MEDITACIÓN DIARIA: MARTES DE LA SEMANA 28 DEL TIEMPO ORDINARIO

EL PERDÓN DE NUESTRAS OFENSAS

Dominio público
I.
Somos pecadores. El pecado es siempre y ante todo una ofensa a Dios.

II. Al Señor le encontramos siempre dispuesto para el perdón. Todo pecado puede ser perdonado si el pecador se arrepiente.

III. Una condición para ser perdonados: perdonar de corazón a los demás. Cómo ha de ser nuestro perdón.

“En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.

¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo"” (Lucas 11, 37-41).

I. Padre, perdónanos nuestras ofensas, pedimos todos los días en el Padrenuestro. Cada día tenemos necesidad de pedir perdón al Señor por nuestras faltas y pecados.

Hoy podemos hacer nuestra aquella jaculatoria del publicano: ¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador! El Señor puso estas palabras en boca del publicano para que las repitiéramos nosotros.

¡Cuánto bien nos puede hacer esta oración, repetida con un corazón humilde! Debemos recordar que, aunque el pecado tenga en nosotros, en los demás, y en la sociedad nefastas consecuencias, es esencialmente, una ofensa a Dios.

¡He pecado contra el Cielo y contra Ti (Lucas 15, 18), proclamará el hijo pródigo cuando vuelve arrepentido a la casa paterna. ¡Qué don tan grande es reconocer nuestros pecados, sin excusas ni mentiras, y acercarnos hasta la fuente inagotable de la misericordia divina y poder decir: Padre, perdónanos nuestras ofensas! ¡Qué paz tan grande da el Señor!

II. Enseña Santo Tomás, que la Omnipotencia de Dios se manifiesta, sobre todo, en el hecho de perdonar y usar de misericordia, porque la manera que Dios tiene de mostrar que posee el supremo poder es perdonar libremente (Suma Teológica).

El Señor está dispuesto a perdonarlo todo de todos con infinita misericordia en el sacramento de la Confesión. Es verdad que pecamos contra Dios, pero también es verdad que pedimos perdón a un Padre que nos ama, y hasta nos enseña con qué palabras hemos de pedir.

III. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, rezamos todos los días. El Señor espera esta generosidad que nos asemeja al mismo Dios. Dios nos ha perdonado mucho, y no debemos guardar rencor a nadie. Hemos de aprender a disculpar con más generosidad, a perdonar con más prontitud. Perdón sincero, profundo, de corazón.

A veces nos sentimos ofendidos por una exagerada susceptibilidad o por amor propio lastimado por pequeñeces. Y si alguna vez se tratara de una ofensa real y de importancia, ¿no hemos ofendido nosotros mucho más a Dios? Seguir a Cristo en la vida corriente es encontrar, también en este punto, el camino de la paz y la serenidad. Jesús pide perdón para los que lo crucifican: imitarlo, nos hará saborear el amor de Dios, y nos conseguirá que la misericordia divina perdone nuestras flaquezas.

Pidamos a la Virgen que nos ayude a perdonar, como Ella perdonó a los que crucificaron a su Hijo.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

Fuente: Almudi.org