Son
muchas las parejas que lo comparten todo salvo la fe. Si estás en una situación
así y para ti supone una fuente de sufrimiento, haz este ejercicio a solas o
con tu esposo o esposa
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Muchos testimonios aluden a la dificultad de vivir
con un cónyuge que no comparte las mismas creencias religiosas. “Mi marido es
ateo y me cuesta vivir así. Me dice que la religión es para los débiles y me
resulta difícil ser feliz plenamente en mi vida de pareja porque no me
siento reconocida en esta dimensión espiritual de mi vida. Rezo por él, pero no
veo cambios y eso me apena y me desalienta”. “Mi mujer me acompaña
de vez en cuando a misa para que sea un momento familiar porque ella sabe que
yo lo necesito, cosa que valoro mucho. Pero vivo mi fe solo, cuando me
encantaría tanto compartirla con ella. Me he implicado en la parroquia, pero
eso no satisface la carencia que sufro. Sin embargo, sé que mi mujer me ama”.
Esta
disparidad conyugal en la vida espiritual a menudo entraña un sufrimiento auténtico
–en ambas partes– que puede conducir a una profunda insatisfacción e incluso al
desánimo. ¿Cómo vivir esta situación de forma más serena y, por qué no,
positivamente?
Una oportunidad para
aceptar al diferente Los
ateos, en general, tienen una función interesante para los creyentes: les ponen
en la necesidad de ahondar en su fe y les obligan a vivir sus
valores cristianos de forma profunda. Sin ninguna
duda, en este aspecto pueden alegrarse. Si tu pareja es atea, plantéate
las preguntas apropiadas: “Yo, que soy cristiano/a, ¿cómo vivo
los valores del Evangelio? ¿Y el amor del prójimo? Y más concretamente, ¿el
amor de mi cónyuge?”.Tu cónyuge es ateo. Vale. Pero ¿no es algo
más? Realiza una
lista, lápiz en mano, con todos los aspectos que valoras en tu pareja y
vincúlalos a situaciones concretas. ¿Es una
persona tierna, delicada, sensible, atenta, concienzuda, manitas, inteligente,
profunda, divertida, respetuosa, puntual, reservada, comunicativa, valiente,
exigente…?
La lista
puede crecer y crecer. Pero si tu lista es desesperadamente corta, busca bien,
no te has casado con ese hombre o mujer por ese puñado de cualidades.
Tu decepción
con respecto a vuestras diferentes consideraciones espirituales no debe ocultar toda
la profundidad que encierra tu cónyuge. Este ejercicio lo podéis hacer cada uno
individualmente y puede suponer un desarrollo muy constructivo al compartirlo
luego juntos.
Es una
oportunidad para aceptar las diferencias del otro y dar gracias por esta
diversidad conyugal. Es una hermosa forma de amarse. Porque todo “el que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios” (1 Jn 4,7).
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LO HUMANO Y DIVINO
Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. (Génesis, 1,26-27)