En tan solo tres años, David Martínez Díaz pasó de profesar el ateísmo y el materialismo a recibir cinco sacramentos de la Iglesia, casarse y convertirse a la fe, buscando "devolver" las gracias recibidas.
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David Martínez Díaz. Dominio público |
Por
eso, conocer los planteamientos de Gustavo Bueno, síntesis del "ateísmo católico" y del materialismo
filosófico rompieron todos sus esquemas.
Pero
a sus 18 años todavía estaba lejos de leer España
frente a Europa o La fe del ateo.
Criado en una familia
"rebotada" de la Iglesia, cuenta en Mater
Mundi cómo su
padre le envió junto a una tribu de Brasil en plena selva amazónica
para vivir de cerca las prácticas
sincretistas que su tía estaba importando a España.
Allí
participó en lo que recuerda como sus primeras "experiencias
místicas" y "prácticas litúrgicas" tomando ayahuasca, marihuana y otras
sustancias alucinógenas hasta tres veces por semana, en ceremonias que
se extendían por espacio de hasta seis horas.
Pero
tras su regreso a Barcelona comprobó que aquellas vivencias que la gente
admiraba, a él no le aportaban nada valioso en su vida.
"Llegó
un momento en que mi
experiencia en la selva me hundió en la miseria porque construí mis
relaciones alrededor de ello y todas se desmoronaban. Me fui alejando de eso,
volviéndome más materialista y despreciando lo trascendente", recuerda.
En el ateísmo absoluto
No
tardó en pasarse "al otro lado" para profesar "el ateísmo absoluto",
renegando de toda espiritualidad.
Había
dejado los estudios prematuramente, pero con 23 años retomó el bachiller. Logró
unos inmejorables resultados en Filosofía, abriéndose para él un nuevo horizonte y las
puertas a estudiar esta carrera en la universidad.
En
plena búsqueda, David trataba de forjar una cosmovisión propia basada en el
libre albedrío mientras abandonaba
su militancia en la "izquierda indefinida" que suponía el
feminismo, el anarquismo o el independentismo.
De la "izquierda indefinida"
al materialismo filosófico
Fue
precisamente tras votar en el "referéndum" del 1 de octubre del 2018
cuando fue consciente de que "las
filosofías posmodernas" que se le habían definido socialmente eran
"un cuento" y decidió investigar "fuera de esos
cauces".
Entonces
tuvo lugar lo que recuerda como su "primera conversión", cuando tras
abandonar estos planteamientos, conoció otros de origen "hispánico,
materialistas y ateos" pero al mismo tiempo "herederos del
catolicismo": el materialismo
filosófico, -corriente actualmente al alza fundada por Gustavo
Bueno y de la que beben Pedro Insua, Santiago Armesilla,
Iván Vélez, Juan Bautista Fuentes o Fernando Muñoz-, se convirtió para David
sin ser consciente de ello, en un primer ariete que derribaría sus muros contrarios a la fe.
"Me
entró muy bien, porque me consideraba materialista y cientificista, pero el
materialismo filosófico de la Escuela de Oviedo y Gustavo Bueno me abrió las puertas a considerar
la doctrina católica. Es algo que puede dar cohesión a nuestra fe y al
pueblo hispano de ambos lados del atlántico", menciona.
Solo
tras este primer acercamiento David pudo ser consciente de algunos puntos
huecos de su anterior cosmovisión. Mientras, continuaba indagando en la
doctrina católica, "no porque tuviera fe o creyera en Dios", sino
"por el interés filosófico" que despertaba en él. Simplemente "pensaba que tenía su valor".
Católico antes de ser creyente
Conforme
profundizaba, se trasladó a Santa Colma de Gramenet, donde sucedió lo que
recuerda como "un milagro".
"Empecé
no a creer en Dios, sino a creer a Dios. Gracias a la Escuela de
Oviedo me consideraba católico antes de ser creyente. Si esta doctrina -la
de la Iglesia- está bien, por qué no vamos a obedecerla", pensaba.
La
primera forma en que lo hizo fue tomando la "firme determinación" de vivir la castidad:
"Cuando conociese a una chica, no tendría relaciones. Ahí sucedió el
milagro. Fue tomar seriamente esa decisión y sentí un gozo, una felicidad y una dicha que no había sentido
nunca. Me quedé extasiado.
¿Será este el amor de Dios del que tanto hablan?", pensaba.
Y
así, una semana después, fue a su primera misa.
Al
terminar, acudió al sacerdote, le explicó lo que parecía a todas luces su
conversión y se preparó para recibir todos los sacramentos. El primero fue la confesión, que duró cerca de
una hora y de la que salió "flotando", convencido de que era "uno de los mejores regalos que nos
ha hecho Dios". Le siguió un año recibiendo catequesis, a la que
siguió el bautismo.
Invadido por un pensamiento: "No
busques más, es ella"
Una
semana después fue a recoger un regalo a la parroquia cuando Elder, un conocido
de misa, le presentó a una
amiga hondureña, Ligia, con quien sintió una cercanía mutua nada más
conocerla.
Tras
verse en un par de ocasiones, hablando sobre su proceso, David le confesó que
cuando antes de convertirse estaba con otras chicas, nunca había comprendido el sentido de una relación si esta no
era para "algo más".
"Por
eso cuando en catequesis me hablaron de las vocaciones supe que mi vocación era esa, ser esposo",
le dijo.
Lo
que sucedió a continuación bien podría parecer un corto de Jane Austen: "Me quedé en
silencio mirando al suelo y en ese momento sonaron las campanas y se posó una
tórtola en el suelo, levantó el vuelo hacia Ligia y vi que estaba llorando. En
ese momento me vino un
pensamiento a la cabeza que me decía: `No busques más. Es ella´".
A
partir de ese momento, ambos decidieron "no hacer nunca nada indebido y
obedecer a Dios", mientras él ponía todos los medios para que "si
tenía que ser ella", unirse en matrimonio.
Desde
el primer momento confiesa que "fue una relación guiada por Dios", ambos la ordenaron en
base al discernimiento y sin darse apenas cuenta estaban prometidos, casándose
poco después.
Tres
años después de su conversión, hoy es consciente de que "Dios lo tenía todo preparado".
"Desde
que llegué a Santa Coloma pienso cómo el Señor lo ha hecho todo. Siempre digo
que no merezco nada de
esto. Hice lo que me dio la gana en mi juventud, renegué de Dios todo
lo que quise, me convertí con 33 años y hoy tengo 36… Desde entonces he
recibido todos los sacramentos. Ahora es cuando tengo que devolver esas gracias y dones a Dios",
concluye.
J. M. C.
Fuente: ReL