Las pasiones no son siempre malas, "nos corresponde a nosotros, con la ayuda del Espíritu Santo”, encontrar su “justa medida", nos corresponde a nosotros "educarlas bien para que se vuelvan hacia el bien"
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Este vicio, definido como destructor de las
relaciones humanas, estuvo en el centro de la reflexión de Francisco en la
audiencia general: tiene una fuerza penetrante que perdura en el tiempo, por lo
que debe remediarse rápidamente ejercitando "el arte del perdón, en la
medida en que esto sea humanamente posible". Pero no se es humano ni
cristiano si uno no se indigna ante una injusticia.
Las pasiones no son siempre malas, "nos
corresponde a nosotros, con la ayuda del Espíritu Santo”, encontrar su “justa
medida", nos corresponde a nosotros "educarlas bien para que se
vuelvan hacia el bien". Al final de su catequesis en la
audiencia general de hoy, tras hablar del vicio de la ira y de su poder
"destructivo", el Papa Francisco afirmó que también existe "una
santa indignación", como la que es necesario sentir ante una
injusticia.
“No permitan que la noche los sorprenda enojados, dando así ocasión al
demonio […]. Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los
insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y
compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en
Cristo. (Ef 4,26-27.31-32).”
La ira es un vicio desenfrenado
"Es un vicio que no deja tregua", afirmó el
Papa en el Aula Pablo VI, hablando de la ira y continuando así la serie de
profundizaciones sobre los vicios y las virtudes iniciada en la audiencia del
pasado miércoles 27 de diciembre. A menudo la ira, de hecho, no se dirige sólo
contra quien creemos que nos ha hecho mal, sino también contra la primera
persona que resulta estar a nuestro alcance. Y Francisco dió un ejemplo de
ello:
Hay hombres que contienen su ira en el lugar de
trabajo, demostrándose tranquilos y compasivos, pero que una vez llegados a la
casa se vuelven insoportables para la esposa y los hijos. La ira es un vicio
desenfrenado: es capaz de quitar el sueño y de hacernos continuamente maquinar
en nuestra mente, sin lograr encontrar una barrera para razonamientos y
pensamientos.
Llegar pronto a la reconciliación
La ira, prosiguió Francisco, "es un vicio
destructivo de las relaciones humanas", y expresa la incapacidad de
aceptar a quien es distinto de nosotros o piensa de manera diferente; provoca
resentimiento que termina involucrando no sólo ciertos comportamientos, sino a
toda la persona que tenemos delante. Es un vicio que quita lucidez y que a
menudo no se calma con el paso del tiempo. Por eso es importante, sostuvo el
Papa, tratar de afrontar enseguida el problema y llegar a la reconciliación:
Si durante el día puede surgir algún malentendido, y
dos personas dejan de entenderse, percibiéndose de pronto alejadas, no hay que
entregar la noche al diablo. El vicio nos mantendría despiertos en la
oscuridad, rumiando nuestras razones y errores inexplicables que nunca son
nuestros y siempre del otro. Es así: cuando una persona está dominada por
la ira, siempre dice que el problema es del otro. Nunca es capaz de reconocer
sus propias faltas, sus propios defectos.
Ejercitarse en el arte del perdón
Jesús en el "Padrenuestro" nos hace orar
para nuestras relaciones humanas: en la vida tenemos que tratar con los
deudores incumplidores frente a nosotros; como ciertamente nosotros – observó
Francisco - “no siempre hemos amado a todos en justa medida”:
Todos somos pecadores, todos, y todos tenemos las
cuentas en números rojos: no lo olviden. Y, por tanto, todo tenemos que
aprender a perdonar para ser perdonados. Los hombres no permanecen juntos si no
se practican también en el arte del perdón, siempre que esto sea humanamente
posible. Lo que contrarresta la ira es la benevolencia, la amplitud de corazón,
la mansedumbre, la paciencia.
Existe una "santa
indignación"
Si la ira es un vicio terrible porque está "en el
origen de las guerras y la violencia", subrayó a continuación el
Pontífice, no siempre somos responsables de que surja en nosotros, somos, sin
embargo, responsables de su desarrollo. Además, prosiguió, es un sentimiento
que no siempre hay que negar, pues existe una "santa indignación, que no
es 'ira', sino un movimiento interior:
Y a veces es bueno que la ira se desahogue de la
manera adecuada. Si una persona no se enfada nunca, si no se indigna ante la
injusticia, si no siente algo que le estremece las entrañas ante la opresión de
un débil, entonces significaría que no es humana, y mucho menos cristiana.
Francisco señala a Jesús, a quien
el Evangelio describe a veces como indignado, pero que "nunca respondió al
mal con el mal". "Nos corresponde a nosotros, con la ayuda del
Espíritu Santo - concluyó - encontrar la justa medida de las pasiones",
nos corresponde "educarlas bien para que se vuelvan al bien y no al
mal".
Adriana Masotti - Ciudad del Vaticano