El arzobispo Julián Barrio abrió este 31 de diciembre la puerta santa de la catedral de Santiago |
Desde el
Vaticano, el Papa Francisco recordaba que “al ponernos en camino tras las huellas del Apóstol
salimos de nuestro propio yo, de esas seguridades a las que nos aferramos,
pero teniendo clara nuestra meta, no somos errantes, que giran siempre en torno
a sí mismos sin llegar a ninguna parte”. El Sumo Pontífice asegura que “al
llegar a la Puerta Santa, tres gestos nos recuerdan el motivo de nuestro
viaje”, en alusión a la contemplación en el Pórtico de la Gloria de la mirada
de Jesús, al abrazo al Apóstol y a la participación en la Eucaristía, que “nos invitan
a sentirnos Pueblo de Dios que hace de sus tradiciones un cántico de alabanza”.
En la
carta, fechada en San Juan de Letrán el pasado día 17 de diciembre, el Santo
Padre, aseguraba que caminar es un proceso de conversión y afirma, recordando a
Manuel Machado, que “se hace camino al andar” y que “no hay recetas previas,
peregrinar debe ser para nosotros un caminar al paso con el que es Camino,
Verdad y Vida, con Aquel que quiere entretenerse con nosotros, para ofrecernos
su compañía y mostrarnos el sendero de la vida”.
Al
indicar que hay que caminar “haciéndonos prójimos”, el pontífice señaló que
ello “supone el esfuerzo de ir ligeros de equipaje, sin apegos y vivir en
continua tensión hacia ese anhelado encuentro con el Señor”. Para el obispo de
Roma, caminar al lado de otros “nos ayuda a reconocer en el prójimo un don que
Dios nos entrega para acompañarnos en este viaje”. Y añade que “unirse a otros
hace bien y esta experiencia se fragua en el camino, la hacen los peregrinos
todos los días, esperándose, apoyándose, compartiendo fatigas y logros”.
Más
adelante, el Papa Francisco aludía a la dimensión de la peregrinación como
expresión del ser discípulos misioneros. “La peregrinación a la tumba del
Apóstol”, dice, “se
convierte en una llamada a la misión, a convocar a todos a esa patria hacia la
que avanzamos”. Y añade que “evangelizar supone saber de pan y hogar,
la patria prometida a la que convocamos, en el nombre del Señor, no es un ideal
utópico sino una meta concreta, conocida, recordada, una calidez que nos
acompaña y espera. La calidez del hogar nos hace creer en la fuerza
revolucionaria de la ternura y del cariño, de la encarnación. El peregrino es
capaz de “ponerse en manos del don de Dios”.
Antes de agradecer “los esfuerzos de la Archidiócesis de Santiago de Compostela, así como los de todos los que colaboran en la realización de este Año Jubilar” y de impartir la Bendición Apostólica, el Papa Francisco habló de los tres gestos que, al llegar a la Puerta Santa, “nos recuerdan el motivo de nuestro viaje”.
El primero de ellos, “contemplar en el Pórtico de la Gloria la mirada serena de
Jesús”; el segundo, “el emotivo abrazo a la imagen del Apóstol peregrino”, con
el que se abraza a la Iglesia entera y se recuerda que no es una “institución
abstracta”, sino que se encarna “en el santo de la puerta de al lado”; y el
tercero, “la participación en la liturgia eucarística, el sonido de las campanas, el humo del botafumeiro, los cantos
y las plegarias”, que “nos invitan a sentirnos Pueblo de Dios que hace de
sus tradiciones un cántico de alabanza”.
Fuente: ReL