Tengo una manta que abulta
muchísimo porque es peluda, grande, suave y blandita; ¡necesito una balda
entera para guardarla!
Los Reyes nos trajeron a cada una
una bolsa para guardar la ropa que tiene un tapón en el que metes una especie
de hinchador de plástico (en realidad, un “deshinchador”) con el que, poco a
poco, quitas el aire de la bolsa hasta hacer vacío y reducir el volumen de la ropa,
a parte de guardarla protegida.
En cuanto tuve la bolsa en mis
manos, pensé en la manta. Es lo primero que hice ayer: cogí la manta, la metí
en la bolsa siguiendo las instrucciones, y con el “deshinchador” empecé a
quitar aire... Bajaba poco a poco el volumen, hasta que la manta pasó de medir
como dos veces la palma de mi mano a tan solo dos dedos... El brazo ya no me
daba para seguir quitando aire, así que pensé que ya estaría.
Ya no era la manta y, si la dejo
así unos días... quizá no vuelva a ser. Después de que nos reímos de la proeza,
le metí un poco de aire y ya se estiró, y al tacto se notaba que había algo
blando dentro; ahora sí, pude guardarla en el armario.
Podemos pensar que vivir de
Cristo es meternos en una bolsa al vacío. “Tengo que”, “debo hacer”, “tiene que
ser”... Vamos quitando aire y nos convertimos en un jamón serrano envasado al
vacío: duros, serios... Cristo solo te pide que le dejes entrar en tu vida, que
le dejes que te enamore el corazón.
Es dejar que entre aire, porque
cambias el “debo” por “Cristo lo hace en mí”, y descansas porque no estás solo;
cuentas con que su gracia actúa en ti, Él vive en ti, te sabes amado en tu
debilidad. Y te permites ser manta que acoge, que es blanda para los demás,
porque te sabes amado. Y esto te hace sonreír.
Hoy el reto del amor es que mires
a tu bolsa: ¿cómo está? Deja que entre Cristo en ella. Pídele tener una
experiencia viva de su Amor que te haga respirar, que te permita volver a “ser
manta”.
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma