En su discurso de acción de gracias tras la Misa celebrada en el Steppe Arena de Ulán Bator, el Papa Francisco animó al querido pueblo mongol a avanzar con mansedumbre y sin miedo y a crecer juntos en la fraternidad.
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Más de dos mil personas asistieron a la Misa que el Papa celebró en el Steppe Arena de Ulán Bator |
Recordó
asimismo al sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin e invitó a rezar con
sus palabras escritas en el desierto hace 100 años
Dios “se complace en realizar cosas grandes en la
pequeñez”. El Papa Francisco, al final de la Misa celebrada en el Steppe
Arene de Ulán Bator, pronunció esta frase a los fieles de Mongolia, a
quienes definió sin retórica, “buenos cristianos y ciudadanos honestos”. Su
discurso de agradecimiento, más que un acto formal o debido, reconfortó como la
caricia de un padre que no olvida a nadie.
“Sigan adelante, con mansedumbre y sin miedo, sintiendo la cercanía y el aliento de toda la Iglesia, y sobre todo la mirada tierna del Señor, que no se olvida de nadie y mira con amor a cada uno de sus hijos”
Trabajar para crecer en fraternidad
Al saludar a los obispos, sacerdotes, consagrados y
consagradas, autoridades y a los numerosos peregrinos procedentes del inmenso
continente asiático, y a todos los que han trabajado en la organización de este
viaje, Francisco hizo hincapié en quienes ayudan a la Iglesia local,
sosteniéndola espiritual y materialmente, y en los hermanos y hermanas de otras
confesiones cristianas y de otras religiones, a quienes confió una tarea:
“Sigamos creciendo juntos en la fraternidad, como
semillas de paz en un mundo tristemente asolado por tantas guerras y
conflictos”
Y si bien es cierto que en mongol "gracias"
significa "alegrarse", el Papa afirmó que su acción de gracias está
llena de alegría, por lo que insistió:
“Es un ‘gracias’ grande a ti, pueblo mongol, por el don
de la amistad que he recibido en estos días, por tu auténtica capacidad de
valorar también los aspectos más sencillos de la vida, de custodiar con
sabiduría las relaciones y las tradiciones, de cultivar la cotidianidad con
cuidado y atención”
El recuerdo de Pierre Teilhard de
Chardin
La Misa es una acción de gracias,
"Eucaristía", concluyó el Papa Francisco al recordar al sacerdote
jesuita Pierre Teilhard de Chardin, y la oración que elevó a Dios hace 100 años
en el desierto de Ordos, no lejos de la Steppe Arena.
“Me prosterno, Dios mío, ante tu Presencia en el
Universo, que se ha hecho ardiente, y en los rasgos de todo lo que encuentre, y
de todo lo que me suceda, y de todo lo que realice en el día de hoy, te deseo y
te espero”.
El padre Teilhard – explicó el Pontífice – se
dedicaba a la investigación geológica. Un día anhelaba celebrar la Santa Misa,
pero no llevaba consigo ni pan ni vino, por lo que compuso su "Misa sobre
el mundo", expresando así su ofrenda:
“‘Recibe, Señor, esta Hostia total que la Creación,
atraída por Ti, te presenta en esta nueva aurora’. Una oración similar había
nacido ya en él durante la Primera guerra mundial, mientras estaba en el
frente, ejerciendo como camillero”
Este sacerdote –
recordó además el Papa – a menudo incomprendido, había intuido que “la
Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo” y que es
“el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida
inagotable”, incluso en un tiempo de tensiones y de guerras como el nuestro.
Recemos hoy – pidió el Santo Padre – con las palabras
del padre Teilhard: “Verbo resplandeciente, Potencia ardiente, Tú que
amasas lo múltiple para infundirle tu vida, abate sobre nosotros, te lo ruego,
tus manos poderosas, tus manos previsoras, tus manos omnipresentes”. Y
entre aplausos, el Papa Francisco concluyó diciendo:
“Hermanos y hermanas de Mongolia, gracias por su
testimonio, bayarlalaa! ¡gracias!. Que Dios los bendiga. Están en mi corazón y
permanecen en él. Acuérdense de mí, por favor, en sus oraciones y en sus
pensamientos”
Saludo del cardenal Marengo
Antes de la bendición final, el cardenal Giorgio
Marengo, prefecto apostólico de Ulán Bator, agradeció a Francisco su presencia
"fuente de profunda emoción", como peregrino de la paz y portador del
fuego del Espíritu, ese fuego que ilumina, calienta y reconforta incluso cuando
no se ven las llamas resplandecientes.
"Ahora que hemos tocado con nuestras propias
manos lo querido que es para usted este pueblo de Dios en Mongolia – dijo el
purpurado – deseamos aceptar su invitación a ser testigos alegres y valientes
del Evangelio en esta tierra bendita. Siga apoyándonos con su palabra y su
ejemplo; sólo tendremos que recordar y poner en práctica lo que hemos visto y
oído en estos días".
El cardenal Marengo anticipó el regalo de una joven
formada en las instituciones educativas de la Iglesia católica: un marco que
contiene una antigua inscripción mongola de la palabra "bayarlalaa",
que significa "gracias". Ese gracias deriva del verbo “bayarlakh”,
que significa precisamente “alegrarse” y alude a la Evangelii gaudium,
recordando a todo cristiano que su misión de anunciar el Evangelio debe
cumplirse con alegría.
Cecilia Seppia – Ciudad del Vaticano
Vatican News