Nicasio Fernández Pozuelo pasó 45 años en la diócesis brasileña de Serrinha. «La gente sabía que podía contar con su pericia para reservar el Santísimo con pocos medios», afirma un compañero
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El misionero durante una visita a su localidad natal. Foto: Ayuntamiento Villanueva de la Cañada |
El domingo
pasado falleció, a los 90 años de edad, el sacerdote misionero madrileño
Nicasio Fernández Pozuelo, autor de 200 sagrarios que dejó en las comunidades de
Brasil en las que trabajó.
Nicasio nació
en Villanueva de la Cañada, Madrid, en 1934, y se ordenó sacerdote en 1960.
Tras diversas responsabilidades en parroquias de la archidiócesis de Madrid,
partió para la misión en Brasil en 1979, donde trabajó como misionero durante
más de 40 años, más un interludio de cuatro años que pasó en Ecuador. Durante
todo este tiempo trabajó codo a codo junto a otros sacerdotes misioneros
españoles de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA), a
quienes la Iglesia recuerda precisamente el próximo domingo con motivo
del Día de Hispanoamérica.
En la actual
diócesis de Serrinha fundó durante su ministerio más de 60 capillas y más de 90
comunidades cristianas, todas ellas con su sagrario para que fueran acompañadas
en su vida de fe por el Señor en la Eucaristía. «Yo conocí a Nicasio en 1999,
en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, de Madrid, que estaba hermanada
con la suya», recuerda hoy otro misionero de la OCSHA en Brasil, Luis Miguel
Modino. «Yo era un cura joven y un verano fui con un grupo de fieles a conocer
su labor allí», hasta que un día decidió emprender su misma aventura misionera
en Brasil.
Modino pudo
conocer entonces de primera mano que Nicasio «se preocupaba mucho de crear no
solo la estructura de la Iglesia allí, sino también la formación que daba a la
gente para que después pudieran ellos llevar las celebraciones». Esto se debe a
que la parroquia del misionero madrileño «contaba con muchas comunidades y,
como es lógico, él no podía estar presente siempre ni siquiera todos los
domingos».
Aun así,
«Nicasio siempre fue muy bien valorado por aquellos a los que fue enviado, y
eso se percibía claramente cuando se le visitaba. Notabas que sus fieles
percibían su esfuerzo para estar con ellos y celebrar los sacramentos para
ellos, y él siempre se mostraba próximo con todos», asegura.
Sobre la labor
del misionero elaborando sagrarios, Luis Miguel Modino recuerda que «él
trabajaba la madera y en un momento dado decidió hacer lo que sabía y ofrecerlo
al servicio de sus comunidades». Así, a medida que iba levantando capillas
«Nicasio iba también esculpiendo los sagrarios para ellas. Siempre cuidó mucho
la liturgia y la gente sabía que podía contar con esa pericia suya para
reservar el Santísimo con pocos medios. E incluso construyó sagrarios para
otras comunidades de otras parroquias al correrse la voz de su habilidad»,
concluye.
Juan Luis Vázquez
Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y
Omega