Manuel Peña habla de favores recibidos y del crecimiento espiritual junto a San Josemaría
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| Manuel Peña/Foto: ReL |
Manuel Peña Farías es un mecánico de Chile que empezó a cambiar su
vida y a ver la fe de otro modo gracias a una estampa de un santo que halló tirada en el suelo junto a
su taller en un día de lluvia. Se trataba de San Josemaría
Escrivá, fundador del Opus Dei, al
que no conocía absolutamente de nada ni le sonaba si quiera su nombre de oídas.
Pero desde aquel momento se fue forjando entre ellos una relación que se acabó
convirtiendo en muy fructífera espiritualmente, aunque no sólo.
Esta experiencia la relata en la web de la
Prelatura: “hace unos años, trabajaba en otra estación de servicio en la
que estuve mucho tiempo. Un día de invierno en que llovía, después de atender a
un cliente, me fui a refugiar bajo techo y en el trayecto vi un papel amarillo
que recogí para echarlo al basurero. Era una cartulina amarilla con una
fotografía que al principio no distinguí bien y bajo ella, unas palabras
escritas; mientras la secaba frotándola por ambos lados contra mi ropa, la miré para ver de qué se
trataba y me sorprendí al ver que la cara impresa en ella era la de un
sacerdote. Mientras terminé de limpiar la estampa me di cuenta de que él
estaba relacionado con el trabajo, y me remeció. Leí la oración y al leerla ya
fue parte de mi vida”.
Una vez ya con más tranquilidad, Manuel asegura que la observó con
más detalle y “no sé por qué, lo empecé a tratar de tú diciéndole: ‘¡cómo te han tratado! ¡Pero si
estás empapado! ¡Yo te cuidaré mejor!’”.
Siguió secando aquella estampa de San Josemaría y entonces asegura
que la leyó con más calma y mucha curiosidad. “Me di cuenta de que no era un papel cualquiera y empecé a
tomarle cariño a esa persona de la fotografía, de la que nunca había oído
hablar. La volví a leer varias veces aprovechando para pedirle
distintas cosas que se me venían a la cabeza. Finalmente la pegué con scotch al
lado de mis herramientas; así la vería con frecuencia y me sentiría
acompañado”, relata este chileno.
Pronto asegura que se fueron produciendo pequeños “milagros”
relacionados con la estampita del fundador del Opus Dei. “En mi trabajo, cada vez que no
tenía 'pega' acudía a él. Le pasaba la mano y le decía ‘ayúdame’ y me
aparecían tres, cuatro y hasta cinco cambios de aceite”, añade.
Sin embargo, se produjo también un crecimiento espiritual
importante. Manuel afirma que su “devoción a San Josemaría aumentaba cada vez
más. Desde un principio me
llamó la atención lo que se hablaba de la santificación del trabajo y,
pensándolo bien, decidí que la mejor manera de acercarme a Dios en mi trabajo era
siendo ordenado con las herramientas, manteniendo limpio el garaje, atendiendo
bien a los clientes, siendo buen compañero de trabajo”.
Esta evolución tuvo un punto más. Cuenta este mecánico que en una
llegó un cliente que había tenido un accidente gravísimo y estaba esperando el
resultado de una operación. “Me dijo que era muy probable que perdiera su
brazo, pero yo le aseguré: - ‘no pues, amigo mío, usted no va a perder su
brazo’. Entonces me acordé de mi estampita de san Josemaría; le dije que me
esperara mientras le iba a buscar algo. Me costó dársela, pero me parecía que si este santo me había
acompañado y ayudado a mí, también podría ayudar a este señor en su dolor. Y
se la entregué pidiéndole que le rezara, que estaba seguro lo iba a sanar. Al
pasársela, no me miró con buena cara, pero después de contarle lo bien que se
había portado conmigo, la recibió como para no desagradarme a mí. Y así, me
quedé sin mi estampita preferida, pero feliz de que otra persona pudiera acudir
a su intercesión”, señala Manuel.
Pocos meses después aquel hombre regresó con su camioneta. Él mismo
conducía y no llegaba para llevar el vehículo al taller como la otra vez sino
para darle las gracias a Manuel por lo que había hecho por él.
“Se había curado de todas sus fracturas y sanado de los órganos de
su cuerpo que se habían visto comprometidos en el accidente. Se le notaba muy feliz por haberme
hecho caso rezando la oración de la estampita milagrosa”, cuenta.
¿Fueron casualidades? Manuel responde simplemente: ¡La fe es tan grande! A
mí me ha ayudado mucho. Yo con él me tuteo, él me entiende, cuando le pido algo
él me lo concede. Ahora mismo me estoy dedicando a la pintura y espero que mi
“compadre” me siga ayudando. Cada vez que necesito algo, me acompaña; siempre
estoy rezando su oración y vivo agradecido de él. La verdad es que de repente
me emociona… la fe es muy importante”.
Fuente: ReL
