Acumulemos riquezas, sí, pero -como indica la Biblia- en el cielo
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«Pero nosotros
somos ciudadanos del cielo»
Filipenses 3,
20
Hay una canción
que me encanta. Recuerdo los días de la infancia en la ciudad costera de
Colón.
Asistía al
Colegio Paulino de san José, regentado por unas bellas monjas franciscanas.
Arriba del colegio había una capilla.
Y esperaba con
ilusión mi encuentro semanal con Jesús. Los domingos en Misa solíamos cantarla.
Ciudadanos del
cielo
Yo lo hacía a
viva voz y me quedaba al terminar la sensación de ser un ciudadano del
cielo. ¿La conoces?
No olvides lo
más importante
Este es
un mundo temporal, no es nuestra patria. No te aferres a él.
Muchos lo
hacen, desesperados por acumular riquezas que se perderán.
Con sus
constantes tentaciones nos absorbe para que anhelemos sus tesoros, goces
materiales y abandonemos la oración.
Sí, ocurre a
menudo, lo he notado. Descuidamos la oración y
nos alejamos de Dios.
¿Qué riquezas
queremos?
Porque nos
atraen el éxito, la soberbia, la gula, el poder, el dinero, la lujuria, la
pornografía, las habladurías, señalar a los demás.
Recuerdo haber
leído la historia de este hombre, millonario que antes de morir dejó en su
testamento que deseaba ser enterrado con todo su dinero.
Y los
familiares estaban por perder la herencia, hasta que uno de los hijos tomó un
cheque, escribió en él la suma total del dinero de su papá y lo metió en
el ataúd.
Acumulamos
riquezas donde no debemos.
Abre tu Biblia
y lee el santo Evangelio según san Mateo 6, 19-21:
“No acumuléis
riquezas en este mundo; las riquezas de este mundo se apolillan y se echan a
perder y los ladrones entran y las roban. Más bien acumulad riquezas en el
cielo, donde Pues donde tengas tus riquezas, allí tendrás también el corazón.”
La eternidad en
juego
Trato de
comprender y me cuesta. ¿Por qué tanto afán por el dinero? Es cierto,
se necesita, pero no tanto como para obsesionarse por él.
Somos limitados
para comprender muchas cosas por nuestra humanidad.
A mi edad todo
se ve con más claridad y puedo decirte que el peligro que enfrentas siendo
ingenuo, indiferente, sin verlo, podría hacerte mucho daño. Más del que
imaginas si no le prestas atención.
Suelo
reflexionar en ello. Alimento mi cuerpo, hago ejercicio para mantenerlo
saludable. Y mi alma que es inmortal la llevo descuidada, enferma o muerta.
¿Por qué?
Debes
reaccionar. Porque es tu alma, tu eternidad. Corres el riesgo de perderte.
Elige el
Paraíso
La visión del infierno que la Virgen le mostró a los 3 pastorcillos para que el mundo supiera que existe,
donde van los pobres pecadores, es aterradora.
“Vimos como si
fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en
forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce
quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que
salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados
como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos
de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de
miedo…”.
Así que no
te dejes, vales demasiado, lucha contra esa tentación, no caigas otra vez.
Y elige la vida
eterna, el Paraíso, la felicidad al lado de Dios.
Al final todo
esto trata de salvar nuestras almas para la eternidad,
y salvar cuantas almas podamos.
¡Pues Ánimo!
Podemos ganar. Basta esforzarnos un poco. Es como decía el buen padre Pío:
“¡Ora, ten fe y
no te preocupes!”
¡Dios te
bendiga!
Claudio de
Castro
Fuente: Aleteia