No tenía nada en su favor para abrazar la religión: creía que «era un cuento para débiles»
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"Nuestra identidad verdadera es ser hijos de Dios". |
Como su hermana, Carla Restoy fue educada al margen de la fe: desde que sus padres se casaron "por tradición", la intención de formar una familia o tener hijos no entró en sus planes hasta que, diez años después, supieron que Carla estaba de camino.
Como ha contado esta joven de 25 años al canal de El rosario de las 11 pm, nunca conoció la
religión hasta que, durante su adolescencia, un colegio laico despertó, sin quererlo, su interés por la fe y
los sacramentos.
De hecho, casi toda su vida pensó que la religión "era un cuento de hadas inventado por la
gente que sufría y los débiles o para gente tonta que les habían comido la
cabeza". Su única influencia religiosa fue, ocasionalmente, alguna tímida
mención u oración por parte de sus abuelos, de quienes asegura "que no
creían en Dios y no iban a misa".
"Pobrecita, se le ha muerto una hija y necesita a Dios",
pensaba Carla al ver a su abuela.
Recuerda que desde su infancia tuvo todo lo que necesitaba y que
en su familia se respiraba el calor del hogar y del amor, pero siempre percibió una inquietud interior que, con 15
años, se manifestó definitivamente.
Una enfermedad que le llevó a
pensar
"Me operaron de una escoleosis, tuve que estar dos años llevando un corsé
quitándomelo media hora al día y pasé de tener todas las tardes ocupadas a
tener que dejar todas las
actividades extraescolares en plena adolescencia", recuerda.
Paralelamente, en su colegio comenzaron a impartir las asignaturas
de Filosofía e Historia y cultura de las religiones, lo que recuerda como
"la primera ocasión" que le ofrecieron "para pensar sobre el sentido de las
cosas" y, al estar convaleciente, dedicó todo su tiempo a pensar e
indagar en esas asignaturas.
"Fue un shock para mí que sin haber tenido nunca formación
religiosa nos hablaran de Santo Tomás de Aquino y sus cinco vías (los
argumentos del Santo para demostrar racionalmente la existencia de Dios). Yo concebía a la religión como un
mito, pero ver que podía ser algo razonable hizo que cayese un prejuicio
muy fuerte", detalla.
La que más le llamó la atención fue el budismo por ser más
novedoso en la moda y la actualidad, algo que cambió al estudiar el significado
del hombre para las religiones.
"Me decían que en el corazón del hombre había algo que no
terminaba de encajar para el cristianismo, y me sorprendía que yo misma
quisiese hacer cosas maravillosas y sin embargo no las hiciese", explica.
Salir, maquillarse y ver
"Sexo en Nueva York"
Salvo esas llamadas de atención, la de Carla siguió siendo
"una vida materialista y superficial" dedicada a
salir y a ver Sexo en Nueva York los
fines de semana, donde "la religión no tenía ningún sentido".
"Mi corazón empezó a tener el deseo de aspirar a algo grande, cuando salía de fiesta me
encantaba sentirme mirada o llegar a casa con buenas notas para ser reconocida,
pero nunca era suficiente y
me di cuenta de que mis amigas, cuando se liaban con cinco chicos en una noche,
siempre necesitaban más", recuerda.
Carla nunca entendió como llegó a esas conclusiones, pero cada vez
era más consciente de cómo percibía interiormente las realidades que aprendía
en sus nuevas asignaturas sobre el cristianismo.
"En la adolescencia, sentía que había una lucha pero que era
hacia afuera, que había cosas en el mundo que estaban mal y que yo podía
cambiar por mí misma", mientras que en el cristianismo se enseñaba
"que la lucha era en
el propio corazón, que estaba dentro [de uno mismo] y esas ideas me
marcaron", menciona.
También le impactó el significado del bien y del mal: "A mí
se me educó con una concepción relativista de todo, en la que mentir o hacer
cosas malas podían estar bien según tu situación… Fue un shock darme cuenta de
que hay cosas que siempre
estarán mal de forma objetiva, pero encajaba con mi corazón y mi
cabeza".
La Iglesia, ¿tiene sentido?
"Qué rabia..."
En ese momento, mencionaron en clase las Confesiones de
San Agustín. "Lo acabé leyendo despacio y me di cuenta de que la idea de
Dios no tenía por qué ser irracional y que podía tenerla conmigo. Fue un
shock bastante grande. Mientras lo leía me fui haciendo un esquema para ver qué
tenía más sentido, si que existiese Dios o que no y… `qué rabia´"; pensó: "Me di cuenta de qué nada
tenía más sentido que creer que lo que decía la Iglesia era verdad".
Tras llegar a aquel momento de una conversión plenamente
intelectual, Carla mencionó su percepción de la Iglesia como un gran obstáculo:
"Mi visión sobre ella era lo peor, lo último que quería era ser cristiana pero menos
católica. Para mí, la Iglesia era una institución retrógrada e hipócrita que
cuanto antes se extinguiese, mejor".
Todo cambió cuando una amiga suya que estudió en un colegio
católico le presentó un sacerdote que, además, era físico. "No sé por qué
accedí a hablar con él, y pensé que o bien no había entendido bien a Dios o a
la ciencia, pero ahora
entiendo que mucha ciencia te acerca a Dios y poca te aleja de Él",
menciona.
Frente a la hipocresía que criticaba de la Iglesia, Carla pudo
probar por sí misma la honestidad que vio en aquel sacerdote. "Me impactó
el poco interés que tenía en usarme. Yo veía a la Iglesia como una institución
que buscaba captar gente para sacar el dinero, pero solo percibí una mirada de cariño que me quería
por mí y por cómo era y no por lo que pudiera sacar de mí",
subraya.
La última caída del caballo que necesitó Carla fue la de las
amistades. "Empecé a ir con un grupo de jóvenes los viernes y fue un shock
ver que se reunían para formarse. Hablaban de vocación y matrimonio, de caridad
y rezaban cuando en mi entorno nunca hubo un momento de silencio: había algo
distinto a maquillarse y salir de fiesta, ellos se amaban de una forma muy especial, mientras mis amigas y yo
nos usábamos. En ellos se encarnaba algo que mi corazón anhelaba",
admite.
Un hospital de santos
Carla, lectora empedernida y fanática de Chesterton -como
ella, converso-, menciona que el autor inglés también tenía muchos prejuicios
contra la Iglesia, que descubrió equivocados cuando los investigó en
profundidad.
"No solo corroboró que los prejuicios eran falsos, sino que
quedó tan prendado por la luz que ya no pudo salir, y eso me sucedió a mí. La
idea que tenía de la Iglesia
como una asamblea de hipócritas era mentira, era en realidad un hospital de santos. Ver
tanta humanidad en el mejor y peor de los sentidos y a la vez algo tan divino
fue lo que me conquistó e hizo que mi cabeza y corazón quisiesen llegar a
casa", explica.
El 19 de abril de 2014, durante la Vigilia Pascual y con 17 años,
Carla recibió el bautismo, la comunión y la confirmación tras un largo periodo
de formación y catequesis. "Lo último que quería era ser católica, pero
[en la Iglesia] descubrí cuál era mi identidad y mi sentido. Ahí empezó
todo", concluye.
J. M. C.
Fuente: ReL