Francisco recuerda que “la pandemia ha puesto al descubierto la ilusión de nuestro tiempo de creernos omnipotentes, pisoteando los territorios que habitamos y el entorno en el que vivimos”
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Se hizo público
el Mensaje del Santo Padre Francisco dirigido a los participantes en la 49ª
Semana Social de los católicos italianos que se celebra en la ciudad de Tarento
del 21 al 24 de este mes, cuyo título es: "El planeta que esperamos. Medio
ambiente, trabajo, futuro. Todo está conectado"
En un mensaje firmado en San Juan de Letrán el pasado día 4, Fiesta de San
Francisco de Asís, el Santo Padre se dirige a los queridos
hermanos y hermanas que participan en la 49ª Semana Social de los católicos
italianos, convocada en Tarento del 21 al 24 de octubre bajo el tema de:
"El planeta que esperamos. Medio ambiente, trabajo, futuro. Todo está conectado".
Todo está conectado
Tras saludar fraternalmente al cardenal Gualtiero
Bassetti, presidente de la Conferencia episcopal italiana, al arzobispo Filippo
Santoro y a los obispos presentes, a los miembros del Comité científico y
organizador, a los delegados de las diócesis italianas, a los representantes de
los movimientos y asociaciones, a todos los invitados y a los que siguen el
evento a distancia el Obispo de Roma escribe que esta “cita tiene un sabor
especial:
“Sentimos la necesidad de encontrarnos y vernos las
caras, de sonreír y planificar, de rezar y soñar juntos. Esto es aún más
necesario en el contexto de la crisis generada por el Covid, una crisis tanto
sanitaria como social. Para salir de esta crisis, también los católicos italianos
deben ser más valientes. No podemos resignarnos y sentarnos a mirar, no podemos
permanecer indiferentes o apáticos sin asumir la responsabilidad por los demás
y por la sociedad. Estamos llamados a ser la levadura que fermenta la masa”
La pandemia ha puesto al descubierto la
ilusión de nuestro tiempo
Francisco recuerda que “la pandemia ha puesto al descubierto la ilusión de
nuestro tiempo de creernos omnipotentes, pisoteando los territorios que
habitamos y el entorno en el que vivimos”. Y añade que “para recuperarnos,
debemos convertirnos a Dios y aprender a hacer buen uso de sus dones, en primer
lugar, del de la creación”.
Experiencia sinodal
“Que no nos falte el valor de la conversión ecológica,
pero sobre todo que no nos falte el ardor de la conversión comunitaria. Por
eso, espero que la Semana Social sea una experiencia sinodal, un intercambio
pleno de vocaciones y talentos que el Espíritu ha suscitado en Italia”
El Papa explica que para esto “también es necesario
escuchar el sufrimiento de los pobres, de los últimos, de los desesperados, de
las familias cansadas de vivir en lugares contaminados, explotados, quemados,
devastados por la corrupción y la degradación”. De donde surge la necesidad de
“esperanza”.
En efecto, aludiendo al título elegido para esta
Semana Social de Tarento, “ciudad que simboliza las esperanzas y
contradicciones de nuestro tiempo”, Francisco escribe que “es significativo” y
que “hay un deseo de vida, una sed de justicia, un anhelo de plenitud que brota
de las comunidades afectadas por la pandemia”, que hay que escuchar.
Tres carteles o señales de tráfico
En este sentido, el Santo Padre les ofrece sus
reflexiones a fin de que puedan “caminar con valentía por el camino de la
esperanza”. Y sugiere imaginar el camino de la esperanza marcado por tres
"carteles" o señales.
“Atención a los cruces”
La
primera, escribe, “es la atención a los cruces. Demasiadas personas cruzan
nuestras vidas mientras están desesperadas: jóvenes que se ven obligados a
dejar sus países de origen para emigrar a otros lugares, en paro o explotados
en una precariedad sin fin; mujeres que han perdido su empleo en tiempos de
pandemia o que se ven obligadas a elegir entre la maternidad y la profesión;
trabajadores que se quedan en casa sin oportunidades; pobres y emigrantes que
no son acogidos ni integrados; ancianos abandonados a su soledad; familias
víctimas de la usura, el juego y la corrupción; empresarios en dificultades y
sometidos a los abusos de las mafias; comunidades destruidas por los
incendios... Pero también hay muchos enfermos, adultos y niños, trabajadores
obligados a realizar trabajos penosos o inmorales, a menudo en condiciones de
seguridad precarias”.
“Son rostros e historias que nos interpelan: no
podemos permanecer indiferentes. Estos hermanos y hermanas nuestros están
crucificados y esperan la resurrección. Que la imaginación del Espíritu nos
ayude a no dejar ninguna piedra sin mover para que sus legítimas esperanzas se
hagan realidad”
“No se puede aparcar”
“Una segunda señal indica que no se puede aparcar”, prosigue el Santo Padre en su mensaje y explica: “Cuando vemos diócesis, parroquias, comunidades, asociaciones, movimientos, grupos eclesiales cansados y desanimados, a veces resignados ante situaciones complejas, vemos un Evangelio que tiende a desvanecerse”.
“El amor de Dios nunca es estático”
Por el contrario, recuerda Francisco, “el amor de Dios nunca es estático
ni renunciante”, "todo lo cree, todo lo espera" y “nos impulsa y nos
prohíbe detenernos”.
“Nos pone en movimiento como creyentes y discípulos de
Jesús en nuestro camino por las carreteras del mundo, siguiendo el ejemplo de
Aquel que es el camino y ha recorrido nuestros caminos”
Además, el Papa pide no quedarse en las sacristías, ni
formar “grupos elitistas que se aíslan y se cierran”. Porque “la esperanza está
siempre en movimiento y pasa también por las comunidades cristianas, hijas de
la resurrección, que salen, anuncian, comparten, aguantan y luchan por
construir el Reino de Dios”.
“Qué maravilloso sería que, en las zonas más marcadas
por la contaminación y la degradación, los cristianos no se limitaran a
denunciar, sino que asumieran la responsabilidad de crear redes de redención”
Como él mismo ha escrito en su Encíclica Laudato
si', el Santo Padre escribe: "No basta con conciliar, de manera
intermedia, el cuidado de la naturaleza con el beneficio económico, o la
conservación del medio ambiente con el progreso”. Sino “redefinir el progreso”.
A lo que añade:
“El desarrollo tecnológico y económico que no deja un
mundo mejor y una calidad de vida totalmente superior no puede considerarse
progreso. A veces, prevalecen el miedo y el silencio, que acaban favoreciendo
la actuación de los lobos de la prevaricación y el interés individual. No
tenemos miedo de denunciar y oponernos a la ilegalidad, pero sobre todo no
tenemos miedo de sembrar el bien”
“Obligación de girar”
“Una tercera señal de tráfico es la obligación de girar”, prosigue
el Pontífice en su mensaje, y escribe que “el grito de los pobres y el grito de
la Tierra lo invocan”. De manera que la esperanza “invita a reconocer que
siempre podemos cambiar de rumbo, que siempre podemos hacer algo para resolver
los problemas".
“Al obispo Tonino Bello, profeta en la tierra de
Apulia, le gustaba repetir: ‘No podemos limitarnos a la esperanza. Hay que
organizar la esperanza’. Nos espera una conversión profunda, que toca la
ecología humana, la ecología del corazón, incluso antes que la ecología
ambiental”
Por esta razón afirma que “el punto de inflexión sólo
llegará si sabemos formar las conciencias para que no busquen soluciones
fáciles para proteger a los que ya están seguros, sino para que propongan
procesos de cambio duraderos en beneficio de las nuevas generaciones”.
Transición ecológica
De una conversión de este tipo, orientada a una
ecología social, el Pontífice escribe que debe “alimentar esta época que se ha
denominado ‘transición
ecológica’, en la que las decisiones que se tomen no pueden ser sólo el
resultado de nuevos descubrimientos tecnológicos, sino también de modelos
sociales renovados. El cambio de época que estamos viviendo exige un punto de
inflexión”.
“Fijémonos, en este sentido, en muchos signos de
esperanza, en muchas personas a las que quiero dar las gracias porque, a menudo
en un laborioso disimulo, trabajan para promover un modelo económico diferente,
más justo y atento a las personas”
De este modo el Santo Padre muestra “el planeta que
esperamos: uno en el que la cultura del diálogo y de la paz haga nacer un nuevo
día, en el que el trabajo confiera dignidad a la persona y salvaguarde la
creación, en el que converjan mundos culturalmente distantes, animados por una
preocupación común por el bien común”. Por último, acompañando su trabajo con
la oración y el ánimo, el Papa Francisco los bendice, deseándoles que encarnen
“las propuestas de estos días con pasión y concreción”. Y se despide con el
deseo de que el Señor los llene de esperanza, pidiendo a su vez que no se
olviden de rezar por él.
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