Como su alma gemela el Padre Pío, fray Sebastián de Jesús Sillero constituye hoy otro vivo ejemplo del Evangelio
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Jose Maria Zavala |
El nuevo
trabajo de investigación de Zavala, que acaba de salir a las principales
librerías de España y puede adquirirse también en Amazon, provocará a buen
seguro en el lector un terremoto interior de ocho puntos en la escala de
Richter.
El poder
intercesor del protagonista ha hecho posible que algunas personas recobrasen la
vida, los ciegos viesen, los paralíticos caminasen o los incrédulos creyesen.
Parapetado ahora en un arsenal de documentos inéditos, empezando por el proceso
de canonización durante tantos años en paradero desconocido, el autor hace
emerger al fin con todo su esplendor a este increíble personaje para asombro de
una sociedad secularizada como la actual, presa del positivismo y la
desesperanza.
Fray Sebastián
de Jesús gozó también de fama de santidad post mortem. Lo mismo que su alma
gemela el Padre Pío, él también estaba llamado a convertirse en un meteorito
del Medievo en pleno segundo milenio. “Haré más ruido muerto que vivo”,
prometió en su día el Padre Pío, ofreciéndose a seguir salvando almas desde el
mismo Paraíso. Y desde luego, su hermano franciscano tampoco ha faltado a su palabra
empezando ya a hacer de las suyas nada más subir al Cielo.
Aún tuvo el
detalle el protagonista de aparecerse a su hermana María Concepción para
despedirse de ella antes de morir. La bilocación le llevaba de un rincón a otro
en cuestión de segundos y sin el menor cansancio.
Trabajaba María
Concepción entonces en la casa de Benito Saavedra, en Écija, cuando de repente
la mujer dejó escapar un grito de sobresalto. Enseguida cundió la alarma en
toda la familia, que acudió a comprobar qué sucedía. Don Benito le preguntó muy
preocupado y ella sólo acertó a decir: “¡Mi hermano está muerto, pero ha venido
a despedirse de mí!”.
Se daba además
la circunstancia de que, cuando se apareció a su hermana, nadie tenía
constancia de que el fraile se hallase al borde la muerte, ni mucho menos que
ya hubiese expirado. Sólo cuando la noticia del fallecimiento se hizo ya
pública, pudieron comprobar todos atónitos que la aparición se había producido
justo el mismo día.
Con su estampa
y retrato volvieron a nacer muchas personas, como la mujer malagueña que estuvo
durante cuatro días interminables sufriendo dolores de parto sin poder alumbrar
a la criatura que llevaba en las entrañas. Los médicos la daban ya por muerta, cuando
un señor de Sevilla, enterado del trance por el que atravesaba la infortunada
mujer, le entregó una estampa del fraile a su marido y éste se la puso a ella
en el vientre. Poco después, pudo dar ya a luz a una hermosa criatura.
La fe de una
madre como Magdalena de Sayas sirvió también para curar a su hijo por
intercesión del fraile, quien le había profetizado en su día que concebiría a
un niño que llegaría a ser un gran hombre. Muerto fray Sebastián, nació, en
efecto, la criatura. Pero, siendo ya mayor, padeció unas viruelas que le
dejaron ciego y con muy escasas esperanzas de vida. La madre recordó entonces
el vaticinio y, en lugar de resignarse, cogió una estampa del fraile, se la
puso a su hijo en los párpados e interpeló al religioso para que cumpliese su
palabra. En aquel mismo instante, se le desprendieron al muchacho las costras
putrefactas de los ojos y quedó curado para siempre.
Josefa de Ugués
también conminó al fraile a que cumpliese su palabra dada después de muerto.
Máxime, cuando aquél había profetizado en su día que su hijo, Antonio
Laiglesia, sería sacerdote. Pero enfermo de gravedad a causa del tabardillo, la
vida del muchacho amenazaba con apagarse como una vela. La madre agarró
entonces el retrato de fray Sebastián, se lo puso a su hijo en el pecho y éste
quedó sanado al día siguiente, ordenándose finalmente sacerdote.
José Luis
Panero
Fuente: Aleteia