Dos años después de que el Papa firmara el decreto de martirio, Pilar, Octavia y Olga han sido beatificadas ayer, sábado, en Astorga. Las tres se ofrecieron voluntarias para atender a los heridos del frente durante la Guerra Civil
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Foto: Fundación Mártires de Astorga |
Las tres jóvenes
partieron el 8 de octubre de 1936 a un hospital de sangre –así se conocía a los
hospitales provisionales que se situaban cerca de la primera línea de guerra,
donde se atendía a los heridos– en Pola de Somiedo. «Allí realizaron su labor
con un entusiasmo y una dedicación extraordinarios hasta el punto de que,
cuando tienen que ser relevadas, piden alargar su estancia en dicho hospital»,
subraya Gullón. «Se dedicaban a cuidar a los heridos». También «asistían a Misa
todos los días. En una carta, Pilar decía que estaba cuidando a los heridos,
que le daba pena, pero que estaban tocando las campanas y tenía que dejarlos un
rato para ir a Misa».
Su trabajo se vio
interrumpido abruptamente a los pocos días. El 27 de octubre, cuando el sol
empezaba a despuntar, el hospital sufrió un ataque y fueron apresadas. Pilar,
Octavia y Olga tuvieron la posibilidad de huir, pero se negaron y decidieron no
abandonar a los heridos. Entonces llegaron los milicianos y acabaron con la
vida de los soldados convalecientes y las tres enfermeras fueron trasladadas a
Somiedo.
«Allí las coaccionaron para que renegaran de su fe, ofreciéndoles el perdón, pero ellas rechazaron la propuesta, manteniéndose firmes en su fidelidad a Dios», explica el presidente de la Fundación Mártires de Astorga, que conserva parte del diario de Pilar Gullón en el que la enfermera relata todos estos sucesos. Antes de que su fidelidad las condujera a la muerte, las enfermeras fueron encerradas una noche en una casa del pueblo y sufrieron todo tipo de torturas y vejaciones. «Una vez que se abrió su causa de canonización, nos enteramos por el relato de varios testigos que aquella noche fueron violadas» por los milicianos.
Al día siguiente, Pilar, Octavia y Olga fueron desnudadas y conducidas a un descampado en el que las fusilaron. «Mi tía no murió al instante, se incorporó y dijo: “No estoy muerta. ¡Viva Cristo Rey!”. Una miliciana se acercó y la remató», detalla Manuel Gullón. Sus cuerpos fueron abandonados durante horas y por la noche, los milicianos obligaron a varios hombres a excavar una fosa en la que enterraron a las tres jóvenes, que tenían 25, 41 y 23 años respectivamente.
Mujeres, enfermeras y laicas
El proceso de beatificación se inició en 2006 impulsado por los sobrinos Gullón, pero «el verdadero promotor fue nuestro padre [hermano pequeño de Pilar]. Toda nuestra vida nos habló muchísimo de ella, de lo alegre y extrovertida que era, de su profunda espiritualidad», explica Gullón. Por eso, cuando el Papa Francisco firmó el decreto de martirio el 11 de junio de 2019, los sobrinos de Pilar sintieron «una alegría inmensa» porque, de algún modo, «la Iglesia reconocía oficialmente todo lo que nuestro padre nos había contado de su hermana. Este proceso también es un homenaje a nuestro padre», asegura el presidente.
Dos años después de aquel decreto, las tres enfermeras serán finalmente beatificadas este sábado 29 de mayo en la catedral de Astorga. «El retraso para esta celebración se ha debido a la falta de nuncio en España, a la muerte repentina del que fue obispo de Astorga –Juan Antonio Menéndez–, al largo periodo de sede vacante y también a la pandemia», concluye el sobrino de Pilar Gullón.
En cualquier caso, espera
que la beatificación sea un testimonio elocuente para los jóvenes, «que cada
vez encuentran más dificultades para vivir de modo coherente con la fe»; para
los laicos, pues son modelo de compromiso «eclesial, atento a las necesidades
de los demás»; para las mujeres, «que en la actualidad se ven sometidas, en
ocasiones, a una denigración parecida a la que ellas sufrieron», y para el
mundo de la enfermería, que encuentra en el testimonio de las tres nuevas
mártires un ejemplo excelente de atención a los enfermos.
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y Omega