Al comentar el Evangelio de este III domingo de Cuaresma, y antes de rezar el Ángelus, el Papa dijo que al igual que con la samaritana, Jesús se acerca a nuestra vida cotidiana, comparte nuestra sed y nos promete el agua viva de la que brota la vida eterna
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Recordó además que “dame de beber” es el grito
de tantos hermanos que carecen de agua para vivir, mientras seguimos
contaminando y arruinando nuestra casa común que, agotada y reseca, también
tiene sed
Antes de rezar el Ángelus de este
tercer domingo de Cuaresma, con los fieles y peregrinos que se dieron cita a
mediodía en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el Evangelio
propuesto por la liturgia del día, que nos presenta el encuentro de Jesús con
la mujer samaritana cuando los discípulos se habían detenido con él cerca de un
pozo de Samaria.
Tal como lo relata san Juan en su
Evangelio (4, 5-42), la escena describe a Jesús sediento y cansado, que se
encuentra en el pozo con la samaritana, en la hora más calurosa, a mediodía, y
como un mendigo le pide que le dé de beber.
El Santo Padre explicó, con esta
imagen del abajamiento de Dios, que “en Jesús, Dios se hizo uno de nosotros;
sediento como nosotros, sufre la misma sed que nosotros”. Por esta razón, al
contemplar esta escena, cada uno de nosotros puede decir: el Señor, el Maestro,
"me pide de beber".
Primo
Mazzolari
El Obispo de Roma citó al conocido
sacerdote y párroco italiano Primo Mazzolari (fallecido en 1959) autor de
numerosos libros de apologética y algunos referentes a la Doctrina Social de la
Iglesia, entre los cuales el titulado, precisamente, “La Samaritana”, del que
glosó un párrafo en el que se lee acerca del Señor:
“Por tanto,
tiene sed como yo. Él tiene mi sed. Tú estás realmente cerca de mí, Señor.
Estás unido a mi pobreza... Me has tomado desde abajo, desde lo más bajo de mí
mismo, donde nadie puede alcanzarme”
"Tengo
sed"
Además, el Papa dijo que la sed de
Jesús “no es sólo física, sino que expresa lo más profundo de nuestra vida: es
sobre todo sed de nuestro amor”. Y añadió que esta sed “aflorará en el momento
culminante de la pasión, en la cruz; allí, antes de morir”, cuando Jesús dirá:
"Tengo sed".
“Pero el
Señor, que pide de beber, es el que da de beber: al encontrarse con la
samaritana, le habla del agua viva del Espíritu Santo, y desde la cruz derrama
sangre y agua de su costado traspasado”
Jesús,
sediento de amor
Francisco prosiguió afirmando que
“Jesús, sediento de amor, sacia nuestra sed con el amor. Y hace con nosotros
como con la samaritana: se acerca a nosotros en nuestra vida cotidiana,
comparte nuestra sed, nos promete el agua viva que hace brotar en nosotros la
vida eterna”.
El Pontífice abordó asimismo un
segundo aspecto de la frase “dame de beber”. Y dijo que estas palabras no son
sólo la petición de Jesús a la samaritana, sino un llamamiento – a veces
silencioso – que nos alcanza cada día y nos pide que nos hagamos cargo de la
sed de los demás”.
Encontrar en
la Iglesia un oasis donde beber
Dame de beber nos dice cuántos – en
la familia, en el trabajo, en los demás lugares que frecuentamos – tienen sed
de cercanía, de atención, de escucha; los que tienen sed de la Palabra de Dios
y necesitan encontrar en la Iglesia un oasis donde beber. Dame de beber es el
llamamiento de nuestra sociedad, donde la prisa, la carrera por el consumo y
sobre todo la indiferencia, esta cultura de la indiferencia generan aridez y
vacío interior.
Y no lo olvidemos, añadió
Francisco:
“Dame de beber
es el grito de tantos hermanos y hermanas que carecen de agua para vivir,
mientras seguimos contaminando y arruinando nuestra casa común; y también ella,
agotada y reseca, ‘tiene sed’”
Por esta razón y frente a estos
desafíos, el Santo Padre afirmó que este Evangelio “nos ofrece a cada uno de
nosotros el agua viva que puede convertirnos en fuente de refrigerio para los
demás”.
Saciar la sed
de los demás
“Y entonces, como la samaritana,
que dejó su ánfora en el pozo y fue a llamar a la gente de la aldea, también
nosotros ya no pensaremos sólo en saciar nuestra sed, sino que, con la alegría
de haber encontrado al Señor, podremos saciar la sed de los demás; podremos
comprender su sed y compartir el amor que Él nos ha dado”.
Antes de invocar a la Madre de Dios
para que interceda por nosotros y nos sostenga en nuestro camino, el Papa nos
dejó su invitación:
“¿Somos capaces de comprender la sed de los demás? ¿La sed de la gente, la sed de tantos en mi familia, en mi barrio? Hoy podemos preguntarnos: ¿tengo sed de Dios, y me doy cuenta de que necesito su amor como el agua para vivir? Yo que tengo sed, ¿me preocupo de la sed de los demás? ¿Sed espiritual, sed material?”
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