Puede que existan muchos caminos, pero tratar a todas las personas con igualdad y justicia es una conducta que nos encamina hacia la felicidad
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Esto se refiere a las
actitudes simples y posibles, por ejemplo el perdón. No se puede vivir sin
el perdón, y por eso ejercitarlo es condición para ser feliz. Tratar a
todas las personas con igualdad y justicia es otra conducta que nos sitúa en el
camino de la felicidad.
Según San
Agustín, solo el amor de Dios nos da la verdadera
felicidad. Por tanto, solo Él es digno del mayor amor que podamos
sentir. Por eso la ausencia de Dios es el infierno mismo, el dolor más
grande que uno puede experimentar. Y no porque Dios o la Iglesia lo
crearon y lo quisieron, sino como resultado de una decisión angelical de negar
a Dios. Por tanto, debemos comprender que la libertad y la felicidad solo
provienen de Dios.
Diferencia entre alegría y felicidad
A menudo hacemos una distinción importante
entre los conceptos de alegría y felicidad. En el primer caso, aunque la
alegría es uno de los frutos del Espíritu Santo, se trata de una satisfacción
momentánea. La felicidad, por otra parte, no es un estado definitivo, sino
una obra en construcción permanente que depende del ejercicio de la
espiritualidad, el amor, la compasión y la humildad.
En otras palabras, para ser verdaderamente felices necesitamos actualizar las bienaventuranzas en nuestra vida en todo momento. Como ya hemos visto, son la “receta para la felicidad” dada por el mismo Jesús. Felices aquellos que, con sus actitudes, hacen presente el Reino de Dios en el mundo de hoy. Hacer caridad (ayudar a los demás sin esperar nada a cambio) es una de las bienaventuranzas que enseña el Señor. Aquí está la pregunta: ¿Dónde tenemos que cambiar? De nada sirve proponernos hacer algo grandioso, porque ciertamente no podremos lograrlo y, de hecho, nada cambiará.
Dentro de casa, ¿qué debemos
revisar? En este sentido hay mucho que mejorar. Cuando nos invitan a
la casa de alguien, no importa la sencillez del ambiente, pero sí la atención
que se presta. Recibir a una persona y dejarla a un lado para hablar por
teléfono o con la televisión encendida es una total falta de
consideración. El mismo cuidado debemos tener con nuestros familiares en
esos momentos en los que estamos juntos para comer o simplemente para
conversar.
En el trabajo
el cambio también es necesario. Intenta identificar los comportamientos
que te impiden alcanzar tus objetivos y no dudes en cambiarlos.
En la vida
espiritual, ¿por qué no empezar con una mayor asistencia a misas y
celebraciones religiosas? Puede que no lo parezca, pero estas actitudes
marcan la diferencia. No necesitamos emprender transformaciones
importantes de inmediato. Al fin y al cabo, para buscar a Dios tenemos que
empezar por algún lado, así que comencemos por los cambios que están a nuestro
alcance. “Muéstrame el camino que lleva a la vida. Tu presencia me
llena de alegría y me trae felicidad para siempre” (Sal 16,11).
Reginaldo Manzotti
Fuente: Aleteia