Con mis estudios de cocina -explica sonriendo- estaba por las nubes. Todo el mundo sabía que Florian sería un chef".
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Florian Aubonnet. Dominio público |
De hecho,
añade, tanto su familia como sus amigos de la infancia sabían que un día sería
chef y nadie se sorprendió de que al finalizar el bachillerato viajase a Paris para
ingresar en una afamada escuela de cocina. Sin embargo, aunque Florian encontró
allí su lugar, poco a poco sintió que quizá la gastronomía no era para él.
“Descubrí que no quería pasar mi vida en la cocina”.
En paralelo a formarse como chef, Florian cultivaba la
amistad con jóvenes cristianos, especialmente de los scouts y el grupo de
oración "Duk'n Altum" que el mismo dirigía en Eaubonne. “Estas
amistades fueron y siguen siendo muy importantes para mí pues rezamos unos por
otros”, comenta.
Alerta en la escucha
La fuerza de lo espiritual no era algo
ajeno en su vida, pues ya había experimentado esta realidad unos años antes.
Una experiencia que, sin duda, resultó sería determinante. Tenía 15 años y
ocurrió al participar por primera vez en una Adoración Eucarística durante el
retiro final antes de recibir el sacramento de la Confirmación. “En ese momento
-dice- sentí que Dios estaba realmente allí. Hasta entonces no había sido
consciente de que podía existir una relación personal entre Dios y yo...”
Luego, estando más alerta a estos posibles encuentros con
Dios, tuvo otras experiencias significativas de “escucha”. A los 18 años, por
ejemplo, junto a un amigo apoyaban un proyecto humanitario en Madagascar. Ser
testigo de cómo esos niños y niñas tenían logros a pesar de sus limitados
recursos lo interpeló. Florian no sólo sentiría que era un joven ocioso, sino
que también descubriría la pobreza. En contraste, su propia vida le parecía un
poco inútil, especialmente porque estaba marcada por el entretenimiento. “No quiero
seguir viviendo así”, se dijo a sí mismo.
Un año para Dios
Y surgieron en su conciencia preguntas candentes que planteó
directamente a Dios: “¿Cuál es mi lugar?, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué esperas de
mí?”. La respuesta, dice Florian, no se hizo esperar: «¡Sígueme!», escuchó.
Florian dice que se sintió entusiasmado y asustado a la vez. Sabía que esta
llamada de Dios cambiaría por completo su vida: “Con mis estudios de cocina
-explica sonriendo- estaba por las nubes. Todo el mundo sabía que Florian sería
un chef”.
De vuelta a Francia, para gran sorpresa de sus padres,
decidió “tomarse un respiro” y participar en la “Escuela de Evangelización”
ofrecida por la Comunidad del Emmanuel en Paray-le-Monial. Se formó durante un
año, con otros jóvenes, experimentando la vida fraterna y una intensa vida de
oración. “Es un muy buen recuerdo. Al final de este «Año para Dios», una cosa
estuvo clara para mí: ¡De alguna forma, quiero entregarle mi vida a Dios!
El “sígueme” que escuchó a los 15 años seguía marcando su rumbo.
“Si Dios me ha llamado de verdad -se dijo- ¡lo hará de nuevo! Esperaré su
confirmación”. Durante los tres años siguientes dejó los estudios de cocina por
unos de contabilidad y gestión. Pero su pasión se volcó a esforzarse por ser un
joven cristiano fiel. “Tomé medidas para escuchar al Señor: me involucré más en
el grupo Duk'n Altum, cuidé mi vida de oración y decidí tener un guía
espiritual. Así, en todas mis relaciones, en la escuela, en la iglesia, en la
familia, me sentía en paz”, dice.
“Celibato, oración y obediencia”
Llegado a este punto Florian comprendió
que debía tomar una decisión: considerar casarse o ser sacerdote. “Sí, estas
dos opciones me parecían igual de buenas. Era el fruto de un libre
discernimiento”. Pidió entonces al Espíritu Santo que le guiara y así en
septiembre de 2016 ingresó al seminario de Issy-les-Moulineaux para ser
sacerdote de la diócesis de Pontoise.
Sus años en el seminario han sido muy fructíferos. Marcado
por la muy buena acogida de las parroquias a las que fue enviado como formando
de pastoral, constató que la familia del sacerdote es toda la comunidad
cristiana. Ya sea en Cormeilles, Cergy, Domont o la misión en Brasil, pudo
palpar lo que es la vida cotidiana de un sacerdote, aunque también le apasiona
la teología y la lectura diaria de la Biblia. “Me gusta estudiar los textos
bíblicos en profundidad, para conocer mejor la Palabra. Veo que arroja luz no
sólo sobre quién es Dios, sino también sobre quién es el hombre. Sí, creo que
la Biblia es una fuente inagotable de conocimiento”.
El domingo 3 de octubre de 2021 será ordenado diácono en
Ecouen. A pocas semanas de su ordenación dice estar sereno: “¡Quiero darle mi
vida a Dios asumiendo los tres compromisos de celibato, oración y obediencia!”,
afirma.
Fuente: Catholique95/Portaluz