En una Plaza de San Pedro, a la que se dieron cita los fieles y peregrinos, como cada domingo, el Papa Francisco en su alocución después del rezo del Ángelus recordó las palabras del Evangelio de hoy
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En su alocución
después del Ángelus, El Papa Francisco recuerda las palabras del Evangelio,
cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará». Y nos
pregunta, ¿de qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino fácil de pensar
exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del Evangelio, que pone
en crisis nuestros egoísmos, pero nos permite acoger la vida verdadera que
viene de Dios?
En una Plaza de
San Pedro, a la que se dieron cita los fieles y peregrinos, como cada domingo,
el Papa Francisco en su alocución después del rezo del Ángelus recordó las
palabras del Evangelio de hoy, cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que
entra por mí se salvará». Esto quiere decir, dijo el Papa, que, para entrar en
la vida de Dios, en la salvación, hay que pasar a través de Él, acoger a Él y
su Palabra.
Y nos cuestiona
a cada uno de nosotros: ¿De qué lado queremos estar? ¿Preferimos el camino
fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la puerta estrecha del
Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos, pero nos permite acoger la
vida verdadera que viene de Dios? ¿De qué lado estamos?, al respecto, su
petición a la Virgen María, “que siguió a Jesús hasta la cruz”, para que nos
ayude a medir “nuestra vida sobre Él, para entrar en la vida llena y
eterna”. Entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone implica
limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia,
bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el
riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz, dijo el Papa.
Traten de
entrar por la puerta estrecha
En su
alocución, el Pontífice, repasó el pasaje del Evangelio de Lucas de la Liturgia
de este domingo: "Un hombre le pregunta a Jesús: «¿Son pocos los que
se salvan?» Y el Señor responde: «Traten de entrar por la puerta estrecha» (Lc
13,24)"
El Papa dijo
que es probable, que al imaginarnos una puerta estrecha, esa imagen
"podría asustarnos", afirmó, como si la salvación fuera destinada solo
a pocos elegidos o a los perfectos. Pero esto contradice lo que Jesús nos ha
enseñado en muchas ocasiones, añadió el Pontífice, de hecho, poco más adelante,
Él afirma: «Vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a
ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios». Por lo tanto, animó
Francisco, esta puerta es estrecha, ¡pero está abierta a todos!
Una puerta
estrecha abierta a todos
Más adelante,
el Papa Francisco dijo que para "entenderlo mejor, hay que preguntarse qué
es esta puerta estrecha. Jesús extrae la imagen de la vida de esa época y,
probablemente, se refiere a que, cuando llegaba el atardecer, las puertas de
las ciudades se cerraban y solo quedaba abierta una, más pequeña y más
estrecha: para regresar a casa se podía pasar únicamente por ahí". Pero
manifestó que, cuando Jesús dice: «Yo soy la puerta. El que entra por mí
se salvará» (Jn 10,9). Nos quiere decir que para entrar en la vida de Dios, en
la salvación, hay que pasar a través de Él, acoger a Él y su Palabra.
Así como para
entrar en la ciudad, había que “medirse” con la única puerta estrecha que
permanecía abierta, del mismo modo, señaló Francisco, la vida del cristiano es
una vida “a medida de Cristo”, fundada y moldeada en Él. Y la vara de medición
es Jesús y su Evangelio, recordó el Papa, y no lo que pensamos nosotros,
sino lo que nos dice Él. El Santo Padre nos dijo que es una puerta estrecha no
"por ser destinada a pocas personas, sino porque pertenecer a Jesús
significa seguirle, comprometer la vida en el amor, en el servicio y en la
entrega de sí mismo como hizo Él, que pasó por la puerta estrecha de la
cruz".
Limitar el
espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia
El Pontífice
manifestó que para entrar en el proyecto de vida que Dios nos propone, implica
limitar el espacio del egoísmo, reducir la arrogancia de la autosuficiencia,
bajar las alturas de la soberbia y del orgullo, vencer la pereza para correr el
riesgo del amor, incluso cuando supone la cruz. Y citó algunos ejemplos de
personas, dijo, no eligieron la puerta ancha:
"Pensemos
concretamente a esos gestos cotidianos de amor que llevamos adelante con
esfuerzo: a los padres que se dedican a los hijos haciendo sacrificios y
renunciando al tiempo para sí mismos; a los que se ocupan de los demás y no
solo de sus propios intereses; a quien se dedica a los ancianos, a los más
pobres y a los más débiles; a quien sigue trabajando con esfuerzo, soportando
dificultades y tal vez incomprensiones; a quien sufre a causa de la fe, pero
continúa rezando y amando; a los que, más que seguir sus instintos, responden
al mal con el bien, encuentran la fuerza para perdonar y el coraje para volver
a empezar".
Solo son
algunos ejemplos de personas que no eligen la puerta ancha de su conveniencia,
explicó por último, sino la puerta estrecha de Jesús, de una vida entregada en
el amor. Estas personas, dice hoy el Señor, serán reconocidas por el Padre
mucho más que los que ya piensan ser salvados y, en realidad, son «los que
hacen el mal». Y nos preguntó por último ¿de qué lado queremos estar?
¿Preferimos el camino fácil de pensar exclusivamente en nosotros mismos o la
puerta estrecha del Evangelio, que pone en crisis nuestros egoísmos pero nos
permite acoger la vida verdadera que viene de Dios? ¿De qué lado estamos?
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Vatican News
