Según los datos del último «Anuario Estadístico de la Iglesia», la Iglesia católica gestiona 532 hospitales de lepra (leproserías) en el mundo, siendo de lejos la institución que más atención presta a los pacientes de una enfermedad que no solo produce efectos físicos devastadores sino un rechazo social muy importante.
Enfermo de lepra. Dominio público |
Las
naciones que albergan el mayor número de leproserías son: en África: Madagascar
(31) República Democrática del Congo (26), Egipto (24); en Centroamérica:
México (3); en Centroamérica-Antilla: Haití (2); en Sudamérica: Brasil (18),
Colombia (5), Chile (4); en Asia: India (216), Vietnam (15), Indonesia (9); en
Oceanía: Papúa Nueva Guinea (2); en Europa: Ucrania (10), Bélgica (8).
El
Día Mundial de la Lepra se celebra el último domingo de enero. Fue instaurado
en 1954 por el escritor y periodista francés Raoul Follereau, llamado «el
apóstol de los leprosos», ya que luchó contra toda forma de marginación e
injusticia. Hoy en día, la lepra forma parte de la lista de Enfermedades
Tropicales Desatendidas (ETD) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, a pesar
de ser curable, sigue siendo un problema de salud pública en varios países de
África, Asia y América Latina, donde persisten condiciones
socioeconómicas precarias que favorecen la transmisión de la enfermedad y
dificultan su diagnóstico precoz.
Según
informa la Aifo, la Asociación Italiana de Amigos de Raoul Follereau, que
promueve la celebración del Día y otras iniciativas a lo largo del año, la OMS
ha publicado a principios de septiembre su tradicional informe sobre la
situación de la lepra en el mundo. El primer aspecto a destacar es que solo 127
países (de 221) proporcionaron datos sobre la lepra para 2020, en comparación
con 160 países en 2019. El número anual de personas
diagnosticadas en todo el mundo es de 127.396 (38,6%
mujeres), una cifra muy inferior a la de 2019 (202.185 personas), una reducción
del 37,1%. Este repentino descenso se debe, sin duda, a la disminución de la
recogida de datos durante la pandemia de Covid-19, por lo que debe
interpretarse con cautela a la hora de calcular las tendencias a largo plazo.
La Iglesia misionera tiene
una larga tradición de asistencia a los enfermos de lepra, a menudo abandonados
incluso por sus propias familias, y siempre les ha proporcionado no sólo atención médica y
asistencia espiritual, sino también posibilidades concretas de recuperación y
reintegración en la sociedad. En muchos países, todavía existe una grave
discriminación contra estos pacientes debido a la supuesta incurabilidad de la
enfermedad y a las terribles mutilaciones que provoca.
Entre
los institutos religiosos que en su misión evangelizadora se han dedicado a la
atención médica y a la reinserción social de los enfermos de lepra, en el
pasado o incluso en nuestros días, podemos mencionar a los Camilos (Ministros
de los Enfermos, MI), a las Franciscanas Misioneras de María (FMM), las Hijas
de los Sagrados Corazones de Jesús y María fundadas por el misionero salesiano
Beato Padre Luigi Variara, los Franciscanos Menores y Capuchinos, los Jesuitas,
los Misioneros y Misioneras de la Consolata, los Misioneros y Misioneras
Combonianos, los misioneros del PIME... .
Hay varios misioneros
beatificados o canonizados que han dedicado su vida a aliviar el sufrimiento de
los enfermos de lepra. Entre ellos se encuentra el santo belga Jozef Daamian De Veuster
SSCC, (1840-1889) conocido universalmente como el Apóstol de los leprosos de la
isla de Molokai. Tras contraer él mismo la lepra, murió a la edad de 49 años,
habiendo pasado 16 años entre los leprosos. «Damián fue ante todo un misionero
católico», dijo el Papa Benedicto XVI en la homilía de su canonización. El
padre Damián es conocido hoy como un héroe de la caridad porque se identificó
plenamente con las víctimas de la lepra».
Santa
Marianne Cope, O.S.F., (1838-1918) originaria de Hesse, ingresó en la congregación
franciscana de la Tercera Orden en Siracusa, trabajó como maestra, luego como
enfermera en hospitales y en 1883 partió a Hawai, donde sirvió como enfermera
en los hospitales de lepra de Honolulu y Molokai, trabajando durante mucho
tiempo con el misionero Damian de Veuster, cuya labor continuó. Murió en
Molokai en 1918, tras pasar 35 años entre los leprosos.
El
Beato Jan Beyzym, S.I., (1850-1912) nacido en la actual Ucrania, a la edad de
48 años, con el consentimiento de sus superiores, partió hacia Madagascar para
el «servicio a los leprosos». Todas sus fuerzas, todos sus talentos y todo su
corazón los entregó a los enfermos abandonados, hambrientos y marginados. Se
instaló entre ellos, para estar con ellos día y noche. Creó una obra pionera, que
lo convirtió en el precursor de la atención actual a los leprosos. Con los
donativos recogidos de benefactores y compatriotas, construyó en Marana un
hospital para 150 enfermos, para curarlos y darles esperanza, que aún existe.
Fuente: Fides/InfoCatólica