente es creativa: razona, evalúa, trata de comprender
la complejidad de la realidad. Y no se deja llevar por las emociones, la
pereza, las presiones, las ilusiones.
Prudente es
quien sabe elegir
Para Santo Tomás, la prudencia es
"la capacidad de gobernar las acciones para dirigirlas hacia el
bien", recordó Francisco, y subrayó que "prudente es quien sabe
elegir" y que en la vida concreta esto no siempre es fácil, a menudo de hecho
"nos sentimos inseguros y no sabemos hacia dónde ir".
Quien es prudente no elige al azar:
ante todo, sabe lo que quiere, luego pondera las situaciones, se deja aconsejar
y, con amplitud de miras y libertad interior, elige qué camino tomar.
Gobernar con
prudencia es armonizar las diferencias
Siempre es posible que cometamos
errores, pero con prudencia podemos evitar "grandes bandazos",
precisó el Papa, señalando que, “desafortunadamente, en todos los ambientes hay
quien tiende a liquidar los problemas con bromas superficiales o a suscitar
siempre polémicas”.
La prudencia, en cambio, es la
cualidad de quienes están llamados a gobernar: saben que administrar es
difícil, que hay muchos puntos de vista y que es preciso tratar de
armonizarlos, que no se debe hacer el bien de algunos, sino el de todos.
La prudencia
es saber conservar la memoria del pasado
El Papa observó luego que la
prudencia enseña muchas cosas: que "lo perfecto es enemigo de lo
bueno", que un exceso de celo, en algunas situaciones “puede generar
conflictos e incomprensiones", que es necesario ser previsor y tener en
cuenta el pasado:
La persona prudente sabe custodiar
la memoria del pasado, no porque tenga miedo al futuro, sino porque sabe que la
tradición es un patrimonio de sabiduría. La vida está hecha de una continua
superposición de cosas antiguas y cosas nuevas, y no es bueno pensar siempre
que el mundo empieza con nosotros, que tenemos que afrontar los problemas desde
cero.
La virtud de
la prudencia en el Evangelio
Jesús, afirmó el Papa Francisco,
muestra su aprecio por la prudencia: dice que "es prudente quien construye
su casa sobre la roca", elogia a las vírgenes prudentes que no se dejan
encontrar sin aceite para sus lámparas porque "la vida cristiana es una
combinación de sencillez y astucia". Y concluyó:
Al preparar a
sus discípulos para la misión, Jesús les recomienda: «Yo los envío como ovejas
entre lobos; sean entonces prudentes como las serpientes y sencillos como las
palomas». (Mt 10,16). Es como si dijera que Dios no sólo quiere que seamos
santos, sino que quiere que seamos santos inteligentes, porque sin prudencia
¡equivocarse de camino es cuestión de un momento!
Adriana Masotti - Ciudad del
Vaticano
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