El presentador habla de la necesidad de formatos familiares en televisión y defiende el diálogo entre nietos y abuelos: «es la mejor lección de vida que pueden tener, sin duda»
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Ramón García durante la presentación del programa El Gran Prix. Foto: RTVE |
Ramón García
afrontó este verano un gran reto: volver a presentar Grand Prix, 18 años
después de su desaparición en la pantalla. Se encuentra muy feliz con el
resultado y con la experiencia vivida: «Ha sido un bombazo. El programa más
visto en todas las televisiones, que tiene su mérito».
En Alfa y
Omega, el conocido presentador de televisión habla de los formatos familiares
en televisión, del diálogo intergeneracional entre nietos y abuelos y de la
participación de curas en el programa: «El primero de Madrid se me rompió. Se
cayó y se pegó un tortazo. El pobre tuvo que salir en camilla».
Ha sido un
bombazo. El programa más visto en todas las televisiones, que tiene su mérito.
Un formato que nació hace 28 años. Al final, cuando un programa tiene las
claves del entretenimiento, de la diversión, y es un programa sencillo de ver,
pues encaja. Y ahí están los datos. Es un orgullo.
Había gente que
pensaba que no, que eso era antiguo, pero al final esta edición, 18 años
después, ha demostrado con unos datos de media por encima de cualquier programa
que no solamente es posible, sino que ha triunfado por encima de todos los
demás.
Pero fíjate.
Además de la audiencia, que es importante y es lo que mide el éxito de los
programas, para mí el reto de la vuelta del Grand Prix (lo dije antes
de empezar) era intentar que los niños, que ya no ven la tele, se sienten
delante del televisor. ¿Tendrá el Grand Prix todavía el imán para
eso? Ha sido espectacular.
Lo más bonito,
que es lo que yo quería. Acabo de llegar a la tele, aquí a Toledo y me para un
compañero y me dice: «Ramón, tengo que darte la enhorabuena, porque hemos visto
este verano la tele mi hijo, mi mujer, mis padres y yo. Las tres generaciones».
Ver la tele en familia, eso ya no pasa. No hay ningún acontecimiento televisivo
que una a la familia para ver la tele. Y el Grand Prix lo ha vuelto a
hacer. Ese era, por encima de la audiencia, mi reto. Y lo he conseguido y
además con audiencia. Así que estoy muy feliz con la vuelta del Grand Prix.
Creo que los
nietos, tienen que tener un diálogo fluido con los abuelos. Yo lo tuve con los
míos. Yo creo que eso se ha perdido un poco con el paso de los años, y creo que
hablar de familia es hablar de eso, es hablar de que los niños hablen con los
más mayores de la casa, porque de ellos se aprende. No las batallitas del
abuelo, sino la cantidad de vivencias que se pueden amoldar a la vida y
al carácter de cada uno. Y si el niño o la niña quiere, y el abuelo o
la abuela se presta, esa es la mejor lección de vida que pueden tener, sin duda
alguna.
Ha sido muy
bonita su participación. Yo creo que la Iglesia debe propiciar el acercamiento
de los curas jóvenes a la gente joven, pero sobre todo a la gente normal. No es
decir «venga usted a la iglesia». No, no, no: yo voy a verlo a usted a su casa,
voy a participar con usted de sus fiestas, me voy a tomar un vino con usted. ¡Y
soy cura, pues muy bien! Intentar acercarse a la sociedad con normalidad. Yo
creo que el quid de la cuestión, del futuro de la Iglesia es ese: que
las personas que representan a la Iglesia no es que estén cerca de la gente, es
que sean la gente. Y cuando se rompa esa barrera, yo creo que eso va a
funcionar perfecto.
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y
Omega