Lleno del Espíritu Santo, que se asemeja al fuego, Cristo con su luz y su poder revela el rostro misericordioso de Dios y da plenitud a los que se consideran perdidos
![]() |
Vatican News |
Jesucristo nos
invita en el Evangelio de hoy a reavivar la llama de la fe, para que no se
convierta en una realidad secundaria que nos lleve eludir los desafíos de la
vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad. El Papa Francisco lo hizo
presente al rezar el Ángelus en el domingo 14 de agosto.
Como
cada domingo también este 14 de agosto el Papa Francisco se asomó desde la
ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con
los peregrinos la oración mariana del Ángelus y realizar su comentario al
Evangelio del día, hoy Lucas 12, 49-53. El Evangelio de hoy narra que mientras
está en camino con sus discípulos, Jesús dice: “He venido a traer fuego sobre
la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49). “¿De qué
fuego está hablando? ¿Y qué significan estas palabras hoy para nosotros?” fue
la interrogación que Francisco planteó para introducir su reflexión.
El Evangelio es como un fuego que incita al cambio
Recordando
que Jesucristo trajo el “Evangelio al mundo”, es decir, la Buena Noticia del
amor de Dios por cada uno de nosotros, señaló que el mismo es “como un fuego”
porque, cuando irrumpe en la historia, “quema los viejos equilibrios de la
vida, nos desafía a salir del individualismo, a superar el egoísmo, a pasar de
la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado”.
En
otras palabras, el Evangelio no deja las cosas como están: cuando pasa el
Evangelio, y es escuchado y recibido, las cosas no se quedan como están. El
Evangelio incita al cambio e invita a la conversión. No concede una falsa paz
intimista, sino que enciende una inquietud que nos pone en camino, nos impulsa
a abrirnos a Dios y a los hermanos. Es exactamente como el fuego: mientras nos
calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los
lados oscuros de la vida que todos tenemos, consumir los falsos ídolos que nos
hacen esclavos.
Jesucristo está inflamado por el fuego del amor de
Dios
Jesús,
recordó aún Francisco, está “inflamado por el fuego del amor de Dios y, para
hacerlo arder en el mundo, se entrega Él mismo el primero de todos, amando
hasta el extremo, incluso hasta la muerte y la muerte de cruz (cf. Flp 2,8)”.
Lleno del Espíritu Santo, que se asemeja al fuego, Cristo con su luz y su poder
revela el rostro misericordioso de Dios y da plenitud a los que se consideran
perdidos:
Derriba
las barreras de las marginaciones, cura las heridas del cuerpo y del alma,
renueva una religiosidad reducida a prácticas externas. Es por eso que es “fuego”:
cambia, purifica.
La fe no es una “canción de cuna”, sino un fuego
encendido
Las
palabras de Jesús en el Evangelio de hoy son una invitación, pues, a “reavivar
la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria, o en un
medio de bienestar individual, que nos lleve eludir los desafíos de la vida y
del compromiso en la Iglesia y en la sociedad”. En efecto, dijo el Pontífice,
un teólogo decía que la fe en Dios “nos tranquiliza, pero no del modo que
quisiéramos: es decir, no para procurarnos una ilusión paralizante o una
satisfacción dichosa, sino para permitirnos actuar”.
La
fe, en definitiva, no es una “canción de cuna” que nos adormece. La fe
verdadera es un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso
en la noche.
¿Arde en nosotros el fuego del Espíritu?
He
aquí que el Papa animó a preguntarnos si somos “apasionados por el Evangelio”,
si la fe que profesamos y celebramos nos sitúa “en una tranquilidad feliz”, si
enciende en nosotros “el fuego del testimonio”. Preguntas que también podemos
hacernos, según Francisco, “como Iglesia”:
En
nuestras comunidades, ¿arde el fuego del Espíritu, la pasión por la oración y
la caridad, la alegría de la fe, o nos dejamos arrastrar por el cansancio y las
costumbres, con el rostro apagado y el lamento en los labios y las habladurías
de cada día?
La alegría de Jesús "ensancha" el corazón
Para
finalizar, el Santo Padre pidió “revisar” estas cosas, para que también
nosotros podamos decir como Jesús:
Estamos
inflamados por el fuego del amor de Dios y queremos “lanzarlo” al mundo,
llevarlo a todos, para que cada uno descubra la ternura del Padre y experimente
la alegría de Jesús, que ensancha el corazón - ¡ensancha el corazón! – y hace
bella la vida.
Por
eso hoy en el Ángelus rezó para que la Santísima Virgen que acogió el fuego del
Espíritu Santo, interceda por nosotros.
Solidaridad para Somalia, afectada por la Sequía
Tras
la oración mariana el Sumo Pontífice llamó la atención sobre la
grave crisis humanitaria que afecta a Somalia y algunas zonas de los países
limítrofes, ahora en peligro de muerte a causa de la sequía. "Espero que
la solidaridad internacional pueda responder eficazmente a esta
emergencia", expresó.
Misericordia y piedad para el pueblo ucraniano
Al
saludar a los peregrinos reunidos en el Santuario de la Divina Misericordia en
Cracovia, donde hace 20 años San Juan Pablo II hizo el Acto de Entrega del
mundo a la Divina Misericordia, destacó el significado de tal gesto, que
queremos - dijo - renovar hoy en la oración y en el testimonio de vida. Y
añadió:
La
misericordia es el camino de la salvación para cada uno de nosotros y para el
mundo entero. Y pedimos al Señor, misericordia especial, misericordia y piedad
para el atormentado pueblo de Ucrania.
Vatican News