El terrorífico atentado contra la iglesia de San Francisco Javier en Owo (Nigeria) durante la misa de Pentecostés ha dejado un balance de 41 muertos y decenas de heridos graves.
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P. Andrew Adeniyi Abayomi es vicario parroquial de la iglesia de San Francisco Javier, atacada durante Pentecostés |
En Nigeria los
cristianos viven una situación extrema. La persecución lejos de disminuir, se va
extendiendo contra ellos. Pero están convencidos de perseverar en su fe.
El padre Andrew Adeniyi Abayomi es
vicario parroquial de la iglesia que fue atacada el pasado 5 de junio y se
encontraba en el templo en el momento de la masacre. En esta entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada relata
su experiencia de aquel día y las secuelas que han quedado entre los
feligreses:
-¿Cuántos atacantes había?
-Yo
no los vi, pero algunos testigos presenciales dicen que eran cuatro, mientras
que otros aseguran que, además de esos cuatro, había otros infiltrados entre nosotros en la iglesia. Otros
dicen que eran seis en total, pero lo cierto es que se desconoce el número
real.
-¿Dónde estaba usted cuando ocurrió el
ataque?
-Todavía
estaba en el presbiterio. Había terminado la misa y estaba reponiendo el
incienso para la procesión posterior fuera de la iglesia. Fue entonces cuando
oí un ruido. Pensé que era un portazo o que alguien se había caído o había
visto una serpiente, como ya había ocurrido en alguna ocasión.
Pero entonces oí un segundo ruido
fuerte y vi a los feligreses corriendo en diferentes direcciones en la iglesia. Me
quedé en estado de shock, preguntándome qué estaba pasando, cuando alguien
corrió hacia mí gritando: “¡Padre, pistoleros!”.
-¿Temió por su vida?
-En
ese momento, no; más bien pensaba en cómo salvar a mis feligreses. Algunos se
armaron de valor y cerraron la puerta de entrada. Yo insté a la gente a pasar
por el presbiterio para entrar en la sacristía, algunos feligreses escaparon
por allí. Yo me quedé en el interior de la sacristía. No podía moverme porque estaba rodeado de niños, al tiempo que
algunos adultos se aferraban a mí; algunos niños incluso se escondieron
debajo de mi casulla, yo los protegía como una gallina a sus polluelos.
Mis
feligreses exclamaban: “¡Padre,
por favor, sálvenos; Padre, ¡rece!”. Yo intenté calmarlos, diciéndoles
que no se preocuparan, que estaba rezando y que Dios haría algo. Entonces oí
tres o cuatro explosiones, una tras otra. El atentado estaba bien planeado y
duró entre 20 y 25 minutos.
-¿Qué ocurrió después?
-Finalmente,
nos hicieron saber que los atacantes se habían ido. Salimos de la sacristía y
vi a los feligreses que yacían muertos y a muchos otros heridos. Yo estaba conmocionado. Supliqué
a la gente que llevara a nuestros hermanos y hermanas heridos al hospital, con
la ayuda de los feligreses que saben conducir empecé a trasladar a algunos de
los heridos al hospital de San Luis y al centro de salud federal. Dejamos atrás
los cadáveres mientras intentábamos salvar a los heridos.
-El estado de Ondo siempre ha sido
pacífico, especialmente en comparación con el norte de Nigeria y el Cinturón
Medio, pese a algunas tensiones entre los pastores fulani y los campesinos
cristianos. ¿Cómo se explica este repentino estallido de violencia?
-Según
hemos sabido, hay grupos militantes que están movilizando a la gente en el
suroeste y en otras partes del país. No podemos determinar la tribu, la
raza o el grupo al que pertenecen los atacantes. Incluso cuando se produjo el
ataque, algunos los vieron, pero no pudieron identificarlos por la lengua
porque no hablaron. Algunos
de los atacantes acudieron haciéndose pasar por feligreses a la misa,
celebraron la misa con nosotros hasta que iniciaron el ataque.
¿Cómo van a atender a los heridos y a los
feligreses de luto?
-Ya
hemos empezado a hacerlo: les
prestamos atención pastoral, los visitamos, rezamos con ellos, les
administramos el sacramento de los enfermos y los animamos a mantener viva la
esperanza, también atendemos a sus familias y a los demás afligidos.
Nuestra diócesis ha pedido apoyo a otras parroquias, tanto el Gobierno como
organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja y otros -incluso grupos
musulmanes e imanes- están acudiendo en nuestra ayuda de forma concreta y
económica. La Cruz Roja ha sido la más activa en el intento de captar a
donantes de sangre y reunir apoyo material.
-¿Cuáles son las mayores necesidades en
este momento?
-Necesitamos
apoyo material y económico para atender a las víctimas y a los supervivientes.
También necesitamos una
estrategia de seguridad propia, porque el personal de seguridad cercano y la
policía no acudieron a nuestro rescate a pesar de que el atentado duró
20 minutos y de que explotaron cuatro artefactos. Necesitamos nuestro propio
dispositivo de seguridad.
-Tras una experiencia como esta, ¿se
sentirá la gente segura al volver a la iglesia?
-
El miedo se ha instalado en la mente de algunos feligreses, pero, no obstante,
nosotros estamos decididos
a reanimarlos, a mantenerlos firmes en la fe y a reconfortarlos buscando
el contacto con todos y no solo con los directamente afectados. El objetivo es
establecer un contacto directo con ellos para fortalecerlos y recordarles que
profesar nuestra fe en Dios significa que le entregamos toda nuestra vida. Esta
vida es solo un tránsito a la eternidad – la eternidad debe ser nuestra meta
final.
¿El atentado ha fortalecido o debilitado
la fe de sus feligreses?
-En
mis encuentros con los feligreses no he visto una pérdida de fe, sino un
fortalecimiento. Están
preparados y dispuestos a permanecer firmes. Yo sigo rezando por ellos
todos los días, la misa la celebramos por las intenciones de los que todavía
están en el hospital para contribuir a su rápida recuperación. Además, también
se están celebrando misas por las almas de los que han muerto, para que
descansen en paz, y se celebran misas por las intenciones de todos los miembros
de la parroquia para que permanezcan firmes en la fe y vivos en la esperanza.
Fuente: ReL