“Siempre se han hecho pronunciándolas, no mentalmente. Se decía que podía escucharla el acólito que estuviera cerca de él, pero no el Pueblo”, señaló
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Imagen referencial / Crédito: Pixabay |
El
famoso teólogo español y experto en demonología P. José Antonio Fortea dio a
conocer nueve oraciones “secretas” que pueden recitar los sacerdotes durante la
Misa y así obtener gran provecho espiritual.
En su artículo
“Las
oraciones del sacerdote en voz baja: un inmenso tesoro”, el P. Fortea
destaca que “la liturgia preceptúa que se hagan” estas plegarias, llamadas
“secretas”, pero “no con él [sacerdote] como presidente de la comunidad,
hablando en nombre de esta, sino que son oraciones personales, para su bien
personal”.
“Siempre se han
hecho pronunciándolas, no mentalmente. Se decía que podía escucharla el acólito
que estuviera cerca de él, pero no el Pueblo”, señaló.
Las oraciones
secretas
1. “Munda cor
meum ac labia mea, omnipotens Deus, ut sanctum Evangelium tuum digne valeam
nuntiare” (“Purifica mi corazón y mis labios, Dios todopoderoso, para que anuncie
dignamente tu Evangelio”).
Esta oración,
dijo el P. Fortea, se realiza “antes de proclamar el Evangelio” y llama a la
reflexión sobre “la necesidad de limpiarse. Es una labor que ojalá que la
realizásemos dignamente. Ojalá”.
2. “Per
evangelica dicta deleantur nostra delicta” (“Las palabras del Evangelio borren
nuestros pecados”).
El sacerdote
español señaló que esta oración se realiza “tras la lectura del Evangelio”,
pues “haber pronunciado esas palabras santas purifica. También el que predica
tiene sus delitos”.
3. “Per huius
aquæ et vini mystérium eius efficiámur divinitátis consórtes, qui humanitátis
nostræ fíeri dignátus est párticeps” (“El agua unida al vino sea signo de
nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra
condición humana”).
Esta plegaria
se hace “al mezclar el vino y el agua”, dijo, y en ella “se pide una
participación en los tesoros de la Divinidad”.
4. “In spiritu
humilitatis, et in animo contrito suscipiamur a Te, Domine: et sic fiat
sacrificium nostrum in conspectu Tuo hodie, ut placeat Tibi, Domine Deus”
(“Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste
sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro”).
Con esta
oración, indicó, “se pide el ser recibido, el ser acogido. También se pide que
le complazca a Dios. No se da por supuesto”.
5. “Haec
commixtio Corporis et Sanguinis Domini nostri Iesu Christi fiat accipientibus
nobis in vitam aeternam” (“El Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz, sean para nosotros alimento de vida eterna”).
El P. Fortea
indicó que esta plegaria busca “que ese rito nos sirva para la vida en el más
allá”.
6. “Perceptio
Corporis et Sanguinis tui, Domine Iesu Christe, non mihi proveniat in iudicium
et condemnationem: sed pro tua pietate prosit mihi ad tutamentum mentis et
corporis, et ad medelam percipiendam” (“Señor Jesucristo, la comunión de tu
Cuerpo y de tu Sangre no sea para mí un motivo de juicio y condenación, sino
que, por tu piedad, me aproveche para defensa de alma y cuerpo y como remedio
saludable”).
El P. Fortea
subrayó que la Santa Misa “puede ser juicio y condenación para el mal
sacerdote. Para el bueno será protección y medicina”.
7. “Corpus
Christi custodiat me in aeternum” (“El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida
eterna”).
En esta
oración, dijo el teólogo español, “se pide la protección, pero no para este
mundo, sino protección para la eternidad”.
8. “Sanguis
Christi custodiat me in aeternum” (“La Sangre de Cristo me guarde para la vida
eterna”).
El P. Fortea
señaló que aquí “se repite la misma oración”.
9. “Quod ore
súmpsimus, Dómine, pura mente capiámus: et de munere temporáli fiat nobis
remédium sempitérnum” (“Señor, que recibamos con una mente pura lo que hemos
tomado con la boca y que el don que nos haces en esta vida nos aproveche para
la eterna”).
El P. Fortea
resaltó que “incluso unas gotas del Vino Consagrado son un remedio para la
eternidad, una medicina. No una medicina temporal de las de este mundo, sino
una medicina para el reino sin fin”.
Por Diego
López Marina
Fuente: ACI
Prensa