By Pand P Studio| SHUTTERSTOCK |
Entonces, al cierre
del terrible año 2020, cuando hacemos balance, ¿cómo encajar todo
este mal que se ha hecho tan palpable? No es fácil pero intentaré
trazar un recorrido hacia una posible respuesta:
Es una experiencia
real. Negarlo sería absurdo. Más de un millón y medio de muertos en
todo el mundo es una cifra incontestable. No podemos poner ese dolor
bajo la alfombra o mirar hacia otro lado. Existe y en este 2020 para
muchas personas ha aparecido con una fuerza terrible y
desgarradora.
De ahí que uno no
pueda pasar de largo. No se puede ser superficial: hay que pensar
acerca de lo ocurrido.
EL MAL
SIGUE SIENDO UN MISTERIO.
Hay algo que no
alcanzamos a comprender. La naturaleza humana se resiste a «encajar» todo el
mal que palpamos (la enfermedad, la muerte, la mentira, el cinismo de los que
aprovechan la situación para explotar a otras personas…). Alguien puede
preguntarse: ¿cómo es posible que Dios -si existe Dios- permita esto? Después
de 28 siglos de pensamiento filosófico, ningún pensador ha dado con la
respuesta.
DIOS NOS
HA CREADO Y NOS CUIDA.
Creer que existe un
Dios que ha hecho todas las cosas lleva a ver en Él a un ser que no solo nos ha
creado, sino que nos mantiene en el ser, nos ama y nos cuida. Es lo que los
creyentes llamamos Providencia. La Providencia no es «vigilancia»
como de vigilante de seguridad o policía atento a la penalización. La Providencia
de Dios es amorosa.
De ahí que podamos
deducir que Dios no sería infinitamente perfecto, infinitamente poderoso, si el
mal escapara a su acción. Dios sabía que habría esta pandemia pero el mal no
tiene el mismo poder que Dios: Dios está por encima del mal.
¿DIOS
CONOCÍA LO QUE IBA A SUCEDER EN 2020?
Dios era conocedor
de la pandemia. Es infinitamente sabio y conoce el pasado, el presente y el
futuro. Luego conocía lo que iba a suceder, los que NOS iba a suceder.
¿DIOS
QUIERE QUE SUCEDA EL MAL?
No. Decir que Dios
quería este mal sería negar a Dios porque estaríamos diciendo que tuvo un
arranque de maldad. Si Dios no fuera infinita bondad, no sería Dios.
SI LO
SABÍA, ¿POR QUÉ LO HA PERMITIDO?
Podemos estar seguros
de que en el plan global de Dios, este mal está orientado a un bien
mayor, aunque ahora y a nosotros nos cueste verlo. Seguramente es
porque no disponemos de todos los datos. Estamos viendo solo una
parte de la historia.
DIOS
ESPERA QUE OCURRA ALGO MEJOR.
Ese «algo mejor»
es nuestra libertad. Y es que, por encima de la desgracia de este
año, Dios valora algo muy superior, que es la posibilidad de responder
con nuestra libertad ante los hechos.
Dios podría erradicar
la covid-19 de un plumazo. Pero en vez de actuar así y hacer evidente su poder
como Dios, prefiere que sea cada persona la que decida dar una
respuesta o la contraria. Aún a riesgo de que esa respuesta sea un mal.
Dios se arriesga
porque lo que prefiere es nuestro amor y solo puede recibir el
amor nuestro si hemos sido libres para poderle escoger. «Dios ha querido
que seamos cooperadores suyos, ha querido correr el riesgo de
nuestra libertad», dice san Josemaría.
Ante la pandemia, uno
es libre de asumir la situación como camino en la búsqueda del bien o
como un acto de egoísmo. Por ejemplo, puedo salir en ayuda de quien me necesite
o puedo instalarme en mi comodidad y no querer «complicarme la existencia».
Y NO
SOLO ESPERA: DIOS SABE QUE OCURRIRÁ ALGO MEJOR.
Dios espera nuestra
respuesta. Y sabe que al final, todo será para bien. Si no, no lo
habría planeado. No podemos olvidar esto al valorar este año.
Dice san
Pablo en la Carta a los Romanos: «Sabemos, además, que Dios dispone todas
las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó
según su designio.»
Ahí -en ese plan-
estábamos todos y seguimos estando todos. Y todo es para bien.
DIOS
CUENTA CON NOSOTROS.
Pensando en que Dios
es Providente y vela por nosotros (creyentes y no creyentes), en los creyentes
se aviva la confianza en Dios: confiamos en que todo esto tiene un
sentido que escapa a nuestro conocimiento actual.
Pero como formamos
parte de su plan providente, no podemos quedarnos de brazos cruzados: hemos de trabajar
para hacer rendir los talentos recibidos: el científico con su
investigación, el médico con su atención profesional… cada uno en su trabajo,
en su familia y en todo lo que engloba su vida para hacer que este mal acabe
cuanto antes y que cese este sufrimiento.
Constatar que, al
valorar este año, no sabemos encontrar respuesta al mal nos hace humildes:
no controlábamos todo (como podíamos haber creído) antes de la
pandemia y ahora somos más conscientes de que seguimos sin controlarlo.
Ante eso, uno debe «resetear el ego» y decidir qué hace con él de ahora en
adelante.
De este bien, creemos
que Dios sacará mucho provecho. Podemos verlo, por ejemplo, en la
respuesta generosa de muchas personas ante las necesidades de los demás.
También lo vemos en la toma de decisiones personales que han hecho cambiar
radicalmente el planteamiento de vida en algunos.
No estamos solos. El
tiempo de la covid-19 puede ser un tiempo fecundo y no es una ingenuidad
asumirlo como tal. Dice el rey David en el precioso salmo 31: «Pero yo confío en ti,
Señor». Ahí está todo condensado.
Dolors Massot
Fuente:
Aleteia