Le encanta hablar del gran Amor de su vida: Cristo
Meg Wallace Photography | Shutterstock |
Hace cinco
años, Aliénor Strentz descubrió la Comunidad de San Egidio. Atraída por una de
sus misiones, cartearse con un condenado a muerte, obtuvo el contacto de un
prisionero y recibió un nombre, un apellido y una dirección en California. Su
correspondencia revela la conversión extraordinaria de Edgardo mientras se
encontraba en el corredor de la muerte
Al implicarse en esta correspondencia, era legítimo imaginar desde
el otro lado del Atlántico a una persona desesperada, atea y sin rumbo. No era
nada de eso. El primer correo de Edgardo, compuesto de tres páginas escritas a
máquina en un inglés perfecto, estaba repleto de esperanza cristiana e incluso
de humor.
Sus primeras palabras marcaron el tono de su correspondencia:
“Hola, Aliénor, ¿qué tal estás? ¿Sabes que el día
que me escribiste por primera vez era el día de mi cumpleaños? ¡Sí, es la
verdad!”.
Luego relató brevemente su historia: desde el cruce a pie de
Guatemala a Estados Unidos a la edad de 16 años hasta su caída a los
infiernos tras un robo a mano armada en una tienda de
comestibles.
A los 21 años, fue condenado a muerte por el
asesinato de un policía. Ahora tiene 50 años.
Ha pasado más de la mitad de su vida
en una prisión de alta seguridad de California.
Después de algunos detalles que menciona sobre su rutina cotidiana
y sus “aficiones” (el baloncesto, el dominó y el ajedrez), en nuestras
conversaciones Edgardo pasa a concentrarse en la espiritualidad. Le encanta
hablar del gran
Amor de su vida: Cristo.
Una conversión extraordinaria
En su primera carta, Edgardo resume con pudor su conversión
extraordinaria:
“Jesucristo es mi Señor, mi Rey y mi Salvador. Entró en mi
vida poco después de mi arresto en 1992. Desde entonces, paso la mayor parte de
mi tiempo leyendo la Biblia, estudiándola y escribiendo mensajes para
evangelizar. Él es el gran Amor de mi vida. Él es mi Todo”.
Edgardo descubrió la misericordia de Dios
en el corredor de la muerte. Tras una poderosa convicción de pecado, logró
avanzar y entablar un vínculo personal y único con Cristo. Desde entonces
escribe todos los días textos de evangelización o poemas como este:
Tú eres mi
Todo.
Cuando estaba
perdido, Tú me encontraste.
Cuando estaba
muerto, Tú me diste la Vida.
Cuando estaba
en las tinieblas, Tú me diste la Luz.
Cuando estaba
prisionero, Tú me diste la Libertad.
Cuando ya no tenía una razón para vivir, Tú me
diste una Misión.
Un cambio interior que se expresa en
sus relaciones
Esta conversión en Cristo cambió también radicalmente su relación
con el prójimo.
Lleno de delicadeza y atención por
los demás, Edgardo me pregunta en sus cartas por mis
actividades cotidianas, mi trabajo y mi manera de vivir mi fe. Se olvida de sí
mismo, me da ánimos y me dedica cumplidos: “¿Tus alumnos de piano saben la suerte
que tienen de aprender piano contigo?”.
Edgardo publica regularmente mensajes de esperanza en la revista Compassion destinada a los condenados a muerte
estadounidenses.
Se convirtió en el portavoz de sus camaradas en un artículo
titulado “Sus numerosos pecados le han sido perdonados porque ha demostrado
mucho amor” (Lc 7, 47).
Dificultades para creer y la fuente
de la esperanza
En él, describe la dificultad de los condenados a muerte
para creer en Dios. El motivo es, según Edgardo, que se sienten
excluidos para siempre de la sociedad, sean cuales sean
sus esfuerzos por ser mejores personas.
“Nuestra sociedad ha decidido no perdonar nuestros
errores y nuestras faltas, sino, por el contrario, castigarnos toda nuestra
vida en nombre de la justicia”.
Edgardo confiesa en este artículo la fuente de su esperanza:
“Que sea bueno, noble y generoso no es la razón
por la que amo a los demás y les perdono. Es solamente por la gracia y el amor con el
que Cristo me ha amado y perdonado por lo que estoy en disposición ahora de
imitarle”.
Un «hilo de vida» a través de la
Comunidad de San Egidio
La Comunidad de San Egidio describe
la correspondencia con un condenado a muerte como un “hilo de vida” para los
prisioneros, que, en efecto, sufren mucho en la espera indefinida
de su ejecución.
La correspondencia epistolar con una
persona en el mundo les da un espacio para expresarse, descubrir su
interioridad y entablar una relación de amistad profunda.
Si tú también quieres practicar esta obra de misericordia
espiritual (el consuelo de los afligidos), puedes contactar con la Comunidad de
San Egidio.
Aliénor Strentz
Fuente: Aleteia