La Fundación Amigó da un mensaje de esperanza a las familias con hijos agresivos con el informe Violencia filioparental en España
Foto : Fundación Amigó. Dominio público |
«Es verdad que ha habido un
descenso, pero no ha sido significativo. Sigue siendo un número muy alto»,
afirma María José Ridaura, psicóloga de la Fundación Amigó y experta en
intervención en casos de violencia filio-parental.
Debido al confinamiento obligatorio
del año pasado, la mayoría de expertos vaticinó un repunte de los casos de
violencia intrafamiliar en todas sus variantes, pero los datos de agresiones de
hijos a padres lo desmienten. ¿Qué ha sucedido entonces?.
«Hay muchos factores implicados,
porque este tipo de violencia tiene muchas causas», responde Ridaura, que
menciona supuestos como que los padres fueran «más permisivos» durante esos
meses, que «desaparecieron motivos de conflicto» como la influencia del grupo
de amigos o que los hijos simplemente no pudieran llegar tarde a casa de noche,
y también que en muchos hogares pudo haber «más momentos de afecto y de risas
en común, porque padres y madres pudieron estar más presentes que antes».
Además, en el caso de que hubiera
habido episodios de violencia, «quizá los padres no se decidieran a denunciar a
sus hijos por miedo a lo que pudiera pasarles en esa situación excepcional».
El problema de las adicciones
Uno de los datos destacados del
informe es que en el 64 % de las denuncias presentadas los menores presentaban
algún tipo de adicción. «Pero son dos problemas diferentes que se abordan por
separado, aunque se presenten conjuntamente», aclara María José Ridaura.
En este sentido, la experta desvela
que cuando un joven agrede a sus padres «es porque con esa conducta agresiva
quiere conseguir algún beneficio: más atención, evitar cumplir una norma, algo
material, enfrentar a los padres, sentir poder y control sobre ellos… Las
drogas –cannabis, alcohol y cocaína son las más habituales– les permiten
«atravesar barreras que sin ellas no cruzarían, pero son un ingrediente más del
problema».
Sin embargo, ante todo ello «hay
esperanza, y una esperanza real», asegura la psicóloga de la Fundación Amigó.
«La buena noticia es que la violencia filioparental es un problema aprendido.
No existe un gen de la violencia. Se puede tratar y solucionar, pero ambas
partes tienen que sudar la camiseta».
Para corroborarlo, Ridaura cita el
proyecto Conviviendo, de la Fundación Amigó, una alternativa
«totalmente gratuita y no judicial» para las familias que padecen episodios de
violencia intrafamiliar, que se completa con labores de sensibilización en
colegios y talleres para adolescentes, que abordan el conflicto de manera
preventiva.
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Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente: Alfa y Omega