Arrecian estos días las protestas contra el régimen cubano. Un acontecimiento más en la vida de la española sor María de Jesús Miranda, una de las 14 siervas de María que permaneció en la isla tras el ascenso de Fidel Castro al poder
Sor María de Jesús. Foto Siervas de María |
Aún con todo, algunos
permanecieron en la isla. Es el caso de sor María de Jesús Miranda, religiosa
navarra nacida el 13 de enero de 1928 que, junto a otras 13 hermanas de las
Siervas de María, permaneció en La Habana durante la revolución castrista. El
resto de religiosas de la congregación –que contaba con casi 200 monjas
repartidas en siete comunidades antes del ascenso de Castro al poder– tuvieron
que irse.
«Fueron tiempos
difíciles, marcados por la incertidumbre, la soledad, la intemperie… María
Jesús, junto a sus 13 compañeras, decidieron continuar siendo esa luz pequeña
que cada noche alumbraba las calles de la ciudad, devolviendo la esperanza al
rostro de sus pobres y enfermos», cuenta sor Indira González Shoda, secretaria
provincial de las Siervas de María, Ministras de los Enfermos.
«Dicen los testigos de
entonces que cuando escaseaban los signos religiosos y abundaba la confusión
por las calles de La Habana, el andar de las hermanas hacia los hospitales o
las casas de los enfermos y sus lucecitas encendidas en medio de la noche, se convirtieron en
anuncio convincente de que Dios no había muerto».
75 años de esperanza
La historia de María de
Jesús se sitúa hoy en la primera línea de actualidad, al iluminar la difícil situación que se vive estos días en Cuba y al
cumplirse 75 años de su vida religiosa. «Nuestra hermana emitió su profesión
religiosa el 4 de julio de 1946, en Burlada [Navarra]. Unos meses más tarde, el
10 de febrero de 1947, cuando los viajes eran de ida pero no de vuelta, zarpó
hacia La Habana, llegando para quedarse», detalla la secretaria provincial. Y
añade: «74 años han sido testigos del amor cubano que María Jesús ha ido
gestando en su corazón, traduciéndolo en gestos concretos de acogida, cercanía,
apertura para integrar la diversidad cultural, el clima distinto, los vaivenes
de la historia».
Sor Indira destaca dos
etapas del servicio de María Jesús, que pertenece a una familia numerosa de
diez hermanos, de los cuales cuatro son Siervas de María. Desde 1985 hasta el
año 200 fue maestra de novicias, «enseñando a las jóvenes cubanas cómo ser
mujeres consagradas felices, siguiendo las huellas de Jesús de Nazaret y
ensanchando el corazón para acoger y transformar la sociedad, desde el servicio
pequeño, puntual, efectivo y eficaz».
Pero la etapa que más
nos ha marcado, según la secretaria provincial, es la que ha desempeñado a
partir del año 2000 en la portería de la casa en la que vive. «Allí llegan
numerosas personas, pobres, deambulantes; todos necesitados del pan material,
de un medicamento o de unas puertas abiertas que sean capaces de hacer sentir
un abrazo de humanidad. Y ese abrazo –asegura la superiora–, lo reciben en el
gesto misericordioso de «la madre de todos», como suelen decirle. «Cuántos
bocadillos preparados, cuántos vasos de agua, cuánta paciencia conjugada con
bondad, cuántas horas de trabajo a sus 93 años…».
Por todo este trabajo,
«me atrevo a asegurar que La Habana sin María Jesús perdería algo de su
ser real y maravillosa, porque sin personas como ella se
nos va el encanto, la ternura, la esperanza», concluye la secretaria provincial
de las religiosas. «Quizás su grandeza es precisamente cultivar la sencillez,
servir como lo más natural del mundo, dejar que el cariño salga por esos gestos
suyos tan navarros y que todos, una vez conocidos, anhelamos».
José
Calderero de Aldecoa
Fuente:
Alfa y Omega