Gracias a un taller creado en 2020 por una fundación italiana que trabaja con presos en los lugares más atormentados del mundo, la parroquia de la Sagrada Familia sigue pudiendo celebrar la Eucaristía. Cuando el pasado 7 de enero unos niños celebraron allá la primera comunión, las hostias se habían producido allí.
![]() |
Dominio público |
Iniciado en 2015 en la cárcel de Opera, cerca de Milán, el
proyecto de producción de hostias, en los lugares más atormentados del planeta
y entre las personas más heridas o marginadas, está ahora presente en 19
realidades de todo el mundo. Incluida precisamente la Franja de Gaza, donde,
sin ese laboratorio, la parroquia no tendría ni siquiera hostias para celebrar
la Eucaristía, ya que no llega nada, ni siquiera productos de primera necesidad
y medicinas. «El hecho de que el taller siga funcionando a pesar de la guerra
es para nosotros un signo de que ese pan se convierte en Jesús que vino a
salvarnos. Las personas que hacen las hostias sonríen. En sus ojos puedes ver
realmente el significado de la Eucaristía. Es algo que me llama mucho la
atención dentro de ese drama», dice Mosca Mondadori.
El taller se inició en 2020 gracias al interés del Card.
Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén: «Primero contribuimos a
la renovación del local y trajimos las máquinas con la ayuda de las monjas del
Hogar Niño Dios de Belén», prosigue Mosca Mondadori, «actualmente hay varias
personas trabajando allí de forma voluntaria. Nosotros, como Fundación,
apoyamos a la comunidad y, en particular, a las personas más necesitadas, que
en este momento son prácticamente todas». Y añade: «Nos gustaría poder volver a
esos lugares, para estar lo más cerca posible de su gente, sobre todo en estos
momentos tan difíciles y tristes. Mientras tanto, intentemos al menos mantener
vivo este proyecto. A ver a dónde nos lleva».
La iniciativa, nacida para testimoniar la presencia real de
Cristo en la Eucaristía, ya había encontrado un lugar de acogida extraordinario
en Palestina: Belén, que significa «Casa del Pan». Allí, las Hermanas Siervas
del Señor y de la Virgen de Matara, pertenecientes a la Familia Religiosa del
Verbo Encarnado, crearon un centro de acogida llamado Hogar Niño Dios para niños
y jóvenes con discapacidades físicas y psíquicas. Actualmente acoge a unos
cuarenta, entre ellos muchos musulmanes abandonados por familias a menudo muy
pobres o indigentes precisamente a causa de sus discapacidades. Hoy, varios de
estos chicos y chicas trabajan en el taller produciendo hostias, que luego se
donan a algunas Iglesias de Tierra Santa y Jordania y a la propia Basílica de
la Natividad.
«Allí, donde nació Jesús, se hacen continuamente hostias»,
señala Mosca Mondadori, «y son precisamente los niños con discapacidad quienes
las producen. El Hogar Niño Dios es un hogar donde la gente se siente
verdaderamente acogida. Y, como en todos los demás lugares donde se producen
hostias, es un lugar de renacimiento».
Esto todavía es visible hoy en día donde todo comenzó: la
prisión de Opera, cerca de Milán. Es aquí, de hecho, donde, con motivo del
Jubileo de la Misericordia de 2015-2016, Arnoldo Mosca Mondadori tuvo la
intuición de dar vida a esta iniciativa, en la que participan personas
condenadas por asesinato. Ya en enero de 2016, el Papa Francisco consagró a
algunos de ellos con motivo del Jubileo de los Migrantes. «La fuerza y la
inmediatez de este proyecto, que ve el pan para la celebración eucarística
producido por quienes en su pasado han matado, pero han seguido un auténtico
camino de conversión interior y arrepentimiento», explican desde la Fundación
Casa del Espíritu y de las Artes, que también cuenta en este proyecto con el
apoyo de la Fundación Ennio Doris, «ha favorecido la adhesión de cientos de
diócesis italianas y extranjeras, congregaciones religiosas, parroquias,
monasterios, realidades cristianas y católicas, que han recibido y siguen
recibiendo gratuitamente las hostias, cuya producción se cuenta ya por
millones».
«El encuentro con el Papa Francisco cambió mi vida», concluye
Arnoldo Mosca Mondadori. «Después de encontrarme con su luz, elegí dedicarme
por completo al servicio. Lo siento como una misión. El Papa me ha conducido
naturalmente por este camino. Su paz me golpea cada día y su presencia es hoy
un faro para todos. Gracias al Papa Francisco, cada día derribamos los muros de
la indiferencia e intentamos construir puentes».
Fuente: Asia news/InfoCatólica