En pleno Año Santo, la figura del esposo de María es puesta en el lugar que se merece
![]() |
Dominio público |
Como patrono también que es de la Iglesia Universal, del que se cumple
ahora el 150 aniversario, y también de los seminaristas, los obispos españoles han querido enviar un mensaje a todos
los sacerdotes y seminaristas proponiéndoles
algunas enseñanzas de San José que les resultarán útiles y buenas para
su ministerio, y por tanto, para todos los creyentes.
“En nuestro ánimo de pastores, también nosotros vivimos momentos de
oscuridad e incertidumbre. Por eso debemos confiar con especial intensidad en
la intercesión de San José, que afrontó
las dificultades de la vida con la humildad, la inteligencia y la valentía que
brotan de un ‘corazón de padre’, como nos ha recordado el Papa
Francisco”, afirman en su escrito.
Por ello, inciden que la
Iglesia necesita que “los Seminarios fijen los ojos en el modelo de san José,
para seguir aprendiendo de su pedagogía. Como el hogar de Nazaret, donde María
gesta en su seno al Hijo de Dios y José lo educa paternalmente, preparando
juntos su misión, el Seminario es el hogar donde se gesta y educa la misión del
futuro presbiterio, al servicio de la Iglesia diocesana. El Seminario es
realmente un presbiterio en gestación. Así, la presencia discreta y atenta de
san José en cada comunidad formativa, al lado de María y en estrecha
colaboración con el misterio de su maternidad, alentará nuestros esfuerzos por
ofrecer a la Iglesia y al mundo los pastores misioneros según el corazón de
Dios, que tanto necesita”.
Los obispos españoles han querido recordar tres rasgos de la paternidad
de San José e invitan a meditar sobre ellos durante estos días pues servirán
para “iluminar con su ayuda la educación y la renovación interior de la
vocación que hemos recibido”.
1. Representante de la paternidad
de Dios
En primer lugar San José asume –explican los obispos españoles- la misión
de actuar como representante de la paternidad de Dios. “Respecto a Jesús, él
ejerció una paternidad de representación, una paternidad de adopción. Pero, en
el fondo, esta es la
verdadera realización de la paternidad como imagen del único Padre, que es
Dios. Por eso, cuando Jesús nos exhorta diciendo: «No llaméis padre
vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo»
(Mt 23, 9), está reconociendo el altísimo valor de la paternidad de José, que
fue en todo momento una pura transparencia y representación de la paternidad de
Dios. Para nosotros, sacerdotes, ser padres debe significar representar al Padre celestial entre
los hombres, adoptándolos como hijos y dándoles la firmeza que proviene de
la fe en el Padre del Cielo”, afirman.
Por tanto, consideran que el seminario debe ser el lugar donde “aprendemos el sentido del
sacrificio de José, y nos eduquemos en la entrega total que conlleva
vivir nuestra paternidad personal como testimonio de la única paternidad
divina, garante de la humanidad del hombre. Aprendiendo a renunciar a toda
posesión -del tipo que sea- sobre nuestros futuros “hijos”, respecto a nuestra
labor pastoral, desde una paternidad espiritual que engendre libertades y
despierte a todos a una vida plena, de entrega consciente, libre y alegre”.
2. La valentía, humildad y
discreción de San José
En este segundo punto destacan cómo José desarrolla “heroicamente” sus
cualidades vocacionales, especialmente la “valentía, la humildad y la
discreción” para así “proteger
la vida de María y del futuro Mesías en medio de un ambiente hostil”.
“De huida en huida, de Belén a Egipto y de Egipto a Nazaret, José será
emigrante y peregrino, y trabajará en la gestación de la misión futura de
Jesús, haciendo todo lo posible por alejar de su familia la amenaza de la violencia
y de la muerte, renunciando
a toda comodidad y brillo personales, para valorar el anonimato, el
escondimiento y la callada siembra a largo plazo. También nosotros, sacerdotes,
debemos discernir los caminos pastorales de la siembra evangelizadora y huir de
los peligros que se esconden en lo que el Papa Francisco ha venido en llamar la mundanidad espiritual”,
recalcan en este mensaje a sacerdotes y seminaristas.
3. Preparador inmediato de la
misión pública de Jesús
En tercer y último lugar, los obispos españoles destacan que San José
ejerció con “gran sabiduría” una labor pedagógica imprescindible como "preparador inmediato de la misión
pública de Jesús”.
De este modo, señalan que “después de la etapa en la que el niño aprende
de la madre el amor a la Palabra de Dios, a la oración y a una vida virtuosa,
el adolescente y el joven
pasa a los brazos del padre para aprender un oficio y habilitarse para la vida
adulta. La providencia ha puesto a san José junto a Jesús para que
aquel cuya humanidad habrá de ser ungida por el Espíritu Santo se habilite
humana y espiritualmente, y desarrolle su capacidad de entrar en relación con
las familias de los hijos de los hombres, tejiendo relaciones de corazón a
corazón, en la misericordia ofrecida y la lucidez del amor maduro”.
Por ello, los obispos destacan que “estas relaciones, bajo el aprendizaje de José, deben ser el
fundamento de nuestra misión eclesial como presbíteros. Los apóstoles,
enviados por Jesús, desde su relación de amistad con el Maestro, transmitieron
con fidelidad su palabra, de persona a persona y de corazón a corazón,
sembrando el Evangelio y la vida cristiana en las naciones evangelizadas que
formarán la gran familia que es la Iglesia, siempre en salida y siempre en
misión.
En definitiva, “el Seminario debe dejarse marcar también por la herencia
de san José, como preparador de la misión de Jesús y de la Iglesia. Los futuros
sacerdotes, apóstoles de Jesús, con corazón misericordioso, deben entrar en el corazón de las
casas, estar cerca de las personas, de los sufrimientos y las alegrías del
Pueblo de Dios, para consolar y restablecer las relaciones de libertad y de
amor que construyen la Iglesia, evitando y curando el mal de nuestro tiempo
caracterizado por una regresión al individualismo, que dificulta la transmisión
del Evangelio”.
J. L.
Fuente: ReL