Las JMJ han sido y siguen siendo momentos fuertes para la experiencia de tantos chicos, de tantos jóvenes, y la inspiración inicial que movió a nuestro querido Papa Wojtyla no se ha desvanecido
El Papa Francisco en Río de Janeiro en 2013 |
Rádio Renascença publica hoy, 2 de mayo, el prefacio del Papa al libro de
la periodista portuguesa Aura Miguel "Un largo camino hacia Lisboa"
(Um Longo Caminho até Lisboa - Bertrand Editora), que narra desde el principio
el recorrido de las Jornadas Mundiales de la Juventud con vistas a la próxima
JMJ en la capital portuguesa en agosto. El texto en portugués estará disponible
a partir del 4 de mayo
Papa Francisco
Todavía tengo en los ojos y en el corazón la inmensa multitud de jóvenes
que me acogió en Río de Janeiro, en julio de hace diez años. Aquellos
recorridos en el papamóvil, desde la fortaleza militar donde aterrizó el
helicóptero hasta el lugar de encuentros y celebraciones en Copacabana,
quedarán para siempre grabados en mi memoria: el entusiasmo desbordante de los
jóvenes que me lanzaban banderas, gorras, camisetas, que me ofrecían un sorbo
de mate, que envolvían con su abrazo al nuevo Obispo de Roma que venía a honrar
un compromiso asumido por su predecesor. Una experiencia inolvidable.
Para mí, como para Benedicto XVI, fue lo mismo: el primer viaje
internacional de nuestro pontificado tuvo lugar con ocasión de la Jornada
Mundial de la Juventud: en Río de Janeiro en mi caso, en 2005 en Colonia, es
decir, en su patria, en el caso del Papa Ratzinger, que también llevaba pocos
meses en el trono de Pedro. Ambos hemos sido, por así decirlo,
"colocados" en la estela de lo que San Juan Pablo II había
inaugurado, siguiendo una intuición que le sugirió el Espíritu Santo.
Las JMJ han sido y siguen siendo momentos fuertes para la experiencia de
tantos chicos, de tantos jóvenes, y la inspiración inicial que movió a nuestro
querido Papa Wojtyla no se ha desvanecido. Por el contrario, el cambio de época
que más o menos conscientemente estamos viviendo representa un desafío también
y sobre todo para las generaciones más jóvenes.
Los llamados "nativos digitales", los chicos de nuestro tiempo,
corren el riesgo cotidiano de autoaislarse, de vivir en el ambiente virtual
gran parte de su existencia, haciéndose presa de un mercado agresivo que induce
a falsas necesidades. Con la pandemia de Covid y la experiencia del encierro,
estos riesgos han aumentado aún más. Salir de casa, salir con compañeros de
viaje, vivir experiencias fuertes de escucha y oración, combinadas con momentos
de celebración, y hacerlo juntos, hace que estos momentos sean preciosos para
la vida de cada uno.
Una y otra vez he invitado a los jóvenes a no balconear, es decir, a no
permanecer en el balcón viendo pasar la vida como observadores que no se
entrometen, que no se ensucian las manos, que interponen la pantalla de un
smartphone o de un ordenador entre ellos y el resto del mundo. Una y otra vez
les he dicho que no sean "jóvenes de sofá", que no se dejen
anestesiar por quienes tienen todo el interés en tenerlos atontados y
adormecidos. La juventud es sueño, es apertura a la realidad, es descubrimiento
de lo que realmente vale la pena en la vida, es lucha por conquistarlo, es
abrirse a relaciones intensas y verdaderas, es compromiso con los demás y para
los demás.
Don Lorenzo Milani, en su experiencia como educador, solía repetir esas
hermosas palabras: "I care", "Me importa, me interesa...".
Hoy, después de la terrible experiencia de la pandemia, que nos ha puesto
dramáticamente a todos frente al hecho de que no somos dueños de nuestra vida y
de nuestro destino, y que sólo podemos salvarnos juntos, el mundo se ha
sumergido en la vorágine de la guerra y del rearme. Una carrera hacia el rearme
que parece imparable y que corre el riesgo de conducirnos a la autodestrucción.
La guerra que se ha librado contra la atormentada Ucrania, una guerra
sangrienta en el corazón de la Europa cristiana, es sólo una de tantos pedazos
de la Tercera Guerra Mundial que desgraciadamente comenzó hace años. Tantas guerras
siguen en el olvido, tantos conflictos, tanta violencia incalificable sigue
perpetrándose.
¿Cómo interpela todo esto a los jóvenes? ¿A qué están llamados, con su
energía, sus visiones de futuro, su entusiasmo? Están llamados a decir "We
care", nos importa, nos interesa lo que pasa en el mundo, los sufrimientos
de los que salen de casa y corren el riesgo de no volver, la suerte de tantos
de sus coetáneos que han nacido y crecido en campos de refugiados, la vida de
tantos jóvenes que, para huir de guerras y persecuciones o incluso simplemente
para buscarse la vida, afrontan la travesía del Mediterráneo y mueren tragados
por los abismos.
Nos importa, nos interesa el destino de millones de personas, de tantos
niños, que no tienen agua, ni comida, ni atención médica, mientras los
gobernantes parecen competir para ver quién gasta más en armamentos
sofisticados. Nos importa y nos preocupa quien sufre en el silencio de nuestras
ciudades y necesita ser acogido y escuchado. Nos importa y nos preocupa el
destino del planeta en el que vivimos y que estamos llamados a custodiar para
entregárselo a los que vendrán después de nosotros. Nos interesa y nos importa
todo, incluso el entorno digital en el que estamos inmersos y que estamos
llamados a cambiar para hacerlo cada vez más humano.
Las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido un antídoto contra el
balconear, contra la anestesia que hace que se prefiera el sofá, el desinterés.
Han implicado, movido, desafiado a generaciones de mujeres y hombres. Por
supuesto, no basta con tener una experiencia "fuerte" si después ésta
no se cultiva, si no encuentra un terreno fértil que la apoye y la acompañe. La
JMJ es un acontecimiento de gracia que despierta, amplía el horizonte, potencia
las aspiraciones del corazón, ayuda a soñar, a mirar más allá. Es una semilla
plantada que puede dar buenos frutos. Por eso necesitamos hoy jóvenes
despiertos, deseosos de responder al sueño de Dios, que se interesen por los
demás. Jóvenes que descubran la alegría y la belleza de una vida dedicada a
Cristo, en el servicio a los demás, a los más pobres, a los que sufren.
Todo esto pasaba por mi mente mientras recorría las páginas de este hermoso
libro escrito por Aura Miguel, periodista de Rádio Renascença, que ha vivido
todas las Jornadas Mundiales de la Juventud como reportera. En realidad, no, no
todas. Según me contó en el avión que nos llevaba a Río de Janeiro en julio de
2013, las había vivido todas menos la primera, la celebrada en Argentina, en
Buenos Aires, en 1987. Le contesté que ese era la única en la que yo había
participado.
Del libro de Aura me gusta la elección de presentar las JMJ situándolas en
su tiempo, con una cronología de los principales acontecimientos en el mundo y
en la Iglesia. También me gusta mucho que el corazón del relato sea lo que
ella, como periodista, como observadora y como creyente, se quedó de aquellas
experiencias: haber participado en persona es incomparable a haberlo seguido
desde la distancia, aunque sea leyendo o viéndolo todo a través de la
televisión.
En mi mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales 2021, invité a
los periodistas a gastar las suelas de sus zapatos, porque toda buena
comunicación, toda información verdadera se basa en el encuentro personal con
la realidad, con las situaciones, con las personas. Aura lo ha hecho, y es
valioso el modo en que nos devuelve esas experiencias. El oficio del periodista
no es el de quien observa lo que ocurre desde fuera y asépticamente sólo lo
analiza. El que comunica e informa, se deja tocar por la realidad que encuentra
y por ello es capaz de relatarla, apasionando a sus oyentes y lectores. Sólo
quien se ha dejado apasionar y conmover apasiona y conmueve a quienes le
escuchan y le leen.
Deseo a todos los lectores del libro que descubran o redescubran a través
de estas páginas la belleza y la riqueza de la experiencia de la Jornada
Mundial de la Juventud, y que vivan la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa
2023 con alegría y gratitud al Señor. La primera que Aura Miguel podrá seguir
sin tener que dar la vuelta al mundo, porque, después de tantas décadas, tendrá
lugar en su País y en su ciudad.
*Traducción no oficial
Vatican News