Cada vez que se acerca el tiempo de Cuaresma, vuelve a ponerse sobre la mesa la pregunta: ¿qué voy a ofrecerle al Señor?
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La cuaresma no podemos vivirla de
la misma forma que cualquier otra época del año. Es un periodo de preparación
para vivir la alegría de la Pascua; y como toda preparación, requiere que
nosotros hagamos un plus, algo adicional. Cuando pensamos en algo para
ofrecer, muchas veces viene a nosotros la palabra sacrificio.
Es una palabra que nos suena a
hacer algo difícil, algo doloroso, o algo que nos debe costar esfuerzo. Sin
embargo, esto no es lo esencial del sacrificio. Para entender el
auténtico sentido del sacrificio, me gustaría desarrollar cuatro ideas.
1. Sacrificio es ofrecer algo a
Dios
La palabra sacrificio tiene su
origen en la unión de dos vocablos latinos: sacrum (sagrado) y facere (hacer).
Sacrificar quiere decir, hacer que algo sea sagrado; y es sagrado aquello que
se ofrece a Dios. En otras palabras, sacrificar quiere decir ofrecer algo a
Dios.
En el Antiguo Testamento, tenemos
diversas clases de sacrificios. En general, la víctima se ponía sobre un altar
y era consumida total o parcialmente por el fuego. Al quemar la víctima, esta
se sustraía por completo del dominio de los seres humanos, con lo cual se
significaba que ese bien era solo para Dios.
Cuando hablamos del sacrificio de
Cristo, inevitablemente pensamos en la cruz. Pero la muerte de Cristo no es
sacrificio porque haya sido algo difícil o doloroso.
La muerte de Cristo es sacrificio
porque es un ofrecimiento: Cristo mismo se ofrece al Padre. Él es la víctima, y
el altar es la cruz. De ahí que lo primero que hay que decir sobre el sacrificio es que este consiste en ofrecer algo a Dios.
2. El «fuego» del sacrificio es
la caridad
El sacrificio de Cristo en la
cruz lleva a su plenitud todos los sacrificios del Antiguo Testamento. Teniendo
esto en cuenta, al reflexionar sobre la cruz de Cristo, Santo Tomás de Aquino
se pregunta si no hubiera sido mejor que Cristo muriera quemado. Me explico.
Él remarca que los sacrificios
del Antiguo Testamento consistían en matar a la víctima con un cuchillo y luego
prenderle fuego hasta consumirla.
Si esta era la forma de hacer
ofrecimientos a Dios en el Antiguo Testamento, ¿no hubiera sido mejor que
Cristo también fuera consumido por el fuego? De esa manera hubiera sido más
fácil ver cómo la cruz de Cristo era el culmen de los sacrificios antiguos.
Santo Tomás de Aquino responde
que no era necesario que Cristo fuera quemado por un fuego físico, pues, en la
cruz, Él ardía con el fuego de la caridad. En la cruz, Cristo estaba incendiado
de amor. La caridad es lo que hace que su sacrificio sea agradable al
Padre. Y esto se aplica también a nuestros propios sacrificios.
3. Lo que hace valioso mi
sacrificio: el amor
Del punto anterior extraemos una
lección fundamental: lo que hace que algo sea agradable a Dios no es la
dificultad ni el dolor, sino la caridad, es decir, el amor que pongo en eso que
ofrezco. La caridad es el único fuego que hace que aquello que «quemo» despida
un aroma agradable a Dios. Ya lo dice San Pablo en 1 Corintios 13: «Aunque
reparta todos mis bienes y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo
caridad, de nada me sirve».
A veces pensamos que para ofrecer
algo que agrade a Dios en cuaresma tenemos que hacer grandes cosas, o cosas que
al menos sean difíciles para nosotros. Sin embargo, de nada sirve hacer grandes
cosas si no las hacemos con amor.
Santa Teresita del Niño Jesús
hablaba de hacer lo ordinario con un amor extraordinario. Y por eso uno podía
santificarse con las cosas cotidianas, siempre y cuando pusiera en ellas un
gran amor.
Esta es, en última instancia, la
esencia del sacrificio. Ya sea que ofrezca algo grande o pequeño, algo difícil
o no tan difícil, lo esencial es que lo ofrezca con amor.
4. Aquello que cuesta ayuda a
expresar un mayor amor
Volviendo a Cristo, aquello que
configura su sacrificio y obtiene para nosotros la salvación no es el dolor con
el que padece, sino el amor con el que sufre ese dolor. En el caso de Cristo,
la dificultad de su pasión y el intenso dolor que experimentó, permitió que en
la cruz se manifieste un mayor amor.
A partir de esto, la dificultad o
el dolor no es algo que se busca por sí mismo, sino como un medio que permite
expresar más amor. Y eso que ocurre con el sacrificio de Cristo ocurre también
con nuestros sacrificios.
Es cierto que podemos ofrecer
cualquier cosa. Pero a veces, ofrecer algo que nos cuesta permite que en ese
acto se manifieste un mayor amor a Dios. No está de más recordar que Jesús fue
generoso con el sacrificio que hizo en favor de nosotros.
En conclusión
Hay muchas
cosas que podemos ofrecer en Cuaresma. Podemos cerrar nuestras redes
sociales, dejar de comer postres, dejar de ver series o películas, dejar de
escuchar música, etcétera. En esto podemos ser muy creativos.
En una cuaresma, el sacrificio de
una amiga fue evitar hablar de chicos, que era algo que ella disfrutaba
habitualmente. En fin, hay que ser generosos, pero recordando siempre que lo
que sea lo que hagamos, debemos hacerlo con amor.
Daniel Torres Cox
Fuente: Catholic Link