Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial en Polonia, surge la inspiradora figura de San Maximiliano Kolbe, conmemorado el 14 de agosto. Su valiente lucha por las almas encontró eco a través de una imprenta y un poderoso instrumento adicional: la Medalla Milagrosa.
![]() |
Dominio público |
“Aunque una persona sea del peor tipo, si tan solo acepta
llevar la medalla, dársela... y luego rezar por él, y en el momento oportuno
esforzarse por acercarlo a su Madre Inmaculada, para que pueda recurrir a ella
en todas las dificultades y tentaciones”, son las palabras de Kolbe sobre la
Medalla.
“Esta es verdaderamente nuestra arma celestial”, aseguró el
santo, describiendo la medalla como “una bala con la que un soldado fiel golpea
al enemigo, es decir, al mal, y así rescata las almas”.
La Medalla Milagrosa es un sacramental inspirado en la
aparición mariana a Santa Catalina Laboure en París en 1830. La Virgen María se
le apareció como la Inmaculada Concepción, estaba vestida de blanco y de pie
sobre un globo con la luz saliendo de sus manos y aplastando una serpiente bajo
su pie.
“Una voz me dijo: ‘Hay que hacer una medalla semejante a
esto que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección
de la Virgen’”, reveló Santa Catalina en su momento.
Como seminarista franciscano que estudiaba en Roma en 1917,
Kolbe se sintió conmovido por la historia del papel que jugó la Medalla
Milagrosa en la conversión de Alfonso de Ratisbona.
Ratisbona era un francmasón francés y un ateo de ascendencia
judía que recibió la gracia de la conversión mientras llevaba una Medalla
Milagrosa que le entregó uno de sus amigos católicos en Roma. La Virgen María
se le apareció el 20 de enero de 1842 en una capilla lateral de la Iglesia de
Sant'Andrea delle Fratte en Roma.
San Maximiliano Kolbe eligió celebrar su primera Misa el 29
de abril de 1918 en la capilla lateral de Sant'Andrea delle Fratte, donde la
Virgen María se apareció a Ratisbona.
Este último fue ordenado sacerdote jesuita, y finalmente
dejó la orden para mudarse a Jerusalén en 1855, donde fundó un convento para
hermanas en la Congregación de Nuestra Señora de Sion, una congregación fundada
para “testificar en la Iglesia y en el mundo que Dios sigue siendo fiel en su
amor por el pueblo judío ".
San Maximiliano dio su vida en lugar de un compañero de
prisión en Auschwitz, un hombre que tenía esposa e hijos. Murió por una
inyección de ácido carbólico (fenol) en el campo de concentración el 14 de
agosto de 1941. Los oficiales nazis incineraron el cuerpo del santo en la
fiesta de la Asunción de María.
Kolbe es conocido por ser un evangelizador y misionero
eficaz. Antes de mudarse a Japón en 1930, hizo una peregrinación a la Capilla
de la Medalla Milagrosa en la Rue de Bac en París.
San Juan Pablo II recordó la visita de San Maximiliano
cuando oró en la capilla de París en 1980.
“Vengo como peregrino después de cuantos han venido a esta
capilla desde hace ciento cincuenta años, y como todo el pueblo cristiano que
se apiña aquí cada día para comunicarte su alegría, confianza y súplicas. Vengo
como el Beato Maximiliano Kolbe; antes de su viaje a Japón, hace cabalmente
cincuenta años, vino aquí a buscar tu apoyo particular para propagar lo que
luego llamaría ‘La Milicia de la Inmaculada’ y emprender su prodigiosa obra de
renovación espiritual bajo tu patrocinio, antes de dar la vida por sus
hermanos”, señaló San Juan Pablo II.
San Maximiliano formó La Milicia de la Inmaculada en 1917
para “llevar a cada individuo con María al Sacratísimo Corazón de Jesús”. Pidió
a todos sus miembros que llevaran la Medalla Milagrosa como signo de su total
consagración a María.
“Ahora, en esta época de la Inmaculada Concepción, la
Santísima Virgen ha entregado a la humanidad la ‘Medalla Milagrosa’. Su origen
celestial ha sido probado por innumerables milagros de curación y
particularmente de conversión”, escribió Kolbe.
“La misma Inmaculada, al revelarlo, prometió a todos los que
lo usarían muchas gracias; y dado que la conversión y la santificación son
gracias divinas de Dios, la Medalla Milagrosa será uno de los mejores medios
para obtener estos dones”, agregó.
San Maximiliano también agregó a la oración de Santa
Catalina asociada con el sacramental: “Oh María, sin pecado concebida, ruega
por nosotros que recurrimos a ti”. A esto, añadió Kolbe, “y para todos los que
no recurren a ti, especialmente los enemigos de la Iglesia y los que te
recomiendan. Amén”.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado
originalmente en Catholic News Agency.
Fuente: ACI