Como la mayoría de los ucranianos, Monseñor Visvaldas Kulbokas se comunica cuando los misiles y las bombas de alrededor le dan un respiro
Una flor para hacer crecer la esperanza en Ucrania |
El arzobispo
Visvaldas Kulbokas relata, durante una pausa en el bombardeo de Kiev, la
solidaridad entre cristianos y musulmanes en la ciudad: "El muftí nos
ofreció comida y refugio en la mezquita. Me parece que la guerra nos está dando
la visión de seres humanos que se han convertido en hermanos".
Dentro
de la nunciatura camina con su mochila al hombro "porque nunca se sabe
dónde se va a estar en los próximos segundos...".
Como la mayoría de los ucranianos, Monseñor Visvaldas Kulbokas se comunica cuando los misiles y las bombas de alrededor le dan un respiro.
"Esta
mañana hay una relativa calma, nos han dicho que podemos salir a ver si hay
tiendas abiertas". Opciones de precariedad ordinaria para quienes han
perdido sus horarios y hábitos para convertirse en refugiados en sus propias
casas. Pero si en torno a un pueblo se intenta sobrevivir -y se espera en las
negociaciones iniciadas en la frontera con Bielorrusia- en el corazón del
Nuncio en Ucrania la guerra ha desencadenado una visión "superior".
Una visión que reconforta, de una humanidad, tanto cercana como lejana, capaz
de ser solidaria más allá de todas las expectativas.
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Su Excelencia, durante cinco días Ucrania ha estado en guerra. ¿Cómo está
reaccionando la población?
Por
un lado, la situación es muy dramática: incluso ahora, cuando me muevo de un
lugar a otro dentro de la nunciatura, siempre llevo una mochila con todo lo que
necesito, porque nunca sabes dónde vas a estar en los próximos segundos... Pero
debo decir que esta situación ha creado consecuencias que yo definiría
hermosas. Aquí en Kiev hay mucha solidaridad a nivel parroquial -me refiero a
la comunidad católica, la grecocatólica-, pero ayer también hablamos con el
portavoz de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana del Patriarcado de Moscú, acompañado
de expresiones de solidaridad con el país, con el pueblo.
Asimismo
hablamos con el asistente del muftí de Ucrania, y también nos dijeron que si
necesitamos algo, ellos han organizado comida y refugio en su mezquita... Por
tanto, hay mucha solidaridad a nivel confesional e interreligioso, así como
mucha solidaridad a nivel global, al menos en gran parte del mundo, y veo que
se está prestando mucha atención, se está recogiendo mucha ayuda... Y sobre
todo los corazones: los corazones que están cerca.
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Así que no sólo hay miedo o resignación...
Como creyente, hago una lectura que es muy importante para mí: mientras hablamos, se están llevando a cabo conversaciones entre ucranianos y rusos en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, pero el diálogo político siempre es difícil porque hay varios intereses en juego.
Yo
tengo una visión diferente de lo que veo. Creo que si yo fuera Dios y viera una
gran solidaridad entre los seres humanos -que se ayudan, se apoyan, abren sus
corazones, en definitiva, muestran amor y cercanía- diría: ¡qué maravilla ver a
los seres humanos convertidos en hermanos! Y la conclusión sería: ya es
suficiente, la prueba, el desafío del drama ha sido superado, ya no hay
necesidad de guerra.
Aquí
está la paz como un regalo. Incluso en el gran mal de la guerra, hay frutos de
la conversión de la humanidad. La percepción es que esta fraternidad ha crecido
enormemente en pocos días. Hablando de esto con las religiosas de la
nunciatura, compartimos esta lectura tan alentadora de lo que está sucediendo.
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¿Qué ha pasado en estas últimas horas?
Hoy es un día especial porque los ejércitos se están
reagrupando. Al menos la primera parte del día es de relativa calma. Incluso
hemos recibido mensajes del gobierno de que, si queremos, podemos salir a ver
si hay alguna tienda abierta y algunos de la nunciatura ha ido a ver si pueden
abastecerse de algo. Podemos respirar un poco, pero no sabemos qué va a pasar
en las próximas horas... Por supuesto, a este nivel humano, el drama es muy
grande.
Alessandro
De Carolis - Ciudad del Vaticano
Vatican News