Francisco ha querido aclarar que rey festejamos hoy, pues celebramos un rey que “se hizo siervo para que cada uno de nosotros se sienta hijo”
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En la Solemnidad de Cristo Rey del Universo y
último domingo del año litúrgico, el Papa Francisco preside la Santa Misa desde
la Catedral de Asti, ciudad italiana situada al norte del país, desde donde el
padre de Su Santidad emigro hasta Argentina y a donde Francisco ha querido
viajar este fin de semana para encontrarse con sus raíces.
El
Santo Padre se encuentra en Asti, una pequeña ciudad italiana situada al norte
del país, desde donde esta mañana ha presidido la Santa Misa, con mucha
emoción, pues se trata de la ciudad desde la que partió su padre para emigrar a
Argentina: “He venido a reencontrar el sabor de las raíces. Hoy el Evangelio
nos lleva nuevamente a las raíces de la fe” ha afirmado el Papa frente a los
fieles presentes.
Observando a Jesús, la idea que tenemos de un rey da
un vuelco
“Sobre
la cruz aparece una sola frase: «Este es el rey de los judíos» (Lc 23,38).
He aquí el título: rey. Pero observando a Jesús, la idea que tenemos de un rey
da un vuelco” ha aclarado el Pontífice. De hecho, ha pedido a los fieles
presentes que intenten imaginar visualmente un rey: “Nos vendrá a la mente
un hombre fuerte sentado en un trono con espléndidas insignias, un cetro en las
manos y anillos brillantes en los dedos, mientras dirige a sus súbditos
discursos solemnes. Esta es, más o menos, la imagen que tenemos en la
mente” dice el Papa.
Pero,
en cambio, mirando a Jesús, “vemos que Él es todo lo contrario”: “No
está sentado en un cómodo trono, sino más bien colgado en un patíbulo. El Dios
que «derribó a los poderosos de su trono» se comporta como siervo crucificado
por los poderosos. Está adornado sólo con clavos y espinas, despojado de todo
más rico en amor; desde el trono de la cruz ya no instruye a la multitud con
palabras, ni levanta la mano para enseñar. Hace mucho más: en vez de apuntar el
dedo contra alguien, extiende los brazos para todos. Así se manifiesta nuestro
rey, con los brazos abiertos, a brasa aduerte”.
¿Qué rey festejamos hoy?
Francisco
ha querido aclarar que rey festejamos hoy, pues celebramos un rey que “se hizo
siervo para que cada uno de nosotros se sienta hijo” ha dicho el Papa, pero
también un rey que “se dejó insultar y que se burlaran de él, para que en
cualquier humillación ninguno de nosotros esté ya solo. Dejó que lo desnudaran,
para que nadie se sienta despojado de la propia dignidad, y subió a la cruz,
para que en todo crucificado de la historia esté la presencia de Dios”.
“Este
es nuestro rey – asegura Francisco – rey del universo, porque Él cruzó los más
recónditos confines de lo humano; entró en la oscura inmensidad del odio y del
abandono para iluminar cada vida y abrazar cada realidad”.
““No tenemos un dios desconocido que está allá arriba
en el cielo, poderoso y distante, sino un Dios cercano, tierno y compasivo,
cuyos brazos abiertos consuelan y acarician””
En
su homilía, Francisco también explica que Él no mira nuestra vida sólo un
momento y ya, sino que permanece ahí, a brasa aduerte (a brazos
abiertos), para decirnos en silencio que nada de lo nuestro le es
ajeno, que quiere abrazarnos, volvernos a levantar y salvarnos, así como somos,
con nuestra historia, con nuestras miserias y con nuestros pecados.
También
ha asegurado que nos da la posibilidad de reinar en la vida "si te rindes
ante la mansedumbre de su amor, que se propone pero no se impone; el amor de
Dios no se impone jamás, a su amor que siempre te perdona, nosotros tantas
veces nos cansamos de perdonar a las personas, les hacemos la cruz y hacemos la
sepultura social, él no se cansa de perdonar jamás, jamás, siempre te vuelve a
poner en pie, que siempre te restituye tu dignidad real". De hecho -
puntualiza - “la salvación nos viene al dejarnos amar por Él, porque sólo así
somos liberados de la esclavitud de nuestro yo, del miedo de estar solos, de
pensar que no lo lograremos”.
Al
mismo tiempo, nos invita a reflexionar sobre la frase que Jesús pronuncia en el
Evangelio de hoy: «Estarás conmigo en el paraíso». “Esto es lo que quiere
decirnos Dios cada vez que nos dejamos mirar por Él. Y entonces entendemos que
no tenemos un dios desconocido que está allá arriba en el cielo, poderoso y
distante, sino un Dios cercano, tierno y compasivo, cuyos brazos abiertos
consuelan y acarician” afirma el Papa.
El Papa nos pregunta hoy: ¿Somos espectadores o nos
involucramos?
Hoy
el Evangelio nos pone ante dos caminos. Frente a Jesús hay quien se queda de
espectador y quien se involucra y depende de nosotros decidir si ser
espectadores o involucrarnos.
Los
espectadores son muchos, la mayoría. De hecho –dice el texto– «el pueblo
permanecía allí y miraba». No era gente mala, muchos eran creyentes, pero al
ver al Crucificado se quedan como espectadores. No dan un paso adelante hacia
Jesús, sino que lo ven desde lejos, curiosos e indiferentes, sin interesarse verdaderamente,
sin preguntarse qué podrían hacer. “Todos estos espectadores tienen en común
una frase recurrente: “Si eres rey, ¡sálvate a ti mismo!”” recuerda el
Papa.
“¿Eres capaz de mirar a los ojos de ese pobre que te
pide limosna?, cuando le das limosna ¿le tocas la mano o le tiras la moneda?
¿eres capaz de tocar una miseria humana?”
La ola del mal
Pero,
ese “Sálvate a ti mismo” es contagioso – dice el Papa – es “la ola
del mal” que alcanza a casi todos. Y es aquí donde el Pontífice habla del
“contagio letal de la indiferencia”, asegurando que "es una fea
enfermedad" la indiferencia: "esto no me toca a mi, indiferencia
frente a los enfermos, frente a los pobres, a los miserables de la tierra, a mí
me gusta preguntar a la gente , sé que cada uno de vosotros da la limosna a los
pobres, yo me pregunto: cuando tu das la limosna a los pobres ¿le miras a los
ojos? ¿eres capaz de mirar a los ojos de ese pobre que te pide limosna?, cuando
le das limosna ¿le tocas la mano o le tiras la moneda? ¿eres capaz de tocar una
miseria humana?
Por
tanto, insiste: "esa ola del mal que se propaga siempre así: comienza
tomando distancia, mirando sin hacer nada, sin dar importancia, y luego se
piensa sólo en los propios intereses y se acostumbra a mirar hacia otro lado.
“Es un riesgo también para nuestra fe – dice el Papa – que se marchita si se
queda en una teoría y no se hace práctica, si no hay compromiso, si no se da en
primera persona, si no se arriesga. Entonces nos convertimos en cristianos
superficiales, que dicen creer en Dios y querer la paz, pero que no rezan ni se
preocupan por el prójimo”.
La ola del bien
Para
el Papa, también está la ola benéfica del bien. “Entre los muchos espectadores,
uno se involucra, el “buen ladrón”. Los otros se ríen del Señor. Él le habla y
lo llama por su nombre, “Jesús”. Es así que un malhechor se convierte en el
primer santo. Se acerca a Jesús por un instante y el Señor lo tiene consigo
para siempre”.
Francisco
ha explicado entonces que, el Evangelio habla del buen ladrón por nosotros, para
invitarnos a vencer el mal, dejando de ser espectadores. “¿Por dónde comenzar?”
pregunta – “por la confianza, por llamar a Dios por su
nombre, tal como lo hizo el buen ladrón, que al final de la vida vuelve a
encontrar la confianza valiente que caracteriza a los niños, que se fían,
piden, insisten”.
Una mirada a nosotros mismos: ¿Hacemos algo?
Al final de su homilía, el Santo Padre nos hace
reflexionar: “Vemos las crisis de hoy, la disminución de la fe, la falta de
participación. ¿Qué hacemos? ¿Nos limitamos a elaborar teorías, a criticar, o
nos ponemos manos a la obra, tomamos las riendas de nuestra vida, pasamos del
“si” de las excusas a los “sí” de la oración y del servicio? Todos creemos
saber qué es lo que no está bien en la sociedad, en el mundo, incluso en la
Iglesia, pero luego, ¿hacemos algo? ¿Nos ensuciamos las manos como nuestro Dios
clavado al madero o estamos con las manos en los bolsillos mirando?”.
Mireia Bonilla
Vatican News