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El P. Enrique Javier Rosich Vargas. Foto: Misioneros Combonianos |
Antes de ser misionero, trabajaba como oficinista de publicidad en Madrid, algo
que le aburría bastante y tampoco daba mucho sentido a su vida. Hasta que la
curiosidad le llevó a la llamada de África, y de Dios.
"Yo trabajaba cerca de donde están los
misioneros combonianos [en la calle Arturo Soria, en Madrid]. Saliendo del
trabajo pasaba cerca de la puerta, vi que había un museo africano y por curiosidad fui a ver qué
era aquello. Viendo las cosas de la cultura africana empezó ya a darme
vueltas en la cabeza que el mundo es muy grande y se me abrió un horizonte que no había previsto. A partir de ahí
Dios empezó a llamar a mi puerta y no se me quitaba de la cabeza. Yo
pensaba: 'no quiero estar toda mi vida en una oficina, quiero algo más
interesante'".
Dejó su trabajo y se fue a estudiar teología y
francés a París e ingresó en los misioneros combonianos. Quien quiera hacer la
prueba de visitar el Museo Africano de Madrid y ver si siente la llamada
a ser misionero o simplemente aprende cosas de África, puede consultar horarios y visitas aquí, es
siempre gratis.
Llegó a Chad en plena guerra
Llegó a Chad cuando el país sufría una guerra
civil y pocos misioneros
se atrevían a ir allí. Tuvo que vivir confinado un tiempo, no por un
virus, sino por el odio entre hombres armados. No podía salir a evangelizar
pero los cristianos chadianos le dijeron que apreciaban su presencia: "antes éramos hermanos en
Cristo, ahora somos hermanos también en el sufrimiento”, le explicaron ellos.
El misionero
afirma que una de las ventajas de esta joven Iglesia es que no hay una
tradición para decir “esto siempre se ha hecho así”, sino mucha creatividad
para que el Evangelio crezca. Enrique
confiesa que “ha descubierto mejor a Jesús gracias a ellos”; un
catequista le dijo una vez que “Jesús no cambia su palabra”, aunque sea
difícil, como cuando te dice que tienes que “amar a los enemigos” (y el enemigo lleva un arma
para matarte), y por eso, muchos le abandonan.
Del campo a la ciudad
En Chad empezó su tarea en una parroquia rural,
Sta. María Beyondo (rural en África significa muy, muy rural). Después, pasó a
una parroquia de ciudad, San Kisito de Begur. Eran dos mundos muy distintos.
Después, en Yamena, la capital, fue maestro de jóvenes universitarios, educador
del mundo estudiantil y también en el seminario. Actualmente está en la
diócesis de Doba donde enseña en la escuela a los laicos para que sean
catequistas.
Y así acaba siendo misionero comboniano, ejerciendo
una labor crucial de diferentes tipos: "He trabajado en parroquias
rurales, he visitado poblados, he vivido en zonas donde no hay caminos y cada vez que vas a un pueblo es
como si hicieras el rally del París-Dakar. Aquí una parroquia es casi
como una diócesis, haces kilómetros y kilómetros. He trabajado en dos
parroquias de dos ciudades. He dado clases en el seminario mayor durante unos
años. He sido capellán de
universitarios y luego me he ocupado de una escuela diocesana de catequistas y
familias".
Conocer la
primera generación de cristianos de un lugar
Además Enrique cuenta que ha tenido "la suerte
de vivir en la Iglesia más joven de África. El primer misionero del Chad llegó
en el año 1929. Por eso he conocido la primera generación de cristianos de este
lugar. Cuando llegué, los curas y monjas éramos todos del primer mundo por
decirlo de alguna manera. Poquito a poquito he ido viendo crecer esa Iglesia de
forma que a día de hoy, soy el único blanco de la diócesis".
Actualmente Chad tiene casi 16 millones de habitantes: la
mitad son musulmanes, un 25% son cristianos de distintas denominaciones, el
resto siguen las religiones animistas tradicionales.
Enrique Rosich es muy consciente de la importancia
de la labor que realizan los misioneros porque lo ha vivido en primera persona.
Y por eso sabe también la importancia que tiene el día del Domund: "Creo
que anunciar el Evangelio
es anunciar a Jesús y pienso que es necesario darse cuenta de que eso no es algo que nos pertenece
a nosotros, sino a todos, especialmente a la gente más necesitada".
En el Chad "somos 27 curas en toda la diócesis, no sé cuántos hay en
la diócesis de Madrid por ejemplo", explica. (En la diócesis de
Madrid hay unos 3.000 sacerdotes, según Catholic-Hierarchy, una cantidad desproporcionadamente alta
para España, aunque muchos están de paso o estudiando y otros muchos son de
edad muy avanzada).
"La
mies es mucha, pero los obreros pocos, y hay que continuar rezando al dueño
de la mies", exhorta este misionero, cazado para la Misión, "por
casualidad", en un museo.
Es posible ayudar a las misiones en esta época dura de coronavirus con donativos AQUÍ al DOMUND de Obras
Misionales Pontificias