Valenciana de 27 años, explica su camino y responde a las preguntas de seguidores en el nuevo espacio digital de la "Fundación Declausura"
Isabel Ferrando. Dominio público |
La historia empezó un 17 de mayo de 2009. !Ese día sentí muy fuertemente que Dios me amaba y me pedía que fuera suya. Catorce años después sigo sin saber muy bien cómo tuve la certeza de que aquél mensaje tan concreto venía de Dios, pues, por si a alguien le acecha la duda, no me mandó un WhatsApp, ni bajó al más puro estilo Morgan Freeman en “Como Dios”.
Fue sólo una intuición, una especie de
corazonada a mitad camino entre ñoñería y revelación que, sin embargo, hizo que
aquella adolescente en plena edad del pavo se comprara un nuevo diario en el
que empezó a anotar sus cosas de Dios. Sí, así de simple fue el chupinazo de
salida… Así de simple, y así de complejo, porque: ¿cómo se supone que se ha de
comer una eso de que Dios, a quien no ve, le hable? Por mucho menos que eso te
encierran en un psiquiátrico…".
Empezó
a estudiar Magisterio; "me apunté a todos los voluntariados habidos y por
haber; di catequesis en la parroquia; me fui a África como misionera un verano;
me apunté a un grupo en el que compartir la fe en comunidad… Dios estaba detrás
de todo y de todos. ¿Por qué, entonces, no me sentía en paz con Él? ¿Por qué
seguía sintiendo que Él quería algo más de mí?"
Por
ello, empezó a pensar que quizá se lo había inventado todo, "que tal vez
aquella llamada no había sido real y estaba viviendo sustentada en un falso
recuerdo. Si por mucho que hiciera, siempre estaba insatisfecha, no parecía la
opción más inteligente continuar por el mismo camino… Había muchísima gente
atea que era muy buena, que se esforzaba cada día por hacer el bien sin
necesidad de creer en Dios. ¿Por qué yo no podía ser así y olvidarme de aquél
berenjenal? ¿Por qué a mí Dios me incordiaba tanto? Y, sobre todo… ¿por qué no
podía parar de ver vídeos?".
"Resulta que en ratitos muertos, cuando no estaba ocupada salvando a la humanidad o evangelizándola, me gustaba ver vídeos en YouTube sobre la vida contemplativa. Había algo de ellos que me atraía. ¿Qué narices hacían un puñado de mujeres encerradas en un monasterio rezando todo el día sin hacer nada productivo? Una de dos: o estaban rematadamente locas, o lo que había dentro del monasterio (¿Dios?) valía mucho la pena".
"Una monja me dijo un día que la vida
contemplativa es como la lamparita del sagrario. Si entras en una iglesia con la luz apagada,
de nada te va a servir la tenue luz roja. La utilidad de esa luz no es alumbrar
ni permitir que otras actividades puedan llevarse a cabo. Su única misión es
testimoniar que Dios existe, que está ahí y que merece la pena consumir la vida
entera en Él porque nos ama. Sin más. Ese día supe que esa era mi vocación y
las piezas del puzzle empezaron a encajar. Aunque muy poco a poco, porque
aunque suena muy bonito, nadie sueña con ser lamparita del sagrario cuando le
preguntan qué quiere ser de mayor".
Fuente: ECCLESIA