La violencia contra la Iglesia da alas a la entrega de los jóvenes, asegura la responsable de ACN para Nigeria, país al que dedica su campaña de Navidad. El martirio de un benedictino es prueba de ello
Seminaristas de Bare en Nigeria. Foto: ACN. Dominio público |
«Los cazadores de la
aldea hicieron una batida por el bosque» buscando a los novicios. Aunque la
vida contemplativa en Nigeria es «relativamente joven» —desde 1970— y puede
extrañar que unos religiosos no hagan pastoral y se dediquen solo a la oración
y el trabajo, se habían ganado el cariño de los vecinos, que los visitan para
rezar y pedir consejo o ayuda material. Pero la búsqueda de los aldeanos fue
inútil. Los captores de los novicios los obligaron a caminar descalzos durante
dos días a base de palizas. El día 18 por la noche, al ver que Godwin tenía un
pie herido, le pegaron un tiro. Uno de los últimos gestos que Peter recuerda de
él, declaró a ACI Prensa, es «el amor en sus
ojos» cuando, horas antes, sus captores aflojaron sus ataduras para que
acercara unas galletas a la boca de sus compañeros. También los animaba, por
señas, a rezar. «Era una persona generosa y de oración», recuerda Ekesiobi.
El suplicio de los
supervivientes se prolongó tres días más. Sus captores exigían 175.000 euros.
Pero «la Iglesia no permite los rescates y el monasterio no pagó un centavo»,
asegura su portavoz. Finalmente, fueron liberados el 21 de octubre. Pasaron
varios días en el hospital y ahora «reciben tratamiento para recuperarse de
esta experiencia tan traumática» de la mano de un sacerdote local. Al
principio, los 24 monjes «nos fuimos a un monasterio al este del país por
seguridad y para reponernos del shock». Regresaron a
Eruku para el funeral de Godwin, el 22 de noviembre. Pasan el día en el
monasterio, pero duermen en otro edificio «hasta que consigamos fondos para una
verja».
Las medidas de seguridad
son una de las partidas para las que la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia
Necesitada pide apoyo con su campaña de Navidad a favor de Nigeria, con el lema Iglesia mártir, Iglesia viva. Trata de responder al aumento de necesidades por la
creciente violencia. Kinga von Schierstaedt, responsable de proyectos para el
país, explica que les solicitan ayuda para «reconstruir estructuras destruidas»,
atender a los desplazados y para la pastoral. «También nos llena de alegría»
que de las zonas más difíciles reclamen fondos «para formar a seminaristas. A
pesar del peligro crecen las vocaciones». Ekesiobi ratifica que el ataque a su
monasterio «ha inflamado nuestro celo por dar testimonio de Cristo hasta
derramar la sangre». En medio de la violencia, los contemplativos están
llamados a «orar sin cesar para que Dios intervenga» y a transmitir que «el
futuro es brillante porque Él está con nosotros».
María
Martínez López
Fuente:
Alfa y Omega