La instagramer Mar Dorrio habla desde Aleteia sobre un tema de moda, aparentemente divertido y positivo: la unión de dos personas para tener un hijo... sin quererse. Mar quiso hablar a fondo y no trivializar, y lo hace sin pelos en la lengua
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Koldunova Anna | Shutterstock |
Esta semana me han vuelto a invitar a participar en un programa de
la televisión gallega, invitación que decliné amablemente porque me parecía que
buscaban un poco de guerra con este tema. ¿Conocías este término de la copaternidad?
La copaternidad une a personas que quieren procrear y criar juntos a un niño
sin tener un vínculo romántico. A veces se conoce como paternidad
platónica o paternidad entre amigos.
Para empezar, voy a comentar lo positivo (lo único positivo) que
yo veo en esta relación, que además, creo que es algo digno de imitación. Me
refiero al hecho de hablar, de pactar una hoja de ruta sobre la educación
del futuro niño contando con los imprescindibles de cada
uno.
Nunca olvidaré el comentario de una persona muy ilusa,
refiriéndose a los componentes de una pareja que no tenían ni pies ni cabeza:
«Se quieren». Comentario digno del vestuario del instituto… Los adultos tenemos
que profundizar un poquito más, fiarnos cuando una especialista como Marian Rojas nos
dice: «Con el amor no basta». Tiene que haber amor, desde luego, pero sólo amor
es insuficiente. La educación de los niños no se puede dejar en manos de la
improvisación o de un sentimiento.
Escoger, seleccionar… ¿a qué
recuerda?
Por otro lado, he de decir que me ha espantado la opción que se ofrece en
alguna de estas agencias de copaternidad: elegir al coprogenitor en función de
su color de ojos, de su color de pelo… Te animan a mostrar
tu carga genética con fotos de cuando eras pequeño, como si de un mercadillo de
ADN se tratase. Puedes ver el catálogo de fotos y buscar a la persona idónea
para crear
tu raza aria particular.
¿Pueden crecer armoniosamente niños en esas condiciones? Desde
luego, pero es una versión inferior al hogar formado desde el amor.
La mejor, la más completa versión de un hogar, es con un padre y
una madre que se quieren.
Sabemos que se puede crecer y ser feliz con una madre sola, con un
padre que lo ves dos veces por semana, etc. Sí, pero es una versión inferior,
nos pongamos como nos pongamos. Podemos engañarnos, hacernos trampas jugando al
solitario las veces que queramos.
Para erradicar la violencia de
género
Pero si le damos a elegir a un niño, desearía un padre y una madre
que se quisieran toda la vida, y que se mostraran siempre respeto, cariño…
Eso, señoras y señores políticos, es el germen para erradicar la
violencia de género. Cuando un niño ve cómo trata su padre a su
madre, aprende lo que tiene y lo que no tiene que hacer. Y una niña aprenderá a
ser querida viendo cómo su padre quiera a su madre.
Si esa relación es sana, se le despertarán todas las señales de
alarma cuando su novio tenga gestos descorteses con ella, gestos que nunca
había visto en su casa, y podrá cortar de raíz. Este es el único escenario que
enseñará a las niñas a tener criterio. El reggaeton,
las series, las películas, en lugar de ayudar, consiguen apagar esas alarmas,
vendiéndolas incluso como deseables.
Mostrar como idílica una relación
tóxica
De este apagón de las sirenas emocionales detectoras de relaciones
tóxicas, habló el eminente doctor Jokin de
Irala en un artículo que comentaba la película Las 50 sombras
de Grey.
Era un artículo que alertaba sobre lo nocivo que es mostrar como
idílica una relación tóxica. Una secretaria de la
universidad donde trabaja, le comentó que no estaba de acuerdo con él, porque
incluso la novela acaba bien: los protagonistas terminan juntos, formando una
familia.
El doctor respondió rápida y rotundamente: «¡Esa es la peor parte!
Porque a una mujer joven, después de ver la película, no se le activarán las
alarmas de estar ante una relación tóxica, y esperará el irreal final de la
película«.
Esta sociedad se encarga de apagar las
señales, mientras que un hogar con unos padres que se quieran
será la única rama adonde agarrarse para muchos jóvenes.
¿Qué les ocurrirá en un futuro?
En las agencias de copaternidad defienden que estos hogares dan
menos guerra que los tradicionales. Pero, por un lado, yo les preguntaría
dentro de diez años qué ha pasado con esas familias, y, por otro, en muchos
matrimonios, el gran problema lo provocan los hijos, problemas con soluciones
imposibles de ser calculadas y pactadas, al no ser predecibles.
Así que esos dos amigos tendrán que hacer frente, como la familia
tradicional, a los sustos, a los vaivenes de la vida de sus hijos, sin el
elemento aglutinador por excelencia: el amor.
Señores de la televisión gallega, preferí hablar desde aquí, desde
mi casa digital de Aleteia, para mostrar con calma mi posición en todo esto de
la copaternidad. Porque no quiero ofender a nadie, pero no puedo ni quiero
dejar de decir, alto y claro, que la mejor chimenea, la que más calor da a un
hogar, es la relación de un padre y una madre que se quieren. Why not?
Mar Dorrio
Fuente: Aleteia