El niño cristiano Majed tenía solo tres años cuando la guerra en Siria cambió por completo el destino de su familia: los obligó a abandonar su tierra natal debido a la violencia brutal, para sobrevivir como refugiados en el Líbano
Majed recibiendo ayuda de la Iglesia en el Líbano. Crédito: Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). |
“Me llamo
Majed. Ahora vivo con mi familia en el Líbano, pero mi padre me ha contado que
somos originarios de Siria y que nuestro hogar está allí”, dijo uno “de los
miles de refugiados que tuvieron que dejar su país y buscar refugio en la
ciudad de Zahle, en el valle de la Beqaa, Líbano”, señaló la fundación pontificia
Ayuda a la Iglesia Necesitada.
Hace poco más
de 10 años se inició la guerra en Siria. Una serie de protestas resultaron en
enfrentamientos entre las fuerzas armadas y varios grupos, incluidos
movimientos yihadistas como Jabhat Fateh al-Sham y el Estado Islámico, que a su
vez luchan entre ellos hasta hoy.
Desde el inicio
de la guerra hasta diciembre de 2020 fallecieron más de 387 mil personas y se
reportaron más de 205 mil desaparecidos, según el Observatorio Sirio para los
Derechos Humanos.
Según la ONU,
el 55% de los 22 millones de habitantes que vivían en Siria antes de la guerra
tuvieron que huir. De ellos 5,6 millones son refugiados en Líbano, Turquía,
Jordania y otros países cercanos. Precisó que 2 millones de sirios viven en
pobreza extrema en el país, y 13,4 millones necesitan asistencia humanitaria.
Actualmente,
Majid tiene 12 años de edad y, si bien experimenta el dolor de sufrir
privaciones con su familia, espera que pronto llegue la Navidad y le fortalece
saber que la Sagrada Familia se parece también a la suya y que existen buenas
personas que los ayudan a salir adelante.
“Me convertí en
un refugiado, como el Niño Jesús, que también tuvo que huir con sus padres”,
dijo el niño en referencia al exilio de la Sagrada Familia hacia Egipto para
salvarse de la matanza ordenada por Herodes. “A veces mi familia se pone
triste, nos da nostalgia. También hay lágrimas cuando papá cuenta que teníamos
una casa preciosa, amplia y luminosa”, expresó.
Él nos dijo que
“la iglesia se decoraba y acogía a todos por Navidad, pero ahora todo ha
desaparecido. Mi deseo de Navidad es que la gente piense en familias como la
mía y nos ayude a tener esperanza en un futuro mejor ¡Feliz Navidad a todos!”,
agregó.
En
declaraciones a la fundación pontificia ACN, Basman Abboud, el padre de Majed,
relató que durante la guerra en Siria “al menos 50 personas de nuestra
localidad murieron en seis meses, otros fueron secuestrados, a muchos les
destrozaron y quemaron sus medios de supervivencia”. La familia Abboud también
sufrió las consecuencias de la guerra.
“Aguantamos un
año, vivíamos en el infierno: sin trabajo, sin electricidad, ni escuelas, ni
comida. Los disparos de francotiradores eran una amenaza diaria. Además, el
cierre de las escuelas dejó a una generación entera sin educación”, dijo
Abboud.
El padre de
familia explicó que desde que empezó la guerra, “los cristianos sentían que lo
único que [sus agresores] querían era que ellos se fueran. Muchos cristianos en
Siria relatan que los grupos terroristas repetían una consigna: los alauitas
(confesión religiosa del presidente Assad) al ataúd y los cristianos a Beirut
(capital del Líbano)”.
Abboud señaló
que los terroristas planearon apoderarse por la fuerza de los bienes de los
cristianos y que la consecuente huida de su familia fue dramática. “Antes de
que la situación empeorara, los vecinos sabíamos que nuestras calles estaban
repartidas, incluso algunos adivinaban quién se iba a quedar con una casa y
quién con la otra”, dijo.
“Nos atacaron
con armas mientras nosotros estábamos indefensos, mataron a 15 jóvenes y quemaron
cinco casas. Toda la gente huyó, corrimos con la gente, no nos llevamos nada,
solo la ropa que vestíamos, salimos de nuestra casa y corrimos”, agregó.
Luego de la
masacre y huida de Siria, la familia de Majed llegó a Zahle (Líbano) el 20 de
marzo del 2012, y se alojaron en casa de un familiar por algunos meses, donde
pasaron frío y dormían mal. Explicó que como llegaron en invierno y no tenían
mantas, el frío era insoportable y que la casa albergaba a 15 personas que
debían turnarse para dormir, pues no había sitio para todos.
Abboud señaló
que si bien a los pocos meses encontró un trabajo y se mudó con su familia a
una casa con dos habitaciones, el sueldo solo alcanzaba para el alquiler, la
luz y los gastos domésticos. En esta situación, supieron que el Arzobispo
estaba ayudando a los refugiados sirios y libaneses, y gracias al comedor del
programa diocesano “St. John the Merciful”, cubrieron su alimentación.
“La diócesis
nos ayudó también en el ámbito médico, pues el hospital Tel-chiha, administrado
por la diócesis, nos ayudó con la cirugía de mi esposa”, dijo. “Sin esa ayuda
misericordiosa no sabríamos qué hacer”, dijo, pues la pandemia del COVID-19
hizo que no tuvieran trabajo durante un año.
No obstante,
recordó que en medio de la crisis, la oración siempre los ha acompañado y
fortalecido como familia durante estos años de gran sufrimiento y privaciones.
“El Señor está
presente y confiamos en su presencia. Todavía estamos vivos. Estamos
agradecidos a todos los que hacen el bien, pido a Dios que les recompense
porque nosotros no podemos pagarles por lo que están haciendo. Dios ve y sabe
todo lo que están haciendo por nosotros”, concluyó.
Por Cynthia
Pérez
Fuente: ACI
Prensa