Dios creó el mundo como algo bueno. La existencia del mal en el mundo, por un lado, desconcierta al hombre, pero, por otro, sigue siendo un misterio
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En
los tiempos inciertos en los que vivimos, es natural hacerse preguntas
profundas; y como cristianos, esas preguntas, naturalmente, suelen involucrar a
Dios y a nuestra fe. Nada de qué escandalizarnos. Al prender las noticias, al
platicar con amigos o echar un vistazo a redes sociales encontramos incontables
razones para preocuparnos, entristecernos y molestarnos.
Es
muy probable que, en algún momento de tu vida que hayas preguntado: Ante tanta
maldad y cosas terribles que suceden sin ser la voluntad de Dios, ¿por qué creó
Dios el mundo? Mons. Alojzij Cvikl, arzobispo de Maribor, en Eslovenia, tiene
una reconfortante respuesta que Aleteia resume en los siguientes puntos:
1. DIOS ES TODOPODEROSO Y ETERNO
Monseñor
comienza por aclarar que, al buscar una respuesta a esta pregunta, debemos ante
todo ser conscientes de que cuando pensamos en las decisiones de Dios, «tenemos
ante nosotros a un Dios que es todopoderoso y eterno».
Y
añade:
«Dios
trasciende infinitamente las percepciones y el conocimiento del hombre. El
misterio de Dios puede ser aprehendido por el hombre en la fe y la confianza,
pero no puede dar la respuesta definitiva en cuanto a Su esencia, ser y
conducta. El apóstol Pablo lo expresa bellamente cuando escribe:
‘¡Oh
profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
incomprensibles son sus designios e inescrutables sus caminos! ¿Quién ha
conocido la mente del Señor? ¿O quién ha sido su consejero? ¿O quién le ha dado
algo antes para que Él se lo devuelva? Porque de Él, por Él y para Él son todas
las cosas: a Él sea la gloria por los siglos'»(Rom 11,33-36).
2. DETRÁS DE TODO HAY UN CREADOR
Por
otra parte, continua el arzobispo, Dios mismo nos dice a través de la Biblia
que detrás de todo lo que existe hay un Creador; es decir, «un Dios que es un
ser personal y con el que el hombre puede entablar una relación personal».
«Él
creó todo lo que existe: el universo, la tierra, los seres vivos… Como corona
de la creación, Dios creó al ser humano, que ocupa un lugar especial en la
creación porque se le concede la primacía sobre todas las criaturas.
Para
que el hombre sea capaz de realizar las tareas que esta primacía le confía,
Dios ha dotado especialmente al hombre y lo ha creado semejante a Él.
Si
el mundo es obra de Dios, significa que las cosas creadas reflejan a Dios y
señalan su grandeza. Por tanto, a partir de la creación, el hombre puede
descubrir y conocer al Creador.
Al pensar así,
¿no vemos también la primera respuesta a la pregunta de por qué y para qué el
mundo y por qué el hombre en el mundo?»
3. EL MUNDO FUE
CREADO COMO ALGO BUENO
La Biblia lo dice. Dios hizo todo lo creado con amor y bondad; y
señala el arzobispo: «Incluso a través de la creación, Dios quiere compartir su
vida con nosotros».
«Antes de la creación del mundo nos eligió en Él, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de Él en el amor» (Ef 1,4).
Sin embargo, tarde o temprano surge para el hombre la cuestión del
mal en el mundo. ¿Por qué suceden cosas malas en el mundo, cosas que no son
voluntad de Dios, por qué el mal, por qué el sufrimiento?
«Esta es también una pregunta a la que los seres humanos no somos
capaces de dar una respuesta completa e inequívoca, y la existencia del mal en
el mundo, por un lado, desconcierta al hombre, pero, por otro, sigue siendo un
misterio», comenta Mons. Alojzij.
Dentro de la Iglesia es frecuente escuchar que el mal o el
sufrimiento son las consecuencias directas del pecado, ya que el hombre, al
pecar, abusa del libre albedrío que Dios Padre le regaló y rechaza el plan que
Él tiene para su vida, pero Monseñor añade que, de este modo, solo podemos
responder parcialmente a la pregunta del origen del mal, no respondemos el ‘por
qué’.
«Es cierto que el hombre que se aleja de Dios cae en el
sufrimiento. En este sentido, al sufrimiento se le podría dar incluso una
connotación positiva, ya que a lo largo del camino a uno se le recuerda de
algún modo que ha obrado mal y se le invita a arrepentirse y a mejorar».
Adán y Eva
Para explicarlo mejor, el arzobispo recurre al relato bíblico de Adán y Eva y nos dice
que nuestros primeros padres cayeron porque querían ser como Dios.
«Este pecado
no es solo el de los primeros padres, sino que cada uno de nosotros experimenta
sus propios efectos secundarios personales, su propia pecaminosidad, y todos
nos enfrentamos al sufrimiento. También existe en nosotros el deseo de mejorar,
de ser perdonados y de tener la posibilidad de un nuevo comienzo, de un nuevo
camino.
El hombre solo
puede elegir libremente, por propia inclinación, el camino que conduce a la
realización personal, pero, por supuesto, también puede elegir un camino
diferente, alejado de Dios y alejado de sí mismo.
Qué apropiada es en este sentido la petición del
Presagio: ‘Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo'».
Este artículo se realizó con
información publicada por primera vez en el semanario «Družina» (Familia),
volumen 73, número 4, de
Eslovenia.
Alojzij Cvikl
Fuente: Aleteia