Pablo Delgado de la Serna no ha tenido una vida sencilla. Desde que nació tuvo que luchar ante graves problemas de salud que nunca han desaparecido, y por eso mismo valora su vida y todo lo que significa.
Pablo Delgado de la Serna. Dominio público |
A
sus espaldas, Pablo lleva
32 operaciones, la amputación de una pierna, tres trasplantes de riñón,
diálisis desde hace años y un cáncer… Y aún así nada de esto le ha robado las
ganas de vivir. En una entrevista en COPE motivada por su
participación en el Congreso Nacional Provida, este esposo y padre de familia
confiesa a que a sus 46 años tiene un 81 por ciento de discapacidad y va seis
días a la semana durante tres horas a diálisis. Ha pasado por momentos muy
duros y por muchos días difíciles. Pero él lo tiene claro: “una cruz abrazada pesa menos que una cruz arrastrada”.
Por
eso es un defensor de toda vida. Pablo señala que Dios le ha dado este regalo
de la vida en un envoltorio muy feo pero que valora cada día: “Probablemente si no hubiese
sufrido no hubiese valorado mi vida. Lo importante no es tener más y
menos sino jugar las cartas que tenemos”.
Pese
una vida marcada por la enfermedad desde que apenas tenía seis meses de vida,
se reconoce como una persona afortunada: “A mí me ayuda el tener fe, confianza, esperanza y el ser
agradecido”. Del mismo modo, considera a su mujer Sara y a su hija
Amelia como los otros pilares fundamentales en los que se sustenta su vida. “A
Amelia le ha tocado pero Sara es la heroína de la historia porque ella ha
podido elegir. Si ella mañana desaparece no tendrá una enfermedad en su casa”,
agrega Pablo en Cope.
El
sufrimiento ante la enfermedad no siempre ha sido fácil de llevar pero esto lo
ha ido transformando en confianza y abandono a lo Alto. Por ello, asegura desde
su experiencia que “Dios
en la prueba nos da la gracia. Eso me ha dado libertad y mucha paz.
Vivo de una forma muy generosa, yo lucho por la supervivencia”.
Y
todo esto que vive y siente se lo transmite a sus alumnos de la Universidad
Francisco de Vitoria, centro en el que imparte clase. A estos jóvenes -asegura-
siempre les transmite su vida de una forma muy directa porque durante el curso
siempre suele ser hospitalizado. “Ellos han vivido mis operaciones. A mis alumnos les impacta que me
cortaran una pierna. Hay que valorar que sí somos y tenemos”, agrega
con confianza.
Fuente:
ReL