La expolítica vasca María San Gil llamó a los cristianos a profesar una vivencia pública de la fe, pese a las diversas formas de persecución.
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María San Gil. Dominio público |
En
conversación con el programa de Creo TV, De
par en par, la expolítica vasca valoró las principales amenazas
actuales a la vivencia de esos principios en la vida pública, materializadas
entre otras "en la perversa
agenda 2030".
Perversa
porque bajo un "magnífico envoltorio" compuesto por los Objetivos de
Desarrollo Sostenible -"habría que ser muy malvado para oponerse a ellos
por principio", dice-, no hay más que "un caramelo envenenado".
La Agenda 2030, un "ataque
directo" al cristianismo
"Si
uno escarba un poco y se fija en sus metas, se da cuenta que es un contrabando
ideológico y que debajo de buenas palabras nos meten ideología de género y
atacan nuestra libertad. Quieren manipular nuestra forma de vida, es un ataque directo y claro a la
formas de vida basada en el humanismo cristiano", denuncia.
Buena
parte de esos ODS se plasman en la regulación
de la natalidad, la anticoncepción y el aborto, extendidos en buena parte
de las naciones occidentales. En el caso español, acusa directamente al
"gobierno de la muerte" que legisla a favor "de que no nazcan
niños y de que la gente mayor que moleste pueda ser eutanasiada", así como
a otras "tropelías" como que "los menores se autodeterminen y
mutilen en función de género".
Aspectos
que le hacen suponer que las próximas generaciones acusarán a la presente de
"salvaje" por "no
proteger al ser más indefenso de la tierra que es el no nacido
mientras protegemos el
huevo del águila o casi no puedes matar una rata". Se trata, en su
opinión, de las consecuencias de seguir "la corriente políticamente
correcta" aunque sea a pesar de la ciencia, "que muestra que existe
vida desde el momento de la concepción".
En
este sentido, San Gil se mostró partidaria a la hora de actuar "a
contracorriente" y animar a organizaciones como 40 Días por la Vida frente
a los ataques gubernamentales que quieren penalizar a quien reza cerca de un
abortorio.
La educación de los hijos en
libertad
En
semejantes términos se refirió a los ataques a la familia. San Gil calificó
como "un drama" que padre y madre "ya no son una
institución", y aunque entiende que "pueden haber separaciones o
divorcios", potenciar
la natalidad o ayudar a las familias -especialmente las numerosas- son
unos de los aspectos clave del ideario de su organización.
Precisamente
por ello cuestionó la conocida como Ley Celáa avalada recientemente por el Tribunal
Constitucional, por la que las asignaturas de corte ideológico, la supresión de Religión o la
desprotección del español en las aulas son más que una mera hipótesis,
entre otras amenazas a la libertad de elección educativa por parte de los
padres.
"El
Estado no puede decir a los padres como tienen que educar a sus hijos porque
nadie quiere lo mejor para ellos tanto como sus propios padres, por eso nos
parece importantísimo poder
educar a nuestros hijos de la manera en que nosotros queramos",
subrayó.
"Aunque nos persigan, hay mucho
trabajo por hacer"
Las
consigas pronunciadas por San Gil responden a su convicción de que
"defender la verdad debe ser uno de los objetivos diarios" frente al
relativismo. Algo que abarca desde el rechazo a los postulados ideológicos de
género o la leyenda negra a, especialmente, "vivir de puertas a fuera la religión".
San
Gil se considera "una privilegiada" por tener el don de la fe:
"Cuando te sientes orgulloso de tener algo, lo cuentas. No entiendo por
qué no puedo hacer bandera de mi religión y de mi fe. Estamos en un momento en
que la religión católica está perseguida, los católicos molestamos, les incomoda que levantemos la voz
porque seamos felices viviendo nuestra fe de forma pública".
La
expolítica nunca se ha avergonzado de expresar su vivencia de la fe, como
cuando salió "feliz, transformada y contenta" de un
retiro de Emaús. Precisamente aludió a este y otros movimientos diocesanos que
permiten esa profesión pública de la fe y que muestran también un "cierto
protagonismo" que los laicos están asumiendo en la labor apostólica.
Especialmente por la
"alegría y la felicidad" de la fe que sus integrantes muestran al
mundo con afán evangelizador.
La
Iglesia, dijo parafraseando a Mayor Oreja, "es como un gigante dormido y
hay que agitarla para que reaccione. La sociedad civil tiene la responsabilidad de hacer gala de la
fe para que otros la puedan compartir también", destacó.
Con
todo, llamó a no caer en el conformismo, en la tibieza o a no "pasar por
la vida sin defender aquello en lo que se cree". Aunque nos persigan, concluyó, "hay mucho trabajo por delante que te dignifica por
hacer aquello en lo que crees, y eso gratifica".
G. de A.
Fuente: ReL