Era agresiva contra los católicos, estaba lejos de la Iglesia y pidió a su madre que abortara a su cuarto hermano. Sin embargo, una enfermedad inesperada cambió por completo la historia de Clara
![]() |
ANTOINE MEKARY | ALETEIA |
Segunda de
cuatro hermanos, Clara nació en el seno de una familia practicante de Italia,
pero pronto se alejó de la parroquia y experimentó una larga y profunda
rebelión que la llevó a cuestionar todos los valores que le habían transmitido
sus padres.
«Pensaba que
ser libre era ir contra la Iglesia»
«Siempre tuve
en mi corazón el deseo de libertad; para mí, la libertad llegó a ser incluso
más importante que la felicidad. (…) Pensaba que para ser libre había que
quebrantar los límites. (…) Esto dio lugar a una gran rebelión en mi
interior», explica ahora la Hermana Clara, de las Hermanitas del Inmaculado
Corazón, en un testimonio que ha sido grabado para Youtube y del que se ha
hecho eco la edición de Aleteia en inglés.
Este gran deseo
de libertad chocaba, para ella, con las enseñanzas de la Iglesia, pues
consideraba que «los Diez Mandamientos eran 10 imposiciones» y, por tanto, «una
forma de ser libre era ir en contra de esta institución».
Quería que su
madre abortara
Cuando Clara
entraba de lleno en la adolescencia, su madre descubrió que esperaba un bebé
por cuarta vez. Un embarazo imprevisto e inesperado, que enfureció a la segunda
hija mayor: Clara no quería otro hermano y creía que lo correcto era que su
madre abortara.
«Cuando mi
madre se quedó embarazada me enfadé mucho, porque ya éramos mayores (…) y el
cuarto hijo era una carga (…). Deseaba que abortara. Yo estaba a favor del
aborto, y decía defender los derechos de la mujer», explica.
Como su madre
hizo oídos sordos a esas sugerencias, el enfado de la joven fue en aumento. Sin
embargo, «cuando nació el bebé me enamoré de él (…), hasta tal punto de que –
un poco para acallar el remordimiento que llevaba conmigo por haber querido
matarlo – lo mimé muchísimo y se convirtió en el centro de mi vida», confiesa.
En lucha contra
la Iglesia
Aquel cambio
con su hermano no afectó a su fe, pues «seguía muy alejada de la Iglesia
y permanecía en contra de los católicos».
Tanto, que se
fijó el objetivo de descubrir los pecados de los sacerdotes para utilizarlos
contra los creyentes. Así, siendo solo una adolescente, «cuando me topaba
con católicos, quería ponerles entre la espada y la pared», dice.
Eso sí, cada
domingo continuaba yendo a misa junto a su familia, pues sus padres no dejaban
a sus hijos faltar a la eucaristía.
Su hermano, al
borde de la muerte
Cuando Clara
terminó el Bachillerato, su hermano pequeño enfermó de gravedad. Le
diagnosticaron una severa y agresiva enfermedad estomacal, que no remitía con
los tratamientos médicos y que ponía en serio riesgo su vida.
Semejante
prueba sumió a la joven en la desesperación; temía perder a su hermano y se
sentía culpable por haber pensado alguna vez que no debía nacer: «Fue el peor
momento de mi vida. No solo estaba preocupada y apenada (…) Me sentía
responsable; pensaba que ése era el castigo que Dios me enviaba. Como yo
había querido matar a mi hermanito, ahora pensaba que el Señor lo hacía morir
para decirme: «¿Lo ves? Querías acabar con él y ahora sí que me lo voy a
llevar»».
«Un toma y daca
con Dios»
Desesperada,
Clara sintió el deseo de rezar por su hermano. Pero, ¿qué oraciones debía
decir? No soportaba la monotonía del Rosario, así que trató de «comprar a
Dios»: «Era algo así como: «Tú haces algo por mí y yo haré algo por ti». Así
que dije al Señor: Seas quien seas, estés donde estés, te pido que salves
la vida de este niño. Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa a
cambio».
Incluso, le
propuso hacer lo que más detestaba: juntarse con otros católicos. «Si
intervienen poderosamente en la vida de este niño, estoy dispuesta a pagar
yendo al Gifra», un grupo juvenil de los franciscanos, al que ya pertenecía su
hermana.
«Tenía que
pagar mi deuda»
El Señor no
tardó en responder y la enfermedad se curó de repente. La joven no tuvo más
remedio que «pagar su deuda» y asistir a aquel grupo juvenil, que suponía
frecuentado por personas deprimidas, incompletas y aburridas.
Y aunque las
primeras veces se mantuvo fría y distante, la sencillez y sinceridad de
aquellos jóvenes, que no tenían miedo de mostrar sus defectos y debilidades, le
rompió lo esquemas.
La misión en
Albania y la mirada de Dios
Siguió
asistiendo al grupo y, aunque ya tenía novio, decidió irse con aquellos jóvenes
de misión a Albania.
Allí, en medio
de la miseria, experimentó una paz y una satisfacción extraordinarias, una
felicidad que no parecía tener sentido dada la pobreza del entorno y el
cansancio que sentía. En la misión, se ocupaba de limpiar y ordenar la capilla,
y participaba en la adoración eucarística. Fue allí, cara a cara con el
Señor, cuando se sintió, por primera vez, mirada y amada por Él.
La vocación
A su regreso a
Italia, la Misa diaria se convirtió en parte de su rutina, la relación con su
novio se complicó y, por primera vez, la idea de hacerse monja surgió en su
cabeza.
A pesar de los
miedos, las resistencias y las dudas, la llamada se hizo cada vez más fuerte.
Cuando dijo «sí» a Dios, la Hermana Clara descubrió «un amor que no tiene fin»,
y se dio cuenta de que la plenitud se alcanza haciendo la voluntad de Dios,
dándole gloria.
Como dice el
salmo 139:
Silvia Lucchetti
Fuente: Aleteia