Este tiempo pascual es ideal para recordar aún con más fuerza que los cristianos están llamados a ser santos, que Cristo con su resurrección ha vencido la muerte y ha abierto las puertas del cielo.
San Juan Pablo II y Santa Teresa de Calcuta son dos santos de las últimas décadas y ejemplos para los cristianos de hoy. Dominio público |
Aspirar
a la santidad es un deber del cristiano y en Catholic Exchange muestran
las diez características que se pueden ver en los santos, un ejemplo a seguir
para lograr llegar a esta gran meta deseada:
1. El pecado, la antítesis de la
santidad
Si
hay algo que los santos rechazan con fuerza es la realidad del pecado. Sin
embargo, la cultura moderna no sólo justifica sino que incluso promueve el
pecado. Al contrario, los santos luchan contra esta mentalidad. De hecho, el
lema de Santo Domingo Savio para su Primera Comunión fue: “¡Muerte antes que pecado!”.
2. La oración
Cualquiera
que lea la vida de un santo, sea el que sea, siempre encontrará al siervo de
Dios en cuestión tomándose
muy en serio su vida de oración y dedicando mucho tiempo a estar en
contacto con el Señor. Una de los aspectos necesarios para alcanzar la santidad
pasa por rezar más y mejor. Para ello, es bueno pedir al Espíritu Santo que
ilumine cual es la mejor forma de oración para cada uno.
3. Humildad
Una
de las grandes cualidades de los santos es la humildad. ¿Qué entienden ellos
por humildad? Atribuir a
Dios todo el bien que hayan podido ellos hacer, que es el origen, autor y
fin de todo bien. Cuando se le felicita por algo bueno que ha hecho, el santo
responde casi espontáneamente: ¡Gracias a Dios!
4. Hambre de santidad
Un
aspecto obvio, pero totalmente necesario para la santidad es precisamente tener
verdaderamente hambre de ser santo, de querer ir al Cielo. Los santos nunca admitirán que lo
son, pero sí reconocen abiertamente que anhelan serlo. Este deseo es
necesario para emprender el camino para ganar la corona de santidad.
5. Caridad
Los
santos son dóciles a la Palabra y están dispuestos a cumplir y a hacer suyo el
más grande de los mandamientos: amar a Dios y también al prójimo. La imagen más gráfica y que mejor
define la caridad es la de Jesús crucificado. No hay muestra de amor
más grande y de entrega por el otro. En una ocasión Jesús se apareció a Santo
Tomás de Aquino y le preguntó al santo qué regalo deseaba más. Inmediatamente
respondió: “Señor, concédeme la gracia de amarte cada día más”.
6. Celo por la salvación de las almas
Un santo auténtico ama
a Dios y ama lo que Dios ama: la salvación de las almas. Un alma vale
más que toda la creación. El motivo del dolor que sufrió Jesús en su Pasión fue
precisamente para salvar almas. Esto debe guiar también a todo aquel que aspire
a la vida eterna.
7. Luchar y levantarse tras la caída
Muchos
creen que los santos son personas perfectas, sin debilidades ni fallos. Pero
eso es completamente falso. Los
santos, como cualquiera, nacen pecadores. Pero una característica
común del santo es que al caer, por pecador que sea, rebota elásticamente;
vuelve al Señor a través de la Confesión, la buena voluntad y un firme
propósito de enmienda.
8. Amor por la Eucaristía
El medio más eficaz
para unirse a Jesús es a través de los sacramentos. El más grande de
todos ellos es la Santísima Eucaristía por la simple pero profunda razón de que
la Eucaristía en realidad es Jesús.
En
el ámbito de la salud hay una frase muy conocida: eres lo que comes. Los malos
hábitos alimenticios pueden provocar problemas de salud, mientras una buena
alimentación puede contribuir a una vida más sana y longeva. Llevando este
ejemplo a la vida espiritual, cuando
el católico se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo con fe y fervor,
empieza a sentir y actuar como Jesús, a llegar a ser como Jesús. Así
hasta poder pronunciar la cita de San Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es
Cristo quien vive en mí”.
9. Docilidad al Espíritu Santo
El
padre Jacques Philippe recuerda en su libro En la escuela del
Espíritu Santo que la santidad depende esencialmente de una
actitud, una acción y un plan de vida básicos: ser dóciles al Espíritu Santo y
a sus inspiraciones celestiales. El
Espíritu Santo habla con dulzura, pero con insistencia a las almas humildes y
dóciles, guiándolas en el curso de acción adecuado que conduce a la
santidad de vida.
10. La Virgen y los Santos
La
Virgen es la Reina de todos los Ángeles y Santos. Después de su muerte, Santo
Domingo Savio se apareció bañado en la gloria celestial a San Juan Bosco y le
dijo al santo sacerdote lo que le dio la mayor alegría en su corta vida en la
tierra. Fue precisamente esto: su gran amor y confianza en la Santísima Virgen.
Santo Domingo terminó este encuentro con San Juan Bosco exhortándolo a difundir
en la mayor medida posible la devoción a María. Ella inspira a los santos a rezar con fervor y les anima a
volver a Dios después de haber pecado. La presencia maternal de la
Virgen ayuda a los santos a pasar de la desolación al consuelo.
Fuente: ReL