Ayer por la mañana a las 9.00, al igual que los dos viernes anteriores, tuvo lugar en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano, una nueva predicación de Cuaresma a cargo del Predicador de la Casa Pontificia, el Cardenal Raniero Cantalamessa
![]() |
El Papa asiste a la tercera predicación de Cuaresma |
En esta tercera reflexión, a la que asistió el Papa
Francisco y cuyo tema de este año es: "¿Quién dicen que soy?", el
Purpurado profundizó acerca de Jesucristo, en su calidad de “Dios verdadero”
Tras las dos primeras
predicaciones de Cuaresma de los pasados viernes 26 de febrero y 5 de marzo,
esta mañana a las 9.00 y ante la presencia del Santo Padre, en el Aula Pablo VI
de la Ciudad del Vaticano volvieron a reunirse los Cardenales, Arzobispos,
Obispos, Prelados de la Familia Pontificia, los empleados de la Curia Romana y
del Vicariato de Roma y los Superiores generales o los Procuradores de las
Órdenes religiosas pertenecientes a la Capilla Pontificia para asistir a la
tercera reflexión del Cardenal Raniero Cantalamessa, Predicador de la Casa
Pontificia. La próxima predicación tendrá lugar el 26 de marzo y será la última
de la preparación a la Pascua.
El Predicador comenzó recordando
brevemente el tema y el espíritu de estas meditaciones cuaresmales, con el
propósito de “reaccionar a la tendencia generalizada a hablar de la Iglesia
como si Cristo no existiera, como si pudiéramos entender todo sobre ella,
prescindiendo de él”. Sin embargo, afirmó:
“Nos propusimos reaccionar a esto
de una manera diferente a la habitual: no tratando de convencer de error al
mundo y a sus medios de comunicación, sino renovando e intensificando nuestra
fe en Cristo. No en clave apologética, sino espiritual”
El dogma de Cristo
“Dios verdadero”
Partiendo de la época de Plinio
el Joven, gobernador de Bitinia y del Ponto, quien escribió una carta al
emperador Trajano, para pedirle indicaciones acerca de cómo comportarse en los
procesos seguidos contra los cristianos, el Cardenal Cantalamessa propuso
sintéticamente una reconstrucción de la historia del dogma de la divinidad de
Cristo.
“Fue solemnemente sancionado en
el Concilio de Nicea en el año 325 con las palabras que repetimos en el Credo:
`Creo en un solo Señor Jesucristo... Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma sustancia del Padre’”
Cristo debe ser
reconocido como Dios
Y afirmó que “más allá de los
términos utilizados, el significado profundo de la definición de Nicea” fue que
“en todos los idiomas y en todas las épocas Cristo debe ser reconocido como
Dios en el sentido más fuerte y más alto que la palabra Dios tiene en esa
lengua y cultura, y no en algún otro sentido derivado y secundario”. Para lo
cual – explicó – “se necesitó casi un siglo de ajuste antes de que esta verdad
fuera recibida, en su radicalidad, por toda la cristiandad”.
De la Reforma
protestante a Gandhi
También se refirió a la Reforma
protestante que aumentó su centralidad; si bien incluyó un elemento que más
tarde daría lugar a desarrollos negativos. De hecho “los reformadores
protestantes afirman: ‘Conocer a Cristo significa reconocer sus beneficios, no
investigar sus naturalezas y los modos de la Encarnación’”.
Asimismo, aludió a la ilustración
y el racionalismo que “encontraron en todo esto el terreno adecuado para la
demolición del dogma”. Mientras para Kant, “lo que cuenta es el ideal moral
propuesto por Cristo, más que su persona: “La teología liberal del siglo XIX
reduce prácticamente el cristianismo a la sola dimensión ética y, en
particular, a la experiencia de la paternidad de Dios”. Sin olvidar a Gandhi,
quien había conocido el cristianismo en esa versión reductiva, el Predicador
dijo que la “versión más cercana a nosotros de esta tendencia reductiva del
cristianismo es la popularizada por Bultmann, en el nombre, esta vez, de la
desmitologización”.
Cristo “Dios
verdadero” en los Evangelios
Dejando a un lado “lo que el
mundo piensa”, el Cardenal Cantalamessa invitó a despertar “la fe en la
divinidad de Cristo”. “Una fe luminosa, no borrosa, objetiva y subjetiva, es
decir, no sólo creída, sino también vivida”.
“Incluso hoy en día, Jesús no
está tan interesado en lo que dice ‘la gente’ de él, sino lo que sus discípulos
dicen de él. La pregunta está perennemente en el aire: ‘Pero ustedes, ¿quién
dicen que soy?’”
Reconstruir el ADN
de Jesús
De manera que, a partir de los
Evangelios, recodó que “en los sinópticos, la divinidad de Cristo nunca es
declarada abiertamente, pero es continuamente sobrentendida”. “¿Quién, si no
Dios – dijo – puede perdonar los pecados en su propio nombre y proclamarse juez
final de la humanidad y de la historia?”.
“Como un pelo o una gota de
saliva es suficiente para reconstruir el ADN de una persona, así basta una sola
línea del Evangelio, leída sin preconcepciones, para reconstruir el ADN de
Jesús, para descubrir lo que pensaba de sí mismo, pero no podía decir abiertamente
para no ser malinterpretado. La trascendencia divina de Cristo transpira
literalmente en cada página del Evangelio”
“Corde creditur: se
cree con el corazón”
Al afirmar que “es sobre todo
Juan quien ha hecho de la divinidad de Cristo el propósito principal de su
Evangelio, el tema que unifica todo”, el Predicador de la Casa Pontificia
recordó: “Un día, hace muchos años, estaba celebrando la Misa en un monasterio
de clausura. El pasaje evangélico de la liturgia era la página de Juan en la
que Jesús pronuncia repetidamente su ‘Yo soy’: ‘Si no creen que soy yo, morirán
en sus pecados... Cuando hayan elevado al Hijo del hombre, entonces sabrán que
Yo soy... Antes de que Abraham fuera, Yo soy’. El hecho de que las palabras ‘Yo
soy’, contrariamente a cualquier regla gramatical, en el leccionario fueron
escritas con dos mayúsculas, unido ciertamente a alguna otra causa más
misteriosa, hizo que saltara una chispa. Esa palabra ‘explotó’ dentro de mí”.
Empresa de Juan por
obra del Espíritu
“Debemos quedar asombrados – dijo
el Purpurado –ante la empresa que el Espíritu de Jesús ha permitido que Juan
llevara a cabo. Abrazó los temas, los símbolos, las expectativas, todo esto, en
definitiva, que era religiosamente vivo, tanto en el mundo judío como en el
helenístico, haciendo que todo esto sirviera a una sola idea, mejor, a una sola
persona: Jesucristo es el Hijo de Dios y el Salvador del mundo”.
“Aprendió el lenguaje de los
hombres de su tiempo, para gritar en él, con todas sus fuerzas, la única verdad
que salva, la Palabra por excelencia, ‘el Verbo’”
Después de recordar algunos
conceptos de San Pablo, el Predicador dijo que “creer en un Dios nacido en un
establo y muerto en una cruz” “es mucho más exigente que creer en un Dios
distante que todo el mundo puede representarse según su propio gusto”. De ahí
su sugerencia:
“Debemos comenzar demoliendo en
nosotros los creyentes, y en nosotros hombres de la Iglesia, la falsa
persuasión de que en lo que respecta a la fe estamos bien y que, si acaso,
todavía debemos trabajar en la caridad. ¡Quién sabe si no es bueno, durante un
poco de tiempo, no querer demostrar nada a nadie, sino interiorizar la fe,
redescubrir sus raíces en el corazón!”
Ecumenismo y
evangelización
Además, subrayó las “importantes
consecuencias para el ecumenismo cristiano”. Y dijo: “El verdadero ‘ecumenismo
espiritual’ consiste no sólo en orar por la unidad cristiana, sino en compartir
la misma experiencia del Espíritu Santo. Consiste en la que Agustín llama ‘la
societas sanctorum’, la comunión de los santos, que a veces, dolorosamente,
puede no coincidir con la ‘communio sacramentorum’, es decir, con el compartir
los mismos signos sacramentales”.
“Todos creen que Jesús es un
hombre; lo que marca la diferencia entre creyentes y no creyentes es creer que
él también es Dios. ¡La fe de los cristianos es la divinidad de Cristo!”
Conocer a Cristo es
reconocer sus beneficios
Así lo decían los primeros
teólogos protestantes, recordó el Predicador, para terminar destacando dos “de
estos beneficios que son los más capaces de responder a las necesidades
profundas del hombre de hoy y de siempre: la necesidad de sentido y la
necesidad de vida”.
"Hace unos años, un intelectual muy conocido escribió: ‘La
religión morirá. No es un deseo, y mucho menos una profecía. Ya es un hecho que
está esperando a que se complete... Después de nuestra generación y tal vez la
de nuestros hijos, nadie considerará ya la necesidad de dar un sentido a la
vida un problema verdaderamente fundamental... La técnica llevó la religión a
su crepúsculo’".
Y
concluyó invitando a pensar en algo de todas estas ideas “cuando, el domingo,
proclamamos el segundo artículo del Credo que los invito a repetir ahora
mentalmente conmigo”:
“Creo
en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de
todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma sustancia del Padre; por quien todo fue
hecho.”