“Dios nos conoce uno a uno, con nuestro nombre y nuestro rostro, que es único” a pesar de nuestras limitaciones
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| Miembros de la Comunidad Juan XXIII (VATICAN MEDIA Divisione Foto) |
El Papa Francisco recibió a un grupo de niños y
jóvenes de la Comunidad Papa Juan XXIII, a quienes en primer lugar agradeció
por las cartas que le enviaron, escribiendo sus historias, y también algunas
preguntas. Agradeció también al fundador de la Comunidad, padre Oreste Benzi,
que dio vida a esta hermosa realidad.
Francisco resaltó a los chicos, que le llamó la
atención cuando le enviaron sus cartas, que cada una estaba presentada por el
nombre de cada chico.
“Esto agrada a Dios, que nos conoce a
cada uno por nuestro nombre. No somos anónimos, no somos fotocopias, ¡somos
todos originales! Y así debemos ser: originales, no fotocopias, dijo el beato
Carlo Acutis, un muchacho como uds.”
A todos ellos, el Pontífice les dijo en
términos sencillos, coloquiales, que “Dios nos conoce uno a uno, con nuestro
nombre y nuestro rostro, que es único” a pesar de nuestras limitaciones. Dios,
les dijo, nos ve con la mirada del amor. Dios ve nuestras limitaciones, y nos
ayuda a soportarlas.
Dios mira dentro de nuestros corazones
En su discurso, el Papa les dijo que Dios mira
sobre todo al corazón, y ve a cada persona en su plenitud, nos ve a “imagen de
Jesús, su Hijo único, y con su amor nos ayuda a parecernos cada vez más a Él.
Jesús es el hombre perfecto, es la plenitud de lo humano, y el amor de Dios nos
hace crecer hacia esa medida plena, hacia la plenitud”.
Sonreír, les dijo Francisco, es un signo que
muestra cuando una persona es acogida con amor, es mirada con la mirada de Dios.
Al hablar de la figura del padre Oreste Benzi, quien creo las "casas
de familia", el Papa les dijo era un sacerdote que miraba a los niños y a
los jóvenes con los ojos de Jesús, con el corazón de Jesús.
“Y estando cerca de los que se portaban mal, de
los que se descarriaban, comprendía que les faltaba el amor de un padre y de
una madre, el afecto de hermanos y hermanas”.
Así, afirmó, Don Oreste, con la fuerza
del Espíritu Santo y la implicación de las personas a las que Dios dio esta
vocación, comenzó esta experiencia de hospitalidad a tiempo completo, de
compartir la vida; y de ahí nació lo que él llamó la "casa familia".
Una experiencia que se ha multiplicado, en Italia y en otros países, y cuyo
objetivo es el de acoger en casa a personas que se convierten realmente en sus
propios hijos regenerados por el amor cristiano.
Una familia donde todos son atendidos
“Un padre y una madre que abren las puertas de
su casa para dar una familia a quienes no la tienen. Una familia de verdad; no
un trabajo, sino una opción de vida. En ella hay sitio para todos: menores,
discapacitados, ancianos, italianos o extranjeros, y cualquiera que busque un
punto fijo desde el que volver a empezar, o una familia en la que encontrarse.
La familia es el lugar donde todos son atendidos, tanto los que son acogidos
como los que acogen, porque es la respuesta a la necesidad innata de relaciones
que tiene toda persona”.
Por último el Pontífice, se dirigió a cada uno
de los chicos que le escribieron por su nombre, y lamentó que Francesco de 6
años, no pudo asistir porque su madre está enferma, y tampoco Biagio, de 14
años, a ellos dos les envió una bendición especial.
“Y tú, Sara, que tienes 13 años y has escapado
de Irak, guarda en tu corazón tu santo deseo de que no se robe a los niños su
infancia: ¡Dios te ayudará a cumplirlo! Tú que quieres ver a tu abuela que se
ha ido al cielo, háblale en tu corazón y sigue sus buenos ejemplos, y un día la
volverás a ver. A ti que, como a muchos adolescentes, te cuesta percibir la
belleza de la Misa, no temas: en el momento oportuno, Jesús vivo te hará sentir
su presencia”. Gracias, amiguito, por acordarte de los inocentes que son
asesinados en el vientre materno. Y gracias, niños y jóvenes, que cada domingo
por la tarde se reúnen en línea y rezan el Rosario”.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Vatican News
